La mayoría de las imágenes fotográficas están compuestas de dos partes, la base o soporte y la capa sensible a la luz. Como base se han utilizado a lo largo de la historia de la fotografía papel, vidrio, metal y soportes plásticos. La capa sensible está compuesta por una emulsión que lleva embebida algún compuesto químico sensible a la luz como el nitrato de plata.
El vidrio como soporte para las emulsiones fotográficas se populariza a partir de 1848 con la invención del colodión húmedo por Frederick Scott Archer. La exposición del negativo al colodión húmedo tenía que hacerse antes de que la emulsión se secase (unos cinco minutos en un día caluroso) lo que obligaba al fotógrafo a llevar un laboratorio de campaña al lugar de la toma.
Fig. 02: Arqueta de las ágatas de San Isidoro de León. Archivo Manuel Gómez-Moreno y Ricardo Orueta. ATN/GMO/045/a02205
Su aplicación supuso un gran avance técnico desplazando a los negativos de papel o calotipos porque ofrecían mayor resolución y una gama tonal mucho más amplia. Siendo el vidrio un material frágil era más resistente que los negativos de papel al copiado y su transparencia facilitaba el positivado al disminuir el tiempo de exposición de los contactos.
En 1871 aparecen las placas secas que permiten su utilización meses después de su emulsionado lo que posibilita su producción industrial, la estandarización de los formatos y la “popularización” de la fotografía. La utilización de los negativos sobre soporte de vidrio será habitual hasta finales de los años 30 cuando se populariza el uso de películas con base de nitrato de celulosa.
Fig. 03: Cajas originales de distintas casas comerciales de fotografía
En el archivo de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás se conservan diferentes procedimientos fotográficos con soporte en vidrio. Desde grandes negativos de gelatino-bromuro, pasando por placas estereoscópicas positivas y negativas, las vistas de linterna mágica y multitud de placas secas de distintos fabricantes y formatos.