// Emular register_globals on if (!ini_get('register_globals')) { $superglobales = array($_SERVER, $_ENV, $_FILES, $_COOKIE, $_POST, $_GET); if (isset($_SESSION)) { array_unshift($superglobales, $_SESSION); } foreach ($superglobales as $superglobal) { extract($superglobal, EXTR_SKIP); } } /////////////////////////////// ?>
Durante el siglo XIX, y en especial a finales de los años treinta, se produce una progresiva liberalización de las normas neoclásicas y empiezan a aparecer las nuevas tendencias literarias basadas en el movimiento romántico. Esto permite apreciar en el teatro español un florecimiento importante1 debido a la creación, al aumento de representaciones y a los cambios que se producen en los procesos de edición.
Aunque en las primeras décadas del siglo eran los libreros y, en ocasiones, los dramaturgos los que se arriesgaban a imprimir sus obras con el objetivo de venderlas, éstas no se agrupaban de ninguna forma y se consideraban publicaciones independientes. Sin embargo, ya al final de este período, empezaron a aparecer en el mercado del libro colecciones de textos que, unidas unas veces a los periódicos, otras dependientes de un impresor, y otras gestionadas directamente por un editor, experimentaron una nueva forma de dar a conocer obras literarias unidas por el género, por la época o por algún otro elemento que contribuyera a darles unidad.
Se editaron colecciones de distintos tipos de obras: novelas, manuales, etc.2, pero, entre todas ellas, destacaron especialmente las que reunían obras teatrales, que fueron las llamadas galerías dramáticas3. La primera que se publicó en España fue la de Manuel Delgado, que empezó a ofrecer títulos al público en 1835.
Tanto ésta como las restantes colecciones que fueron apareciendo se extendieron a lo largo de todo el siglo XIX, hasta que los acuerdos alcanzados a finales de siglo entre los editores de entonces y la Sociedad de Autores consiguieron cambiar el panorama de la gestión de derechos y de la publicación de las creaciones dramáticas españolas4.
Las galerías dramáticas no sólo tenían el objetivo de publicar y vender las obras de reciente estreno, sino también el de facilitar textos a las compañías teatrales que quisieran representarlos en los coliseos de provincias, generando con ello nuevos ingresos para su propietario y editor. Cuando éste compraba una obra, se convertía en dueño de pleno derecho, y, por tanto, los ingresos devengados por las representaciones dramáticas también eran recaudados por él. La facilidad de imprimir estos textos, por lo general breves, la posibilidad de seleccionarlos en función del éxito que habían tenido el día de su estreno en Madrid y la afición generalizada en España por los espectáculos teatrales determinaron, sin duda, el éxito de estas colecciones.