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La vida en las Catedrales. ¿Puedes identificar de cuáles hablan estos textos?
1. La vivienda del campanero:
Ricardo Fandiño Lage lo anotaba todo. Y por eso están bastante bien documentados los veinte años que vivió -de 1942 a 1962- con su mujer y sus tres hijos en una pequeña casa construida sobre el tejado de la catedral de XXXX, el hogar reservado a la familia del campanero. En sus legajos hay dibujos, croquis, anotaciones a mano e incluso un día resumido, a máquina, en el anverso de un sobre del Banco de Bilbao. Y gracias a esos documentos y a sus hijos podemos saber, once años después de la muerte de Fandiño, cómo era la vida de los últimos seres humanos que residieron, literalmente, en los tejados de la catedral de XXXX, a cuarenta metros del suelo. No solo vivía gente allá arriba. También había gallinas y un gallo que cantaba puntual cuando el sol comenzaba a asomarse por detrás de San Paio de Antealtares. El gallinero estaba instalado en una nave lateral, flanqueada por almenas, que se levanta muchos metros sobre el claustro.
2. La vista de los tejados:
Por su casa, y las Claverías –contaba Hurtado de Mendoza, sobrino de Galdós y acompañante en sus visitas XXXX, al doctor Marañón-, pasábamos con frecuencia a los tejados de la Catedral, visitando los estanques que allí había para incendios del edificio, los talleres de vidriería y, muy especialmente, para presenciar muchas funciones religiosas, especialmente las de Semana Santa, con sus hermosos cantos de la Pasión, desde los ventanales o, mejor, las galerías sobre la parte del Evangelio que corresponde al crucero.
Los únicos ruidos que allí pueden turbar la placidez de la charla son el mugido del viento forcejeando con la torre y el clamor vibrante de las campanas próximas. Entre las columnas de granito hay algunos tiestos, que alteran desde fuera, la severidad arquitectónica. Las palomas, avecindadas en desconocidos agujeros de aquellas alturas, cruzan sin cesar por delante de la galería, desde la cual se ven también, considerablemente agrandados, los profetas y los obispos que decoran el frontis, disformes cabezudos, unos con mitra colosal, otros con emblemas de bronce o hierro en sus manos ingentes. El gato del campanero suele familiarizarse con toda aquella vecindad escultórica, y no tiene que brincar mucho para echar una siesta sobre el libro de San Fulgencio, que parece un diccionario, o sobre el arpa de David.
3. La granja del último campanero:
El último campanero de XXXX se convirtió en un personaje muy pintoresco de la ciudad. Según cuentan los que le conocieron, tenía diversos animales escondidos en los tejados, tales como gallinas, conejos, patos o cerdos. Don Santiago se ocupaba de alimentarlos y le servían para mantener llena la alacena, sin tener que bajar a la calle, y también cultivaba sus propias hortalizas.
Al parecer, el campanero acostumbraba a entrar en su refugio a través de una puerta escondida que había en la calle de la Cárcel y que daba paso a una escalera de caracol. Don Santiago fue uno de los campaneros más fieles y eficientes guardianes de la torre de la catedral, donde pasaba las horas informando a los vecinos mediante el sonido de las campanas.
Durante sus últimos años de vida, decidió no volver a bajar de aquella torre, puesto que las escaleras se convirtieron en un impedimento para su avanzada edad. Sus compañeros de la catedral, entonces, se ofrecieron a ayudarle subiéndole provisiones a través de un cubo y una cuerda, de la que ya apenas podía tirar. Finalmente, Don Santiago murió el 14 de abril de 1989 a los 77 años y fue enterrado en la cripta de la catedral, junto a Alonso Cano.