La pieza del mes


Reproducción de parte del Mapa Geológico de la provincia de Santiago en el Norte de la Isla de Santo Domingo

Reproducción de parte del Mapa Geológico de la provincia de Santiago en el Norte de la Isla de Santo Domingo (Fernández de Castro, 1862a; modificado de Heneken, 1853). ©CSIC, Archivo CCHS.

Estudios geológicos y geográficos de la Isla de Santo Domingo con datos para su historia económico-industrial. Hechos por orden del Excelentísimo Señor Capitán General de la Isla de Cuba, Don Francisco Serrano y Domínguez, Duque de la Torre.

La pérdida de las colonias americanas a comienzos del siglo XIX motivó, entre otras muchas iniciativas gubernamentales, el impulso de las investigaciones geológico-mineras en los últimos territorios hispanos ultramarinos de las islas Filipinas y las Antillas. Con ello se trataba de paliar la pérdida de los sustanciosos ingresos que producían las minas de los territorios independizados, en la necesidad de seguir alimentando las arcas de la Hacienda pública. Las denuncias de nuevos indicios mineros de oro, carbón, hierro y cobre en Filipinas entre 1827 y 1833, así como los nuevos hallazgos de oro en Puerto Rico en 1832, provocaron que desde la metrópoli se plantease la necesidad de instalar inspecciones en los territorios ultramarinos, siguiendo un plan semejante al trazado en la península para el impulso de la minería por la recién creada Dirección General de Minas. Es por ello que en 1837 se crearon en los territorios españoles de ultramar las nuevas estructuras reguladoras de la actividad minera: la inspección de minas de Cuba y Puerto Rico, y la de las islas Filipinas.

A primeros de julio de 1859 llegó a La Habana el joven ingeniero de minas Manuel Fernández de Castro y Suero (1825-1895), para hacerse cargo de la jefatura de la Inspección de Minas de Cuba, tras haberse dedicado a la profesión privada desde la finalización de sus estudios en 1845. Hasta 1869, cuando tuvo que regresar a la península al haberse suprimido su plaza por los recortes presupuestarios ocurridos en el Ministerio de Fomento, desplegó una intensa actividad investigadora relacionada con la geología y la paleontología antillanas, la hidrogeología, los riesgos naturales, o los estudios de suelos, además de los asuntos propios de la Inspección, como la atención al registro y denuncias de minas y la prospección minera.

Reproducción del mapa  de la Isla de Santo Domingo

Reproducción del mapa de la Isla de Santo Domingo (Fernández de Castro, 1862a; modificado de Heneken, 1853). ©CSIC, Archivo CCHS.

En marzo de 1861, poco tiempo después de haber ocupado Fernández de Castro su nuevo puesto en Cuba, la corona española volvió a anexionar el territorio de Santo Domingo. Muy pronto, el 18 de junio de ese mismo año, el Capitán General de Cuba, Francisco Serrano, le comisionó para estudiar las riquezas naturales de la isla de Santo Domingo, en especial las minas de carbón de piedra de Samaná, además de cualquier aspecto de interés relacionado con la minería de la isla y su posible aprovechamiento futuro por el Ministerio de Fomento. Disponiendo de muy poco tiempo para preparar el viaje, el 2 julio ya estaba embarcado en un vapor de guerra rumbo a la península de Samaná. Fernández de Castro se vio totalmente abrumado por la misión que le había sido confiada, dudando de sus posibilidades de éxito:

Es de tal naturaleza y magnitud [el encargo], que si solo hubiera tomado en cuenta las dificultades con que mis escasas fuerzas tenían que luchar, hubiera desistido de tan honrosa empresa; porque si era grande la obligación de aceptarla que me imponía el cargo que desempeño, y fuerte el aliciente de dar los primeros pasos en un terreno virgen todavía para la industria minera y donde tan ricas tradiciones se conservan sobre sus tesoros minerales, no era menor grande ni menos fuerte el temor de dejar frustradas las esperanzas de aquellos que quisieran que esta exploración, como otras de su especie fuese fecunda en descubrimientos científicos, o fijase de una manera exacta la geografía minera de la Isla. […] no hay en la Isla de Santo Domingo ni caminos, ni población bastante, ni ninguno de los recursos que permiten al ingeniero trasladarse a la ligera de un punto a otro y la estación de las lluvias contribuirá a hacer menos fácil el problema de utilizar el tiempo. No es necesario, pues, ser muy modesto para desconfiar del resultado de un trabajo, siempre difícil, aún para personas más experimentadas en el arte de observar en geología, y no se extrañará que la seguridad de ser severamente juzgado por lo que con más conocimientos y espacio vengan detrás de mí, me arredrará algún tanto. [Introducción a la parte 3ª (Itinerarios geológicos) de los Estudios geológicos y geográficos de la Isla de Santo Domingo…].

A su vuelta a La Habana, a finales de diciembre de 1861, dedicó diez meses a la redacción de su informe. Acompañó el estudio geológico con otras dos memorias en las que plasmó, por un lado, los datos geográficos y, por otro, la historia económico-industrial de la isla. El autor justificó así su proceder:

El estudio geológico de un país no consiste solo en decir cuál es la naturaleza de las rocas que componen su suelo, sino que es indispensable dar a conocer su estructura y sobre todo la configuración y altitud de sus montañas, el curso y caudal de sus ríos y las causas que tienden a modificar su superficie, o sea la influencia de los agentes atmosféricos que constituyen el clima; en una palabra, era preciso reunir cuanto se conociera sobre la geografía física de la isla; y siendo el objeto de mi encargo no el estudio de la geología, sino el de la minería, preciso era abarcar los demás ramos de la geografía y tratar de reunir el mayor número de datos; por lo mismo que se han apuntado de una manera tan irregular, tan varia y tan somera por los diversos autores que han escrito sobre Santo Domingo. [Introducción a la parte 1ª (Geografía) de los Estudios geológicos y geográficos de la Isla de Santo Domingo…].

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Reproducción de parte del Mapa Geológico de la provincia de Santiago en el Norte de la Isla de Santo Domingo (Fernández de Castro, 1862a; modificado de Heneken, 1853). ©CSIC, Archivo CCHS.

La comisión nombrada por el Ministerio de Ultramar para evaluar la publicación del estudio, emitió una opinión desfavorable; primero, porque algunos miembros estuvieron en desacuerdo con los resultados geológicos y, segundo, por la excesiva extensión de los textos. Tras varios años de idas y venidas de los textos entre los miembros de la comisión, la publicación del informe fue denegada, la colonia se independizó en 1865 y el estudio cayó en el olvido.

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Manuel Fernández de Castro (1825-1895). Galería de retratos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME, CSIC).



Manuel Fernández de Castro fue nombrado en 1873 director de la Comisión del Mapa Geológico de España, cargo que ejerció hasta su fallecimiento en 1895. No dejó nunca de tener presente su práctica profesional en las islas antillanas, tanto los trabajos geológicos originales (fue autor, junto con Pedro Salterain, del primer mapa geológico de Cuba), como los de representación política como senador durante doce años por la provincia cubana de Santa Clara. Igualmente, participó en diferentes exposiciones nacionales e internacionales mostrando la cartografía geológica colonial, así como sus colecciones de rocas, minerales y fósiles de Cuba y Santo Domingo. Había enviado colecciones de fósiles y minerales cubanos a la Exposición Universal de París de 1867, mostró su mapa geológico de Cuba y colecciones geológicas antillanas en la Exposición Nacional de Minería de Madrid de 1883 y participó en la Exposición Histórico-Americana de Madrid de 1892, que se continuó en 1893 en la Histórico-Natural y Etnográfica.

En el marco del proyecto de una nueva biografía de Manuel Fernández de Castro por Isabel Rábano, investigadora del Centro Nacional Instituto Geológico y Minero de España (CSIC), se ha analizado este informe, que se creía perdido. La labor de inventario y catalogación de los manuscritos de la Biblioteca General de Humanidades del CSIC, llevada a cabo por Mar Caso Neira, y su posterior integración en el catálogo de la Red de Bibliotecas y Archivos del CSIC, afloró la presencia del informe completo, que se conserva en el Archivo del Centro de Humanidades y Ciencias Sociales, Biblioteca Tomás Navarro Tomás, del CSIC.

En colaboración con Javier Escuder-Viruete (IGME, CSIC), Isabel Rábano ha realizado el estudio de la memoria sobre la geología y la minería de Santo Domingo de Manuel Fernández de Castro, que configura la tercera parte de su informe. Dicha memoria está articulada en torno a diez recorridos por la mitad oriental de Santo Domingo y su autor la acompañó de seis mapas con informaciones geológicas y mineras. Debido a las dificultades con las que se encontró Fernández de Castro para describir geológicamente un vasto territorio “nunca explorado, o poco conocido”, realizarlo “en un breve espacio de tiempo”, y contando para ello sólo “con sus propios recursos y criterio”, no llegó a presentar una verdadera memoria sobre la geología de Santo Domingo, sino una descripción de sus recorridos. Por tanto, no trataba de “formar un mapa geológico”, que “requiere un trazado exacto de las líneas que marcan los límites de cada formación”, sino que su informe puede interpretarse como una extensa libreta de campo en la que recogió, situados en base a referencias geográficas locales, los indicios mineros, así como las diversas rocas encontradas y sus relaciones estratigráficas.

Rábano y Escuder-Viruete han reivindicado el valor de este trabajo, la primera investigación geológica de un amplio territorio de la República Dominicana, a la vez que se restituye la memoria de su autor en la historiografía de la geología dominicana como pionero de los estudios geológicos del país.

Texto: Isabel Rábano
Instituto Geológico y Minero de España (IGME), CSIC

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