Desde la biblioteca Tomás Navarro Tomás os animamos a realizar un viaje literario por tierras etíopes. Por qué no, en el mes de septiembre, cuando aún disfrutamos del verano y ha quedado atrás la época de lluvias que dificultaría tanto nuestro viaje.
La sugerente palabra Etiopía nos lleva a terrenos de ensoñación y evoca términos como Axum, Saba, Salomón, etc. Quizá los ecos de algunos de ellos es lo que llevó a nuestro protagonista a escribir el relato que presentamos.
La biblioteca custodia varios libros de viajeros franceses publicados a partir de la segunda mitad del siglo XIX, entre los que queremos destacar Éthiopie Méridionale de Jules Borelli , del que no existe traducción en español, pero sí es un libro que se ha reeditado e impreso en numerosas ocasiones en francés. Hemos escogido esta obra porque el viaje se inicia, precisamente, en este mes de septiembre.
El libro es un imponente y pesado volumen, publicado en 1890, tras la vuelta de Borelli de Etiopía. Un libro de más de quinientas páginas con ilustraciones, grabados y mapas que ayudan a conocer el largo periplo del francés.
El ejemplar de la biblioteca TNT presenta una encuadernación en holandesa, también llamada al cuarto, muy típica del siglo XIX. Sin ser exhaustivos, lo podemos describir con piel en el lomo y lomeras, y cartón rojo en las tapas (cubierta y contracubierta). Tiene algunos daños en la piel y en las puntas. En el lomo conserva el tejuelo propio de la encuadernación con el apellido del autor y el título de la obra, en letras doradas; y los tejuelos de las bibliotecas. Un tejuelo antiguo de otra biblioteca, restos de adhesivos de otros anteriores más los actuales. También va decorado con cinco nervios y florones en los entrenervios centrales. Unas guardas con decoración historiada, de estilo oriental, que nos recuerda a los papeles pintados decorativos. Seguramente no sea la cubierta original y se trate de una reencuadernación posterior. Los pliegos van cosidos. (Figura 1).
Formalmente, la narración se divide en cuatro partes seguida de los apéndices constituidos por ocho anexos y un índice alfabético. Finaliza con las tablas de ilustraciones por capítulos, y las tablas de mapas y perfiles topográficos del relieve que el mismo Borelli realizó (Figura 2).
Retrato del autor en el frontispicio y portada del libro Éthiopie Méridionale: journal de mon voyage aux pays amhara, oromo et sidama septiembre 1885 a novembre 1888.
Topografía del relieve circundante a la garganta de Gagunta, Sagadara y el valle de Daloileka durante el duro viaje hacia Ankober, del que llegó a registrar 45º a la sombra, entre el 24 de abril y el 7 de mayo.
Sobre los anexos, el primero, el A, recoge datos sobre observaciones astronómicas (localidad, fechas, y notas). El B da cuenta de las divisiones lenguas y poblaciones que habitan cada una de las regiones que visitó, el C es una descripción física de la cuenca del río Omo, el D es un vocabulario de lengua kollo, y el E de lenguas tambaro y hadía. El anexo F falta, aunque aparezca en los índices, no está en el texto, que salta del E al G directamente. Este anexo G son unas observaciones sobre el mapa de la cuenca del Omo, y el anexo H es un interesante inventario de los objetos (armas, objetos de adorno personal, prendas de vestir, ajuar doméstico y en menor medida muestras de minerales) que acopió durante su estancia y que se llevó a Francia y que ofertó al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes con destino al, entonces, Museo de Etnografía en el Trocadero. Es muy interesante saber que, hoy, algunos de esos objetos se conservan en el Museo Quai Branly-Jacques Chirac (1) en París. (Figura 3).
Nuestra pieza es un texto fundamental para conocer el sur etíope en el que se describen los paisajes, se retratan tipos humanos, se dibujan las casas y se topografía el relieve. A modo de diario de abordo, el texto nos lleva por el recorrido de su expedición, desde su partida de El Cairo, y los lugares por los que pasa su caravana hasta llegar a las tierras del sur.
Sin duda, un gran corpus de información que nos acerca a la antropología como no hizo ninguno de sus coetáneos en la carrera exploratoria del África etíope. Un verdadero retrato de hombres, ancianos, mujeres y niños, de diferentes grupos étnicos, que aparecen perfilados a lo largo de todo el libro.
Esboza toda suerte de peripecias, imprevistos, anotaciones sobre las diferencias entre grupos musulmanes y cristianos ortodoxos, los conflictos entre ellos, las audiencias del rey, la venta de armas, el mercadeo, asuntos comerciales, pero también sobre las creencias y las supersticiones como el mal de ojo, las ceremonias religiosas, celebraciones: uniones conyugales, bautizos, circuncisiones masculinas (nada habla de la ablación femenina), funerales, etc., sin desdeñar apuntes sobre las costumbres alimenticias y gustos culinarios.
Nos describe los accidentes geográficos, valles profundos, llanuras inmensas, cascadas, gargantas y cataratas como las de Ghibie, el nacimiento del río Omo; bosques de la región meridional, árboles de grandes proporciones como el kelto, el odda; la fauna salvaje que ve (hienas, leopardos, cebras, antílopes, elefantes, etc.); los hombres y mujeres con los que se encuentra; y toda suerte de vicisitudes por las que pasa junto con sus vivencias del clima extremo y la fatiga que le causa a la expedición.
Jules Borelli, antes de su incursión africana, había llevado una vida aventurera, de joven se había enrolado en un barco ballenero, navegó el cabo de Hornos, también anduvo por las islas Reunión, y finalmente, se forjó como gran explorador en tierras etíopes, la Abisinia de entonces, que le fascinó. Allí, a lo largo de tres años, desde septiembre de 1885 hasta noviembre de 1888, visitó las tierras de las etnias amara, oromo y sidama. Recorrió la agreste región Afar, la extrema depresión de Danakil, la montañosa y céntrica de Shoa, y la ciudad de Harar, que hoy forma parte de la categoría de Patrimonio Mundial de la Unesco, entre otros enclaves. Fue allí donde conoció al poeta Arthur Rimbaud que sale a relucir en su texto hasta en siete ocasiones.
El literato dedicó sendos artículos a Harar y Shoa que se publicaron en la revista Bosphore Egyptien (2). Recordamos que la etapa africana de Rimbaud pasó por dedicarse a recibir, en la ciudad de Harar, los envíos de café que le llegaban a la empresa francesa que le contrató, a las órdenes de Alfred Bardey. Hoy, la casa en la que se alojó, una antigua casa de comerciantes con una impresionante estructura de madera de estilo indio es, desde al año 2000, un centro cultual dedicado al escritor y la etapa que allí pasó.
Pero volvamos a nuestro protagonista y al viaje de Jules Borelli que también conoció al emperador Menelik II, del que habla también en el libro (Figura 4). Da cuenta de numerosos encuentros con él y de aspectos que le llaman su atención como el desconocimiento que tenía de la farmacopea europea y el uso de drogas para curar enfermedades, como ejemplo, narra que para favorecer la traspiración de su hijo enfermo de malaria vertió unas gotas de un bálsamo “milagroso” en un pediluvio de mostaza (Borelli, 1890: 330), lo que se llama ahora pediluvio sinapizado.
Igual que sabemos de manera fehaciente de la autoría del texto de Borelli, conocemos el nombre de algunos de los dibujantes, fotógrafos y grabadores porque los fotograbados van firmados. Así, sabemos del artista René Lacker (Figura 5) y, E. Eloevy, y de los grabadores Rougeron Vignerot, SC., o SC. Y. Michel, ya que aparece al pie de las ilustraciones, de la misma manera que las cartografías están firmadas por Petit S.G, y P. del Bineteau (Figura 6).
El emperador Menelik y su esposa la emperatriz Taitu Betul retratados por Eloevy y grabados por Petit.
Guerrero Danakil con la panoplia de escudo, lanza y puñal. En el libro aparecen retratados varios guerreros, pero también mujeres y niños Danakil. Ilustración firmada por René Lacker.
Cartografía, a color, del recorrido de Jules Borelli, con especial atención a las lenguas que documentó. La firma Bineteau y Petit.
Aparte de las imágenes de los poblados, residencias señoriales y su área de influencia como los guebi y casas aisladas (cabañas y chozas), iglesias, y la imagen de su propia tienda de campaña, Borelli recoge oficios y acciones como el hombre oromo que, en el mercado de Kombi, en la región del sur intercambia sal. Según él se cambiaba por café, animales, pieles teñidas, objetos de cestería, miel, y vestidos (Borelli, 1890: 320) (Figura 7). También aparecen mujeres llevando fardos de paja, o parejas de jóvenes mujeres moliendo el pimiento berberi, al que los Oromo llaman Mitmita, o moliendo grano para hacer harina (Figura 8), o mujeres solas transportando agua, mujeres mayores y niños. También documenta varios leprosos y varios sacerdotes ortodoxos.
Cambiador de lingotes de sal, usados como moneda fraccionaria, en un día de mercado. Estas barras se llaman amolé en amárico y soggidda en oromo.
Dos mujeres de la etnia oromo moliendo grano sobre una estera de tela.
Nos regala numerosas ilustraciones de unos impresionantes peinados de mujeres de las localidades de Nadda, Djima, Djiren, Omo entre otras. Las mujeres etíopes le debieron llamar mucho la atención por la cantidad de retratos femeninos que aparecen en el texto (Figuras 9 y 10).
A la izquierda peinado de mujer de la localidad de Omo, en el centro de Djerer, y a la derecha peinado de mujer de la aldea de Nadda.
Peinados de mujeres de las localidades de Djima y Djiren. Los tres de la izquierda son muy similares.
Por último, también presenta ilustraciones sobre recipientes cerámicos, recipientes para el transporte de alimentos, contenedores de cerveza, colmenas (kaffo en amárico), escudos, cuchillos, puntas de lanza, monedas, collares, etc. (Figura 11).
Todo ello forma un vívido relato sobre una parte de la Etiopía preindustrial en el siglo XIX, en un momento en el que las potencias europeas se disputaban el continente y tenían puesto todo su interés en las materias primas y todo tipo de recursos, humanos incluidos. El propio Borelli escribió: “El oro, la algalia [okra] y el marfil, en condiciones actuales, son los únicos productos autóctonos que merecen la pena exportar” (Borelli, 1890: 404).
Otros libros de la biblioteca Tomás Navarro Tomás sobre Etiopía, escritos en el siglo XIX, son: Les chroniques de Zar’a Yâ’egôb et de Baeda Mâryâm, rois d’Ethiopie de 1434 a 1478 traducidas por Jules Perruchon. Este vio la luz en 1893, y Chronique de Galâwdêwos, Claudius, Roi d’Ethiopie de William El. Conzelman. Este se publicó en 1895.
Si queréis conocer parte del fondo de la BTNT (recursos electrónicos incluidos), hasta la fecha, os dejamos la búsqueda. Haced clic en el siguiente enlace: https://bit.ly/3hUtQEP
¡Buen viaje!
Texto: Salomé Zurinaga Fernández-Toribio
(1)Guindeuil T. (2014): “L’ivresse et le flacon. Collections ethnographiques et histoire de la culture matérielle du boire en Éthiopie (XVIe - XXe siècle), Gradhiva [En ligne], 20 | 2014, mis en ligne le 01 octobre 2017, URL : http://journals.openedition.org/gradhiva/2896 ; DOI : https://doi.org/10.4000/gradhiva.2896 [Consultado el 26 julio de 2021].
(2) Garcin F. (1980): “Un notable français du Caire à la fin du XIXe siècle”. In: Revue de l'Occident musulman et de la Méditerranée, 30: 71-99. DOI : https://doi.org/10.3406/remmm.1980.1890. www.persee.fr/doc/remmm_0035-1474_1980_num_30_1_1890 [Consultado el 20 de julio 2021].