La pieza del mes

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Daniela Bleichmar. Visible empire. Botanical Expeditions & Visual Culture in the Hispanic Enlightenment.

En esta sección presentamos periódicamente algunos de los ejemplares más relevantes de las colecciones de nuestra Biblioteca y Archivo.


El pasado 26 de marzo se inauguró en el Real Jardín Botánico la exposición Plantas y flores curativas en los códices iluminados (s. X-XVI), que podrá visitarse hasta el 22 de mayo. Se presentó ese día en dicha institución, hermana del CCHS, una edición facsimilar del Dioscórides de Mattioli iluminado por Cibo, a cargo de M. Moleiro Editor. Estamos ante uno de esos lujosos volúmenes que adornan las bibliotecas de las mejores universidades y de los coleccionistas más pudientes, los que suman al buen gusto y el amor por el conocimiento las posibilidades de adquirir un ejemplar exclusivo.

Nuestra pieza del mes también trata de plantas y de materia médica (aunque no solo). Y también es un libro bello, magníficamente ilustrado, aunque más accesible. Se trata del libro de Daniela Bleichmar, Visible empire. Botanical Expeditions & Visual Culture in the Hispanic Enlightenment (The University of Chicago Press, 2012), un texto del que también contamos en la TNT con su edición en castellano (México: FCE, 2016). Por si fuera poco, ambas versiones se encuentran en su formato convencional como libro físico y en acceso directo para su consulta digital. La TNT es más potente que la dinamita (y menos dañina).

Visible empire es el resultado de una investigación original y cosmopolita que desarrolló su autora, profesora hoy día en la Universidad del Sur de California (USC), a partir de su tesis doctoral y de la maduración posterior que en los EEUU se exige antes de dar un libro a la imprenta. Es decir, detrás de este libro hay cerca de diez años de trabajo. Y esto se nota. Se nota en que manejó las fuentes originales, con largas estancias en Madrid, México, Reino Unido, París y otros lugares. Se nota en la ancha bibliográfica que emplea. Cuando Bleichmar redactó este libro, había leído detenidamente la literatura española e hispanoamericana sobre el tema (Javier Puerto, José Luis Peset, Miguel Ángel Puig Samper, Antonio Lafuente, Antonio González Bueno, Carmen Sotos, Pilar San Pío, Jose Antonio Amaya), pero también la literatura internacional sobre botánica, imperios, cultura visual e ilustraciones botánicas (Kärin Nickelsen, Staffan Müller-Wille, Barbara Maria Stafford, Bernard Smith, Brian Oglivie, Martin Kemp, Paula de Vos, Emma Spary). Finalmente, los diez años se notan en que este libro no solo ofrece un estado de la cuestión y una síntesis accesible de las expediciones botánicas de la Ilustración hispanoamericana, sino que traza un argumento propio, creativo y sostenido a lo largo de sus 300 páginas. Es decir, es un libro que procede de una tesis y que tiene una tesis, a saber, que la epistemología visual jugó un papel decisivo en la administración y gestión del imperio, es decir, que la confección de las evidencias visuales tuvieron una vida más allá de la botánica, que las ilustraciones botánicas polinizaron o inseminaron las burocracias imperiales, necesitadas de ver y de hacerse visibles.

Son plantas para el rey, como en el clásico de Xavier Lozoya, o remedios para el imperio, como en el de Mauricio Nieto. En el siglo XVIII la Monarquía española se planteó rentabilizar el tesoro vegetal americano, el ‘green capital’, acudiendo a la ciencia y no a las armas, esgrimiendo las razón y la utilidad pública. Desde el Real Jardín Botánico, el mismo donde se presentó ese lujoso Dioscórides renacentista y que abre sus puertas para admirar esas impactantes floras de papel, se fletaron entonces expediciones que buscaban clasificar y describir todas esas plantas que Dioscórides, precisamente, no pudo conocer (el anazarbeo vivió en el siglo I d.C. y como es de suponer jamás visitó el Nuevo Mundo). En el siglo XVIII los reformistas y los criollos soñaron con que la quina o la canela americana podían generar lucrativos comercios transoceánicos, como lo estaba haciendo el té de la India o como lo habían hecho antes y lo seguían haciendo el clavo y la nuez moscada de las Molucas.

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Ahora bien, ¿dibujar una planta, detallar sus órganos florales en esos despieces característicos de los márgenes, iluminarlas con vivos colores y componer láminas de gran formato bajo geometrías ideales servían para desplegar la sistemática linneana, para curar al imperio y emprender monopolios rentables? ¿En qué medida? ¿De qué forma? Detrás de cada una de esas delicadas ilustraciones se encuentran el conocimiento, la estética y el lujo. Son plantas e imágenes exclusivas, pero que encierran promesas de curar y alimentar a grandes poblaciones. Son flores medievales, renacentistas e ilustradas que siempre cautivaron la atención de reyes y coleccionistas poderosos, de médicos, naturalistas y en realidad de todos los públicos curiosos que se pasean por los jardines y las páginas de los libros en busca, como el solitario Rousseau, de consuelo y remedio para los males del alma y el ruido del mundo.

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Texto: Juan Pimentel
Investigador Científico del Instituto de Historia del CSIC

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