Como ya se ha tenido ocasión de ver, la Exposición Internacional de Barcelona (EIB), la segunda que tuvo lugar en la Ciudad Condal, se inauguró en la primavera de 1929, cuando habían pasado casi tres lustros desde la última muestra (San Francisco, EE. UU., 1915), con la Gran Guerra entre medias. Por la EIB circularon, según las cifras oficiales, casi seis millones de visitantes, que disfrutaron de una remozada y modernizada Barcelona, que había sido transformada por vanguardistas arquitectos y artistas españoles. Sobre ella y su convulso contexto económico social se han escrito copiosas investigaciones, aunque aún hay varios aspectos inéditos que se deben estudiar.
Uno de ellos, por ejemplo, pasaría por analizar detenidamente los miles de objetos seleccionados y expuestos en el majestuoso Palau Nacional (hoy sede del Museu Nacional d'Art de Catalunya), situado en lo alto de la montaña de Montjuïc, y del que sobrados y merecidos estudios se han hecho. Parte de ese análisis de contenido aún aguarda inédito –y a veces virgen– en los miles de documentos que forman parte de los expedientes administrativos que actualmente se custodian en los archivos Històric y Contemporani de Barcelona, y que paulatinamente van viendo la luz, como la reciente exposición Un viatge fotogràfic: la construcció del Poble Espanyol.
Precisamente ese contexto, por no desviarnos mucho del tema que nos ocupa, se sitúa el grueso de la colección fotográfica con sign. EXP del Archivo del CCHS del CSIC, de cuyas 93 cajas, 82 pertenecen a objetos mostrados en la EIB. En dicha colección, además de otros cientos de imágenes que se dispersaron tras su ingreso al CSIC –como tendremos ocasión de comprobar más adelante–, se conservan casi 7 500 positivos de época, de los que actualmente se halla digitalizada la mitad.
La EIB se sustentó en tres grandes ejes: la industria (especialmente la eléctrica), el deporte y el arte. Este último, titulado como El Arte en España, fue precisamente el que congregó los miles de objetos del arte nacional, provenientes de las instituciones más importantes de toda la geografía española, y que testimoniaban un legado artístico propio y centenario, de ahí que se reuniesen objetos de todas las formas y técnicas posibles (pintura, escultura, arquitectura, literatura, orfebrería, tapicería...) y de todas las épocas. El entonces Centro de Estudios Históricos (CEH) de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), a través del citado Gómez-Moreno, participó en la organización de dicha muestra.
Quizá por ello, y por la creación del pionero Fichero de Arte Antiguo (FAA) una década atrás (vid. Cabañas, 2015: [231]-252), en 1940, finalizada la Guerra Civil y heredadas las funciones de la antigua JAE en el CSIC, el Instituto Diego Velázquez (IDV) recibió el ofrecimiento de la Junta de Museos de Barcelona de clichés y copias fotográficas de la EIB, «más baratas que otras instituciones e igualmente buenas», al precio especial de «7 pesetas».
Pero poco después (1943), aunque ahora hace ocho décadas, el Director de Arte y Conservador del Palacio Nacional, y antiguo Secretario de la EIB, don Joaquín Montaner y Castaños, ofreció en venta las copias de los clichés que, de las obras y objetos de la Exposición, se habían hecho «especialmente para [su] propiedad y pertenencia», para atestiguar el estado de conservación de los objetos recibidos en préstamo, y la elusión de posibles responsabilidades. Así que, pasados 13 años de la clausura del certamen, y por no poseer «elementos y espacio para clasificarla, ordenarla y conservarla», se había decidido a desprenderse de las 35 000 fotografías por 90 000 ptas., que equivalía a una quinta parte del precio habitual, según los datos ofrecidos por él mismo sobre la Casa Ruiz Vernacci.
En los documentos aquí enlazados, recuperados de una carpeta miscelánea de «correspondencias y facturas» del IDV –que pasa casi desapercibida por estar acompañada de cinco copiosas carpetas sobre el expediente del simpar Catálogo monumental de Gómez-Moreno–, se pueden seguir pormenorizadamente algunos de los detalles de la venta, pero baste decir por ahora que aquellas imágenes no sólo retrataban la mayoría de los «objetos instalados» en la EIB, sino que también incluían «detalles esenciales de muchas de las obras» que por primera vez habían sido reproducidas.
El CSIC acordó la compra sólo unos días después, el 10 de marzo, y con intermediación de Felipe Mateu y Llopis, director de la Biblioteca Central de la Diputación Provincial de Barcelona, se completó la recogida, el recuento y el envío a Madrid un día como hoy, 23 de abril (Fiesta del Libro), a las 4 de la tarde, cuando viajaron las «cerca de 36 500» fotografías por tren, guardadas en 10 cajas reforzadas expresamente para la ocasión, por un carpintero que cobró 245 ptas.
Tras el recuento de la época, se llegó a la conclusión de haber adquirido 36 354 fotografías, además de 50 cajas de clichés de 18x24 cm y 12 libros. Y después de entrecruzar dichas copias con las entradas de la guía/catálogo de Gómez-Moreno, se concluyó que se tenían fotografiados 3359 objetos de los 4899 recogidos en ella, por lo que faltaba poco más de una tercera parte.
Como ya se ha explicado, aquellos 36 000 positivos pasaron a engrosar la colección fotográfica del CSIC, que fueron lógicamente destinados al FAA, que mantuvo su nombre tras la creación del IDV (aunque también se denominó, según Cabañas (2015: 251), Fichero Artístico o Fichero Artístico Nacional; Fichero/Archivo Fotográfico; o Fototeca del IDV). Es importante destacar que aquella remesa comprada a Montaner prácticamente duplicó el número de ítems con los que contaba el IDV en 1940 (op. cit.: 250).
Sin embargo, en vista de que las prácticas archivístico-bibliotecarias no eran como las actuales, pues aún tendrían que pasar dos décadas más para la formulación de los Principios de París (1961), aquellas miles de fotografías se ‘desgajaron’ de su serie documental primigenia, y se fueron intercalando entre los dos grandes grupos en los que, según las Memorias del CSIC de 1943, ya se organizaba el FAA (uno dividido por artes, ordenadas por períodos y regiones; y otro de Arqueología, clasificado por épocas; cf. Cabañas, 2007: 341). Así, los objetos escultóricos se agruparon entre sí, y lo mismo se hizo con los pictóricos, los textiles, la orfebrería, los manuscritos, etc.
Por ello, y en vista de que sólo unas 20 000 fotografías venían montadas en un cartón rígido, en cuyo vuelto venía impresa su filiación completa, el IDV hizo lo propio con algunas de las 15 038 copias que se entregaron sin montar, en cuyos anversos sólo se indicaba el número de la guía/catálogo de Gómez-Moreno. Y como en los anteriores, en los cartones mandados a hacer expresamente por el IDV, se incluían –impresos en el vuelto– espacios reservados para la identificación de la imagen. Quizá se mandaron a hacer en dos momentos diferentes, pues se han encontrado dos modelos, uno en cartón más tosco y oscuro, con un sello en seco sin identificar (más probablemente de un impresor que de un fotógrafo, pues ya se contaba con los positivos); y otro en uno más delgado y claro.
Huelga explicar que en un gran archivo como el nuestro –que aún sigue creciendo–, todas las colecciones están inventariadas, aunque la catalogación exhaustiva y la digitalización se van acometiendo paulatinamente, según las necesidades identificadas. Y éste era el caso de la colección de fotografías guardadas, desde 2010 y con la instalación definitiva del CCHS en su nueva sede, con la sign. EXP, donde después de varios años se han vuelto a reunir algunas de las fotografías de la EIB, y de otras muestras como las de la Exposición Histórico Europea de Madrid (1892), la Exposición Franciscana (Madrid, 1927) Exposición de Orfebrería y Ropas de Culto (1941), o la Exposición de Arte Sacro (1986).
Con todo, como ya se ha indicado, el grueso de las cajas EXP contienen positivos de los comprados a Montaner, unos 7 500. A día de hoy (23 de abril), se han digitalizado 3 045, de las que sólo se tenían contabilizadas 912. Y estas imágenes analógicas, contando los rectos y vueltos, los ficheros de preservación (TIF), de difusión (JPG y PDF), y los derivados (con recto y vuelto, las cajas completas, y los documentos agrupados), suman 16 282 objetos digitales.
En esta entrega, con motivo de la Fiesta del Libro, se presenta un centenar de manuscritos (constituidos por 5304 objetos digitales individuales), pero progresivamente se irán cargando el resto de maravillas artísticas que se reunieron y fotografiaron por primera –y/o única vez– hace casi ocho décadas.