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TESTIGOS POR SIGLOS

LA CUCHARA Y EL TENEDOR O «EL MACHO Y LA HEMBRA»




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     Siglos XVII-XVIII. 1640-1792


     En Cepeda en inventario de 1640, se menciona «una cuchar de plata y una taça de plata con su Xesús en medio, aumado el cerco»400. Por la descripción del documento parece que las dos piezas hacían servicio juntas.


     Entre todos los ejemplos de Cepeda, el documento más interesante corresponde al inventario del Licenciado Manuel Pérez de Torivio, presbítero, año 1690, donde se enumeran «dos cucharas medianas y tres pequeñitas y macho y hembra [sinónimos populares de cuchara y tenedor], con su cadenita de broche, todo de plata»401.


     En algunos casos, es imposible deslindar si se trata de una joya-utensilio de las de poner al cuello o a la cintura en viajes y celebraciones, donde hay que quedar bien, o es una pieza sólo de mesa. Así, en inventario de Francisco Sánchez de Esteban, 1696, se menciona «otra caxa sin tapadero con dos cucharas coloradas y otras dos de alquimia y otra de madera», junto a «escarbador de plata y una higa grande de azabache»402.


     En inventario de 1698, «una cuchara de plata»403.


     En el capital de la hija de Manuel Hernández, año 1710, se aprecia «una cuchara de plata en diez reales»404. En 1715, «una cuchar de plata», junto a «escarbadientes, anusdeíto y jarrillas de plata»405.


     En 1719, se describe «una cuchar de plata y un barquillo aconchado en 15 reales»406. En ese mismo año, «tres cucharas de plata [junto a] un baso de plata con encaje407.


     En 1723, figuran «tres cucharas de plata [junto a] un barquillo con dos asas, ancho»408.


     En inventario de 1743, se menciona «una cuchara de plata y un tazón de pie, de plata ahumada»409. En el de Catalina Sánchez, en 1765, «dos cucharas de plata mediadas», junto con rosario y barquillo, como piezas de brazalera410.


     En esa misma villa de Cepeda, se cita en otros dos inventarios «un cuchar o cuchara de plata», junto a una taza de lo mismo y «dos cucharas de plata» con «barquillo y baso de plata» en 1792411.


     En estos últimos ejemplos, se nombran a veces juntos la cuchara y el barquillo o bernegal como piezas de camino y para causar buena impresión en los viajes, colgando del ceñidor de la mujer o del cinto del hombre412.


BERNEGAL, BARQUILLO, BARQUILLA, BARQUERILLO, TEMBLADERA




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     Siglo XVII. 1685-1801


     En testamento del año 1685, figura en manda una «taza de plata ahumada con el nombre del Señor Antonio de Belasco», grabado en los bebederos o en el pie de esta pieza, que se cita juntamente «con una espada y 20 piezas de bajilla de talabera azul»430.


     En el entero de Isabel Matheo, año 1687, figura «un bernegal de plata y dos escarbadientes en 3 onzas, 39 reales»431.


     En los casos donde aparecen el nombre, las iniciales o una leyenda grabada en la joya por encargo al platero, como sucede, a veces, en las esquilitas, se dan dos fórmulas según la función a la que van destinadas, la de donación sagrada: «diolo de limosna», o «dio a esta iglesia», o la de posesión en primera persona: «soy de fulano», o proclamando «viva mi dueño».





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     Siglo XVII. 1640-1698


     En inventario de 1640, entró, entre otros bienes y alhajas, «una taça de plata con su Xesús en medio, aumado el cerco, mediano»452.


     En inventario del año 1649, figura «una taça de plata de pie, aumada, más otra taça llana con un Xesús»543. En inventario de Francisco Conde, de Francisco Cordera, consta «Un barquillo de plata de pie»454.


     En el año 1660, se describe en inventario de Francisco Felipe «un barquerillo de plata, empeñado»455.


     En el de Francisco García y su muxer María Velasco, año 1657, «una taça de plata con una venera en el hondón, la venera es dorada. Más un Vernagal de plata dorado y esmaltado en el hondón»456. Aquí se expresa la posibilidad y costumbre de guarnecer con un motivo decorativo el hondón de ambas variantes, taza y bernegal.


     En 1671, figura en el inventario de María Sánchez «un barquillo pequeño de plata»457.


     En 1682, en el inventario del Licenciado Juan Gómez Blanco, se describe «un barquillo grande, acanalado, de plata y más un salero de plata con su salpimentero y tapón, y un barquillo, todo de plata, más tres almoadas de corazones de caparrosa. Un Barquillo de plata liso. Un arcabuz viexo»458. La primera parte de este ajuar parece referir a vajilla de mesa o de comedor y el barquillo citado al final, a una pieza de viaje.


     En inventario de Lucas González, año 1685, se tasó «un barquillo de plata aconchado, de los de seis reales». Aparece, pues, este precio como marcando una tipología entre varias establecidas459.


     En testamento de Marcos Xil, año 1690, se describe «un Barquillo de plata abollado»460.


     «Un barquillo ampollado grande y quatro barquillos lisos […] con su cadenita de broche, todo de plata, y dos basos lisos que encaxan, de plata», forman parte de las alhajas en el inventario del Licenciado Don Manuel Pérez de Torivio, Presbítero, año 1690461 (la cursiva es mía). Vasos de encaxe, encaje o que encaxan, como bien explica y muestra Cruz Valdovinos462; variante conocida también como basos restrañidos, según indica Sanz Serrano463. Esta es la hechura machihembrada que reconocemos en los barquillos-testigo que conservan las casas consistoriales de La Alberca y Mogarraz.


     En almoneda del año 1695, se tasó «un barquito de estaño en 4 reales y medio»464.


     En inventario de Juan González, consta «un barquillo de peltre estañado», año 1695465.Queda patente el uso de esta pieza que «se salía» y, para devolverla a su uso, hubo necesidad de restañarla. El peltre nunca se pensó como material suntuario, sino para un uso ordinario.


     En inventario de Antonio Sánchez, año 1695, se pesó un «varquillo de plata de pie en 5 onças y 1 adarme»466.


     En inventario de Francisco Sánchez de Esteban, Moço, año 1696, se describe «un barquillo labrado, dicen llano [sic por liso]»467. De nuevo en Cepeda, mientras estaba teniendo lugar el inventario de bienes en la casa del difunto, Francisco Sánchez de Esteban, somos testigos al leerlo, hay un lapsus en la descripción de la pieza por parte de los tasadores al cantar las características de la joya al escribano, pentimento que queda fielmente registrado (y error corregido) con una sensación de escalofriante inmediatez.


     En 1698, inventario de Pedro Blanco, constan «dos varquillos de plata, el uno grande, el otro pequeño, uno sin un asa»468.


     En ese mismo año, en almoneda de los menores de Luis de Francisco Sánchez, se tasaron «dos barquillos de plata en 25 reales de vellón»469.





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     Siglos XVII-XVIII. 1690-1788


     En el archivo parroquial de San Esteban de la Sierra, se registran tres ejemplos en el tipo de vaso-bernegal con una función votiva. El primero de ellos en las Cuentas de la Ermita de Nuestra Señora de la Leche, de 1681529, año 1690: «un bernagal grande de plata con un botón en medio». Creemos que la misma pieza vuelve a repetirse en inventario de 1735, descrita ahora como «Basso de plata grande con dos asas y en medio un Botón, pesa 7 onzas»530. Finalmente, en el inventario de alhajas de Nuestra Señora de la Paz (también en San Esteban de la Sierra), año 1788, se cita el tercero: «un vaso o bernegal de plata», en ese caso en la ermita de Nª Sª de la Paz531.


     En San Esteban, el vaso-bernegal tiene una presencia documentada de 98 años, siempre como manda votiva y perteneciente al ajuar de imágenes advocacionales de Nuestra Señora.





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     Siglos XVII-XVIII. 1671-1734


     En el año 1671, en inventario de la viuda del pintor Francisco del Mercado y mujer en segundas nupcias de Domingo Hidalgo, figura entre otras joyas «un bernegal de plata»532.


     En el inventario de Juan de Tapia, vecino de Rollanexo (Ledesma), se tasan en 1695 «una Taza de plata con un Xesús en medio, en 14 onzas y una campanilla de plata con su cadena de lo mismo»533.


     En el año 1704, inventario del Licenciado Don Pedro de Frías, Alcalde Mayor de esta villa, se describe «un bernegal grande, acanalado, con un botón en el medio, su pie y dos asas»534.


     En inventario del año 1725, consta «un bernegal de plata liso, de pie con dos asas, que pesa 4 pesos»535.


     La vida de estas 10 piezas ocupa en la villa de San Martín un registro documental de tan solo 63 años.





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     Siglo XVII. 1658-1699


     En testamento del año 1658, Juan Martín de Lucía declara: «[dejo] a mi hija, un bernagal de plata que yo tengo»537.


     En inventario de María Sánchez, figura en 1661 «un bernagal de plata y una vuelta de gabanjas con quinze gabanjas y zinco piezas de plata»538.


     En el inventario de Juan Rodríguez de Arriba, constan en el año 1662 «dos barquillos de plata ordinarios y una tembladera de plata»539.


     En el de Juan Rodríguez, año 1692, se describen «onze onzas de plata labrada con más una quarta [de peso] en cuatro bernegales de Sevilla»540.


     Con el reconocimiento de la procedencia (sevillana) de esta pieza, subrayaba el tasador la calidad singular de su hechura que la acreditaba como de esa ciudad andaluza desde la que se embarcaba entonces para las Américas y donde esos bernegales se vocearían como inmejorable producto de matalotaje. Estos cuatro bernegales sevillanos y el barquillo aconchado «de los de seis reales» que se cita en 1685 en Cepeda, entre los bienes de Lucas González, son los dos únicos ejemplos donde, de alguna manera, las piezas –una por su procedencia y otra por su precio– tienen marcada su tipología y su identidad diferencial por unas características que las debió de hacer inconfundibles.


     En inventario de Juan Berrocal, año 1697, figura «un vernagal acanalado grande de plata»541.


     «Dos bernegales de plata» se citan en inventario de Antonio Anaya, año 1699542.





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     Siglos XVII-XVIII. 1666-1703


     En el año 1666, se tasó en inventario «un barquillo de plata en 108 reales»547.


     En 1671, figura, sin más, «un barquillo de plata»548.


Figura 17D
Inventario de Sotoserrano de 1671. Entre varios enseres de la cocina y del “campo-casa”, del uso diario, o de aparato (calderos, garrafas, escriños, cestos, cedazos, barreñones, pucheros y vasos de peltre, de alabastro y vidrio, blanco o negro) se enumera “un barquillo de plata” (AHPS. Prot.6299, f.56).

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     En 1675, en el inventario de Domingo Martín de Andrés, se cita «una taça de plata»549.


     En el año 1693, «una taça de pico de plata pesó 17 onças [y se tasó en] 293 reales y 8 maravedís»550.


     Finalmente, se cita en inventario del año 1703 «un bernegalito de plata»551.


     El bernegal tuvo en esta población de Sotoserrano una corta vida documental de tan sólo 37 años con 5 ejemplares. Hay una notable diferencia entre la tasación de un barquillo en 108 reales y la taza de pico [¿jarra?] en 293.





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     Siglos XVII-XIX. 1693-1805


     El licenciado Don Antonio Hernández Robles, Presbítero [cura]/teniente de Aldea del Conde (actual Villanueva), declara ante el escribano de Sequeros en el año 1693 la siguiente manda: «Dispongo que se dé una taça de plata, que pessa 8 onzas, para la Parrochial de Aldea del Conde»552.


     En el inventario de María Sánchez Maldonado, año 1772, consta «un vernagal de plata»553.


     Por último, en 1805, en el testamento de Diego Sánchez ante el escribano de Miranda, fue tasado «un vernagal de plata en 30 reales»554.


     Estas 3 joyas, tuvieron en esta población una vida documental de 112 años.


     Ante la confusión que producen algunos textos sobre los términos bernegal/ barquillo/ tembladera, con divergencias, si no contradicciones, en la descripción de muchas de las piezas inventariadas (tratándose de espacios distintos, tiempos sincrónicos y diacrónicos, sucesivos tasadores y tantos escribanos555), surgen dudas sobre la certeza de dejar establecida una taxonomía segura, contrastando entre texto y joya-testigo, las semejanzas y diferencias de sus elementos formales, la escasez de piezas conservadas actualmente y la proliferación (y volubilidad) de denominaciones cruzadas en estas poblaciones. Tres términos predominantes y la duda de si los documentos trasladan al lector sólo sinónimos, deslizamientos, variantes de una misma pieza, o se trata de joyas diferentes.


     Hemos registrado en estas 11 poblaciones 169 piezas a lo largo de 207 años de existencia documentada.


ESCARBADOR, ESCARBADIENTES, MONDADIENTES, PAJUELA Y BARAJA DE ESCARBAR




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     Siglo XVII. 1687


     En el entero de Isabel Matheos a su hijo, Juan del Tablado, año 1687, se tasaron «un bernegal de plata y dos escarbadientes [que pesaron] 3 onzas], en 39 reales»561.





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     Siglo XVII. 1660-1698


     En inventario de María Sánchez, figura en el año 1660 «un estuche pequeño con un escarbador»562.


     En dote de 1666, se describe «un escarbadientes de plata, una echura de una cruz pequeña engastonada en plata, en un hilo de sartas con trece gabanzas medianas y menudas, siete piezas de plata, seis lisas, la otra labrada como cascabel»563. En este mismo año constan en una dote «treze gabanças medianas y menudas, siete pieças de plata, seis lisas, la otra labrada como cascabel y un escarbadientes de plata y una echura de cruz pequeña, engastonada en plata en 30 reales»564.


     En carta de dote de 1671, figura «un agnus y escarbador, tasado en 30 reales». Ambas piezas se mencionan como si fueran una única cosa, o una, elemento de la otra565.


     En carta de pago de Bartolomé Sánchez a su mujer, se tasó «un rosario de azabache con una pajuela de plata en ocho reales», año 1680566.


     En el inventario de Francisco Sánchez de Esteban, año 1696, figuran, entre otras joyas, «un escarbador de plata y una higa grande de açabache»567.


     En el inventario de María Blanco, año 1698, «entra en el hilito de la muchacha un escarvador de plata en 3 reales [junto con] agnus pequeñito, ocho corales y ocho piedras»568.





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     Siglo XVII. 1669


     En el año 1669, en contexto de otras prendas de mujer, figura «un escarbador, digo mondadientes de plata en forma de corazón»569. Debemos destacar este pasaje por el pentimento del tasador que, al confundir el mondadientes con el escarbador, nos aclara los dos usos distintos, uno para la boca y el otro para los oídos570.





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     Siglo XVII. 1687-1694


     En el inventario de Domingo Rodríguez Palomino, año 1687, se describe «un escarvador y dos almendrillas y un arillo de plata». Parece que se están describiendo tres piezas sueltas571.


     En el testamento de Pedro Sánchez, año 1694, figuran «tres escarbadores de plata en hilo con dos gabanzas de coral gordas, quince piedras de christal, dos medallas de plata y coral engastonado y otras niñerías de poco valor». No aprecia el tasador valor estimable en este collar572.





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     Siglo XVII. 1681


     «Un Rosario blanco con un escarbador de plata, en 12 reales» se cita en inventario de 1681573. Claro ejemplo de ambivalencia y practicidad: una joya-utensilio en una pieza de devoción.


EL ABANICO O ABANILLO




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     Siglos XVII-XIX. 1673-1859


     En la villa de San Martín del Castañar, inventario de Francisco López, año 1673, se describen entre otros bienes y alhajas «dos abanicos, uno con barillas de Platta, más que mediados»715.


     En esta villa episcopal se cita, entre los bienes del Alcalde Mayor, licenciado don Pedro de Frías, en 1704, «un abanico bueno [junto a] una medida de Monserrate»716.


     En el año 1805, se tasan «dos abanicos en 8 reales»717.


     En la dote que otorgó don Antonio de Moreta a doña Petra de Moreta, de San Martín del Castañar, ante el escribano de Casas del Conde en 1859, figuran «cuatro abanicos, en 30 reales»718.


RELOJ Y ESPEJO DE FALTRIQUERA Y OTRAS VARIANTES




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     Siglo XVII. 1674


     El ejemplo más antiguo de reloj como joya-utensilio en la Sierra de Francia, año 1674, corresponde a San Martín, villa casi siempre adelantada a la novedad y las modas, y está documentado en inventario de Juan Sánchez de María, carpintero de oficio, si bien en este caso se trata de un reloj de sol portátil: «Un relox de sol con su caxa de castaño en una bolsa de Badana»750. Podría así su dueño ponderar mejor el tiempo dedicado a cada encargo, en su taller o fuera de él.


     Vemos que de los ejemplos registrados en la Sierra de Francia y Candelario, seis se especifican como «de faltriquera o faldiquera», apreciados en 30, 60, 80 y 700 reales respectivamente; otros dos son relojes de sol portátiles (uno de latón y el otro de estaño), y existe además la variante denominada «de campanita», quizá de mesa o mesilla, apreciada en 40 reales. Dos de los relojes pertenecen a clérigos prebendados, uno de ellos canónigo albercano en Ávila y el otro beneficiado en Miranda; dos, a escribanos, uno más a cirujano y al menos otro, a un arriero, descendiente del choricero de Candelario, Pedro Rico, inmortalizado por Bayeu. La presencia en estas comarcas salmantinas de esta pieza es tardía, escasa y propia de minorías elitistas, salvo en el caso del carpintero de San Martín.


     Que se denomine de faltriquera y no de bolsillo, de chaleco, o de chaqueta hace pensar en una joya de preferente adscripción femenina; quizá no tanto por quedar guardada en faltriquera sino porque se colocaba a su altura, colgando de la cadena del ceñidor. Dos ejemplos de los de faltriquera, el más visible con armación esmaltada, se muestran sobre el sayo o guardainfante de María Teresa de España, de mano de Velázquez751. Según Julián Gállego (1990:406-408) «por uno de estos retratos de la infanta, acaso una réplica de taller de nuestro pintor, cuyo objeto era conocer las facciones de la posible novia de un soberano, se pagaron tan sólo cincuenta reales»; bastante menos del precio en que fueron tasados algunos de los seis relojes de faltriquera que documentamos aquí.


     El reloj de cadena o leontina, de uso indistinto, suele prenderse de un ojal o aujal del chaleco en el hombre, mientras en la mujer esta cadena da la vuelta al cuello y cae sobre el pecho; también puede colgar del ceñidor. Posteriormente, y por extensión, se dice de cualquier cadena de reloj y de abanico. El reloj con leontina abunda en fotografías de aparato del siglo XIX y primera mitad del XX.


     En lo que en los Siglos de Oro se conocía como «el dibuxo» o «hacer el dibuxo», subgénero literario para describir de manera idealizada e hiperbólica los rasgos de la mujer desde la cabeza hasta los pies, se utiliza el símil del reloj y la manera, acompasada, en los andares:


     

Son tus pies dos relojes,
Que cuando andas
Ni se atrasan un punto
Ni se adelantan752.


     Actualmente los andares de las modelos para desfilar en pasarela, diríamos tan reivindicativos y caballunos, irían poco acordes con los del topos clásico de la femineidad ideal, suaves y acompasados como relojes753.


     Para concluir este capítulo, conviene tener en cuenta una variante de joya-relicario en hechura y guarnición de reloj, generalmente de plata, sacralizada en los siglos XVIII y XIX con las cifras de «JHS» y «MARÍA», grabadas en una o en las dos portezuelas y conteniendo en su interior, tras las vidrieras, imágenes santas, o reliquias. Salvo la maquinaria, estas joyas-utensilio mantienen los elementos de un reloj de bolsillo o de faltriquera: asa, cebolleta o corona y la tarabilla para cerrar. De esta variante de reloj a lo divino, moda eclosionada en el Siglo de Las Luces, quedan piezas-testigo en la Sierra de Francia.


     Dos deliciosos ejemplos de reloj a lo divino, de pormenorizada descripción, aunque quizá como variante de mesa y no de faltriquera, se encuentran en la Testamentaría de Isabel la Católica:


     

Vn rrelox de oro pequeño de aguja, que tiene de la vna parte a nuestro Señor con la cruz a cuestas, con una rropa de rosicler, e de la otra parte, nuestra Señora de la Piedad, que pesó tres ochauas de ley de 16 quilates de hechura vn ducado. Otro tal rrilojico de oro, que tiene de la vna parte la salutación [sic por Anunciación o Embaxada del ángel] e al derredor vn cayrel de oro tirado, esmaltado de blanco e rrosicler, que pesó tres ochauas e vn tomín de ley de 20 quilates. Apreçiose la hechura en vn castellano. Este rrilojico se vendió a Garçilaso de la Vega (De la Torre 1968: 21)


LAMINA XXI
Reloj-relicario compartiendo brazalera con otras variantes, escarbadientes, firmeza, cruz de Oviedo, medallas, truchas, etc. (c. 1975) (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto).

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TIJERAS, NAVAJA, ALFILETERO, DEDAL Y OTRAS FRIOLERAS




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     Siglo XVII. 1657


     En el año 1657, en inventario de Pedro Curto, se describe «un cestito pequeñito de la costura con su almoadilla»785.





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     Siglo XVII. 1664


     En inventario de Francisca, viuda de Antón de Anaya, año 1664, se describe «una caxa tabaquera de plata»795.


     Que en varios documentos dotales se regale una caja para tabaco nos hace pensar, una vez más, en la posibilidad de que esta costumbre, propia de mujeres en puntos muy concretos del norte y noroeste peninsular, estuviera implantada también aquí entre las serranas.


EL CHUPADOR




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     Siglos XVII y XIX. 1624, 1809-1842


     En el año 1624 en el Libro de Alhajas del Niño Jesús, correspondiente a la parroquial de San Miguel, en Monforte de la Sierra, consta «primeramente el tanvoril con sus sonaxas [...] más una chupadera»818; piezas del ceñidor y dijero del Niño Jesús vestidero, titular de esa cofradía.


     En inventario de 1809, se describe «una cinta de seda con una higa engastonada en plata y una chupadera de cristal, también engastonada en plata y dos escapularios nuevos, en 16 reales, y una cinta con una mano de tejo engastada en plata»819.


     En inventario del año 1830, se cita «una chupadera en cristal engastonada en plata»820.


     «Una chupadera de cristal engastonada en plata», entre otros dijes, consta en el Inventario de Alhajas del Dulce Nombre de Jesús de 1831821. Posiblemente, esta chupadera sea la misma que consta en el inventario arriba citado.


     Finalmente, en inventario de don Feliciano Luengo, año 1842, figura «un dijero de niño, en 20 reales»822.


ESQUILITAS O CAMPANILLAS




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     Siglo XVII. 1669


     En inventario de Pedro Felipe de Andrés, año 1669, figura «una campanita pequeñita de plata lisa»849.





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     Siglo XVII. 1690


     En inventario de 1690, se cita «una campanilla de plata»857.


     En ese mismo año 1690, en inventario de Juan Tapia, vezino de Rollanexo, en tierras de Ledesma, se describe «una taza de plata con un Xesús en medio [que pesó] 14 onzas, más una campanilla de plata con su cadena de lo mismo» 858.





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     Siglo XVII. 1675-1689


     En inventario del año 1675, figura en Sotoserrano «una esquilita de alquimia» 862. En inventario de 1689, se cita «una esquilita»863.


CASCABEL Y CASCABELERA




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     Siglo XVII. 1662-1698


     En inventario de Antonio Ahumado se describe, en el año 1662, «un cascabel de plata viejo, quebrado y una abellana vieja de plata y una perita de plata nueva y una piedra engarçada en plata»869. Concisa y certeramente reconoce el tasador estas cuatro piezas –cascabel, avellana, perilla y piedra– que tienen la plata como esencia, envoltorio y guarnición, pero sobre todo como elemento común y unificador. Tres alhajas de plata y una cuarta de piedra con guarnición de plata; de una de ellas se da su quebrado estado de conservación. Esta piedra de virtud, si por su color era de las conocidas como de leche, favorecía la buena lactancia del niño; si de sangre, se suponía con el don de librar de males puerperales a la recién parida. Si finalmente esa piedra poseía ambos colores, se creía contenedora de esas dos propiedades y era denominada de lechisangre. No se especifica en el documento si estas piezas figuraban como extremos en hilo, vuelta, gargantilla, argolla, dijero o brazalera; probablemente estaban sueltas y descabaladas y, por ello, no puso precio en este lote el tasador. No acertamos a saber aquí si valoró la avellana por los años y perdonaba su vejez por ser de plata, como la perita, que era nueva, o si aquel cascabel viejo quedaba en chatarra por quebrado ¿Por qué criterio se rigió el tasador en el inventario de Antonio Aumado para omitir el precio en ese lote? ¿Las joyas debían subir o bajar de valor por nuevas, o por antiguas? ¿Se confundía entonces (como ahora) lo antiguo con lo viejo?


     

Cascabel de plata viejo,
vieja avellana de plata,
perita de plata nueva
y piedra en plata engastada.


     En inventario de Pedro Blanco del año 1665, consta «un cascabel de plata labrado, despegado; pesa una onça»870. En escasas ocasiones se proporciona el estado técnico de una pieza que formaría parte de una vuelta o de una argolla. En este caso, quizá estuvieran separadas el asa y la reasa, o había fallado la soldadura del cordoncillo central entre los dos medios cascos que conforman el cascabel.


     En dote de 1666, son descritas «treçe gabanças medianas y menudas, siete pieças de plata, seis lisas, la otra labrada como cascabel»871.


     En inventario de Bartolomé Xil, año 1686, se enumera «un cascabel grande de plata»872.


     En la dote de Catarina Sánchez que casó con Francisco Guinaldo en 1690, entraron, entre otros bienes y alhajas, «un cascabel ahumado y dos perillas pequeñas de plata [¿de oler?]»873.


     En testamento de Marcos Xil, año 1690, se deja en manda «un cascabel de plata labrado que pesó una onça y media quarta»874.


     En 1691, se describe en inventario de Marcos Hernández Montero «un Cascabel de Plata labrado y listón colorado, traído [sic por usado]»875. Hace hincapie el tasador en el uso, bastante maltratado, del listón del que cuelga la pieza.


     Lo mismo sucede en el inventario de Francisco Sánchez, año 1680, donde figura «un cascabel de plata usado, con su listón»876.


     «Un cascabel de plata aumado» entra en inventario de Juan Sánchez, año 1698877.





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     Siglo XVII. 1600


     «Una Argolla de plata de las de poner las mujeres al cuello, con una pieça como cascavel en ella puesto»898. En este temprano testimonio de la presencia del cascabel, o «pieça como cascabel», en el Sotoserrano del año 1600, se indica la rareza (o la singularidad) de una fórmula cuya hechura, parece, estaba identificando sin seguridad su tasador. Se confirma en este documento la solitaria ubicación de la joya en el cuello de su dueña como un único (y suficiente) extremo, no colgando de un hilo (que es lo que hoy consideraríamos por tradicional y preceptivo), sino pieza «de las de poner» en argolla. Alhaja renacentista que, según demuestra este texto, era entonces de uso cotidiano en esta apartada aldea serrana.


     Son, pues, siete las poblaciones con documentación sobre el cascabel y las cascabeleras, con un dilatado periodo de existencia de 245 años y 33 ejemplares en las siguientes poblaciones: 25 en Cepeda, 2 en Miranda y Monforte y 1 en la Alberca, Candelario, San Martín del Castañar y Sotoserrano.


LA POMA DE OLER




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     Siglo XVII. 1662-1686


     En el inventario de Antonio Aumado, vecino de Cepeda, año 1662, figura, entre otras joyas y dijes, «una perita de plata nueva»902. Esta pieza en hechura de plata y las «dos perillas de plata pequeñas», citadas también en Cepeda en 1686, en la dote de María Conde, viuda, son joyas para oler903.


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