España tiene una de las menores y más tardías desde hace décadas. Según datos de Eurostat para 2018, solo 3 países europeos la tienen similar o ligeramente inferior a la española: Italia Ucrania y Malta. A nivel mundial, solo la de Corea del Sur, Taiwán y Puerto Rico es inferior.

Su descenso es un proceso ligado al desarrollo económico, la expansión educativa, el acceso a métodos anticonceptivos modernos y fiables, la incorporación de las mujeres al mercado laboral, las transformaciones familiares y los cambios en los roles de género.

Durante el baby boom de la década de los 60 y principios de los 70, en España era bastante superior a la media europea, pero a partir de ese momento descendió rápidamente, alcanzando su mínimo histórico en 1998. Con el inicio del siglo XXI, experimentó un ligero ascenso que se truncó, sin embargo, con la llegada de la crisis económica. A corto plazo, puede disminuir aún más a causa de la nueva crisis económica producida por la pandemia de covid-19 si no se ponen en marcha políticas laborales y sociales de apoyo a los jóvenes, la infancia y las familias y no tomamos todos consciencia de la necesidad de priorizar y compartir los cuidados.

Aunque la de las mujeres inmigrantes es en promedio mayor que la correspondiente a las mujeres nacidas en España, la diferencia es moderada y ha disminuido a lo largo de los años.

Condiciona la evolución de la estructura de edad poblacional, el ritmo de envejecimiento demográfico y el tamaño de la futura población económicamente activa, planteando un reto importante para el Estado de bienestar y, en particular, para nuestro sistema de pensiones, que está en gran parte estructurado sobre la base de la solidaridad intergeneracional.

En términos generales, es más alta en aquellas sociedades que promueven la igualdad de género, así como el equilibrio entre la vida laboral, familiar y personal, y que ofrecen un apoyo público e institucional fuerte a las familias y sus necesidades.