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JOYAS UTENSILIO

El abanico o abanillo en la documentación serrana y candelaria


Sequeros

     Siglo XVIII. 1733-1764


     En Sequeros un mismo abanico aparece registrado dos veces con una diferencia de treinta años. Primero en las capitulaciones de Francisco Berrocal Montero y Margarita Sánchez Palomino, año 1733, donde figura «un avanico fino de tafetán en 10 reales»719. Después, en el inventario de Agustina González, viuda del mismo Francisco Berrocal, en 1764, al año de la muerte de este escribano, se mencionan, entre otros bienes, «dos abanicos viejos»720 (uno de ellos sería el descrito más arriba).


     A lo largo de estos años, hemos visto citados abanicos de seda y abanicos finos de tafetán; de seda y hueso; con varillas de plata y otros dorados; abanicos de diferentes colores, grandes, del uso (sic por ordinarios o comunes), nuevos, mediados, más que mediados y viejos (que son las clasificaciones sobre el estado de conservación). Abanicos buenos y de «todas clases». Casi siempre se mencionan dos ejemplares en cada inventario y, en los casos más espléndidos, seis y hasta siete. Los abanicos de calidad ordinaria se aprecian entre 4 y 6 reales la pieza. Los de calidad entrefina o fina, entre 10 y 12 reales por unidad, y los de calidad extraordinaria pueden oscilar entre los 50 y los 60 reales en el siglo XVIII, alcanzando en el XIX los 80 reales.


     En varias fotografías de aparato que conservamos de parejas, grupos, o señoras solas, de Candelario, Mogarraz y la Alberca, entre los años 15 y hasta mediados de los 30 del pasado siglo, la mujer aparece con el abanico como joya utensilio de manos y también, alternando la sombrilla con el abanico, elementos representativos de lo luminoso, cálido y alegre. Estas escenas se contraponen a aquellas donde la mujer recatada y piadosa se muestra con el misal y el rosario, o hacendosa con la rueca y las labores de costura y el bordado, eterno estereotipo femenino de la mujer de provecho, en su casa o a la puerta de ella.




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