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TESTIGOS POR SIGLOS

PATENA




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     Siglo XVIII. 1729-1788


     En el testamento de Manuela Pies, año 1729, figuran «dos hilos de corales y gabanzas que traigo al Pescuezo [sic por de continuo o a cada día] con una pattenita de plata; yten un ilo de gabanzas que traygo al pescuezo»85. Habla esta albercana de joyas del uso diario, incluida la patena, y de la importancia de estar bien alhajada y «prepará» por propia estima, representando a diario el honor de la casa y la familia. De alguna manera, diríamos que cada individuo, como una trinidad, sentía que representaba en su vestido tres cuerpos en una sola persona: el de su propio yo, el del nombre de la casa o el del cuerpo familiar y el que denominaríamos cuerpo social, del lugar en que había nacido.


     En el año 1731, y entre otros bienes matrimoniales de Manuel Zilleros, entra «una patenita de plata [valorada en] 4 reales»86.


     En 1732, inventario de Antonio Gómez Sancho, figuran «tres bueltas de gabanças con una patena grande con doce abellanas gordas aumadas y seis carros grandes con setenta y seis abellanas, más menudas, y dos carros pequeños, todo de plata [que pesó todo] 40 onzas»87.


     En 1738 se cita en inventario «una Buelta de gabanzas con su Patena de plata, cinco carros y cinco abellanas ahumadas»88. Parece afianzarse en La Alberca el uso en solitario de la patena al cuello, como eje de simetría y sin otra pieza (relicarios o cruces) que la acompañe; únicamente el imprescindible material de relleno (en este caso cinco avellanas y otros tantos alcorcíes). También el gusto por la mezcla de la plata seca con la sobredorada.


     El inventario de Fernando Luis de Belasco, año 1744, describe, entre otros bienes, «cuatro Bueltas de gabanças con diez carros de plata, veintizinco avellanas (diezinueve aumadas y seis blancas) con una patena blanca pequeña y un crucifijo aumado grande de plata, todo pesó 38 onzas [entran también en el peso una verónica, una esquila y un barquillo de plata]»89.


     En inventario de 1747 se cita «una patena de plata sin vidriera»90. Que sepamos, es el único texto en que se alude a la vidriera como elemento de la patena y para hacer notar que la tuvo y se quebró.


     Entre los bienes que llevó al matrimonio Juan de los Hoyos, año 1758, entra «una vuelta antigua de carros [arconciles] y avellanas grandes de plata, con catorze avellanas, seis carros y una patena grande, todo de platta fina»91. Alaba aquí el tasador la calidad de la hechura y de los materiales y califica este collar como antiguo. Por la expresión «todo de plata fina» interpretamos que eso supone para él un valor añadido (como hoy para nosotros).


     En inventario de Manuel Martín, El cojo, año 1776, figuran «dos hilos de gabanzas con cuatro carros y treze agallas de plata y, al remate, una patena con cerco de lo mismo [de plata]»92. Se manifiesta aquí, de nuevo, la patena como centro y corona del collar (en expresión coloquial, la guinda).


     En el año 1781, se cita en inventario «una Buelta de gabanzas con cuatro carros, seis agallas de plata y una patena, que pesa [todo] onze onzas, y [se tasó en] 198 reales»93.


     En 1776, en el inventario de Josef Calama, se describe «una vuelta de agabanzas con dos carros, cuatro agallas [sic por abogallas] y una patena de plata»94.


     En la partición de los bienes de Josef Calama, arriba mencionado, año 1788, vuelve a constar la «vuelta de agabanzas con dos carros, cuatro agallas y una patena de plata que pesa [todo] siete onzas»95.


     En total figuran documentadas en este siglo 10 patenas en La Alberca.





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     Siglo XVIII. 1712-1783


     En inventario del año 1712 se cita, entre otros bienes, «una sarta de plata y olibetas con una patena de plata y treinta abellanas y gusanos, [pesó] 23 onzas y [se tasó en] 300 reales»96.


     La villa de Candelario ofrece dos documentos pertenecientes a una misma persona, Ana García. El primero de ellos, en el año 1719, es un inventario de bienes en que se cita «una buelta de sartal con patena y otra vueltecilla de abellanas de plata y olivetas97, todo [pesó] 8 onças [y se tasó en] 198 reales». El segundo corresponde a las partijas del año 1783, entre las que se menciona «una patenita de plata dorada en 4 reales» ¿Se trata de la misma pieza en ambos documentos, con una diferencia de 64 años?98.


     En el año 1733, en inventario de Ángela García, se tasa entre otras alhajas y bienes «una Patena y santa de plata [valoradas en] 8 reales»99.


     En total 4 documentos candelarios que citan patenas en este siglo.





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     Siglo XVIII. 1701-1785


     En 1701, se menciona en un inventario «una patena de plata o anus dei pequeño, de medio quarterón escaso». No queda claro si para el tasador las dos joyas (patena y agnus)

     son una misma cosa, como denominativo genérico, o si se trata de una patena con la imagen del agnusdei100.


     En el inventario de Ana Martín, viuda, año 1702, figuran «dos hilos con doze pieças de plata, diez lisas y dos labradas, y treinta y un gabanças con unas piedras de cristal y una patena de grandor de un real de a ocho»101. Se da una medida comparativa exacta de la patena y aparece el cristal combinado con la plata, como característica variante local.


     En 1704, en el inventario de Juan Blanco se describe «un hilo con seis abellanas de plata medianas, dos carros pequeños, una patena mediana y veintidós corales medianos»102.


      En ese mismo año, en inventario de Francisco Gascón, se mencionan «dos ylos de carros, abollones, gabanças y una patenita, que pesó [todo] media libra y medio quarterón, quitado lo que tiene de piedras»103. El peso de la plata no se mezcla aquí con otros materiales.


     En inventario de Francisco Montero, año 1704, figura entre otras alhajas, «una patena de plata [que pesó] 2 onças y media»104.


     De nuevo en inventario de 1704 figura «una patena de plata o anusdei de medio quarterón escaso»105. ¿Dudó aquí el tasador al clasificar la familia de la pieza, sobre si era medalla, o relicario, o estamos ante una prueba-testigo de cansancio en esa jornada de tasación?


     En el testamento de Miguel Sánchez, año 1705, se menciona entre otras joyas «una patena o anus dei, de medio quarterón escaso»106. Parece que, de nuevo, se viene a identificar en este texto patena con agnus como sinónimos, quizá por los muchos ejemplos con esta iconografía en que no se especifica la figura.


     En la dote de Pedro Blanco a su hija Ana, año 1705, entró entre otras joyas «un Hilo con cuatro abollones lisos dorados y dos labrados dorados, dos blancos, un carro grande y dos pequeños, una patenita y agnus pequeño, todo de plata, y diezyocho corales medianos y dos piedras de cristal gorditas; todo pesó media libra»107.


     También en 1705, ahora en inventario de Ana Barrio, entró «un hilo con cuatro pieças de plata medianas, diez corales, una patena de plata pequeña y cuatro piedras de cristal»108.


     De nuevo en 1705, figura en inventario «una Soledad de acero más una patenita de plata, dos carros y dos abollonitos»109.


     En inventario de Francisco Andrés de Nicolás, año 1706, se hace constar entre otras joyas, «un hilo de quince gabanças, dos carritos y dos abollones pequeños de plata y una patenita pequeña»110.


      En 1709, inventario de Francisco Ahumado, se describe «un hilo de gabanças con una patenita, toda de plata, quinze corales y dos carritos y dos abellanas ahumadas pequeñitas»111.


     En 1710, en el de Sebastián Martín, Viexo, figura «un hilo de gabanjas con veinte corales y un carro ahumado y cuatro abellanas labradas [más] dos lisas y una piedra de cristal, una patena de plata, agnusdei en cerco de plata con vidrieras, un barquillo de plata y otro joyel de plata, todo [pesó] 20 onças»112.


     En el inventario de Marcos Sánchez, año 1710, se menciona «una gargantilla con sus patenas»113. El probable cansancio del tasador, quizá ya terminando jornada, nos hurta la descripción pormenorizada de esa gargantilla de patenas que necesitábamos: número de piezas, características y sobre todo la iconografía que presentaban, que en este siglo no parece ser ya un valor de tasación ¿o se viene utilizando repetidamente la voz patena como genérico de joya?


     En el inventario de la mujer de Francisco Casado, año 1718, se describe un «hilo con dieciseis gabanzas, tres abellanas, dos lisas, cuatro labradas, cuatro piedras de christal y patenita de plata abajo [localización de la patena en el punto principal del collar] y dos carritos»114.


      En ese mismo año, en inventario de Alonso de la Fuente, «un hilo con dieciseis gabanzas, seis abellanas labradas y dos grandes labradas y seis piedras de christal engastonadas, con [sic por más] una patena de plata grande»115.


     En inventario de Catalina Hernández, año 1719, entra una «patena toda de plata con un cordón de seda de [color] rabo de zorra»116. En ese mismo año se describe también «un hilo de gabanças con dos carros, patena cuatro abollones de plata y ventiún corales»117.


     Un año después, se menciona un inventario con «una patena de plata aumada, con su colonia encarnada, que pesará 3 onças»118; calibra aquí el tasador el peso de la joya al tacto.


     Se confirma pues el uso, bien asentado en esta villa de Cepeda, de la patena que puede lucirse como pieza única al cuello pendiendo de una colonia, cinta o cordón de seda, en uno de los casos de tan matizado color rabo de zorra119.


     En inventario del año 1742 figura, entre otras alhajas y joyas «una patena de plata»120.


     En las «partixas» de los herederos de Juan Sánchez de Miguel, año 1743, se enumeran «tres hilos con una patena grande, cuatro abellanas lisas, ocho labradas y seis carros labrados [se tasó en] 300 reales todo. It. Un corazón y una patena grande, en 4.077 maravedís»121.


      En el año 1747, inventario de María Gómez, entró «un hilo con dos carros, dos abellanas, una patena, catorce gabanzas y [una] piedra de cristal [además de] un manteo, saiuelo y vernio con jubón de Vistas»122. Este documento demuestra que, a mediados del siglo XVIII, el jubón había destronado ya al sayuelo como prenda de busto del traje de Vistas123.


     Entre los bienes aportados al matrimonio por Juan de los Hoios, en el año 1758, figura «una vuelta antigua de carros y avellanas grandes de plata con catorce avellanas y seis carros y una patena grande, todo de plata fina»124. El inventario de Alonso Gascón, en 1769, incluye una «vuelta de gabanzas con veinte gabanzas, cuatro abollones y dos carros grandes y una patena, todo de plata»125.


     En el de Lino Sánchez Montero, Provisor Síndico General, año 1785, se menciona una «vuelta de gabanzas con catorce gabanzas, dos carros, dos abollones lisos, otros dos lavrados, una patena, una joya y un agnusdei de la echura de oro, todo de plata, y un libro separado [¿las Reglas de san Benito?], de plata»126.


En el siglo XVIII se documenta la patena 19 veces en Cepeda; en uno de los inventarios se citan «varias patenas» sin especificar número.





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     Siglo XVIII. 1772


     En inventario de Bernardo Hernández de Soto, año 1772, se describe entre otras alhajas «un relicario con un Yesus con zerco y almenas de plata», probablemente patena127.





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     Siglo XVIII. 1779


     En el inventario del cirujano de Sotoserrano, año 1777, se cita «un ylo de veinte gabanzas menudas, cuatro abogallas gordas de plata, dos menudas, y dos carros y patenita [tasado en] 64 reales»; único y último ejemplar de patena documentado en este lugar128.


     En consecuencia, una sola patena en Sotoserrano en este siglo.


TABLERO




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     Siglo XVIII. 1799


     Vuelve a suceder lo mismo en las Casas del Conde en 1799, a las puertas ya del siglo XIX. En el último documento que registra la Sierra de Francia esta pieza y formando parte de la dote de Isabel Vicente Puerto, que casó con Melchor Prieto, entra «una joya de tablero de plata con cuatro piedras verdes [tasada en] 12 reales»139.





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     Siglo XVIII. 1713-1790


     En el inventario de la mujer de Francisco Casado, año 1713, en la villa de Cepeda, se describe: «un hilito con un tablerito de plata ahumado»140. Igualmente, en 1713, «un hilito de plata con un tablerito de plata ahumada», en el testamento de Francisca García y Antonio Martín141.


     En 1742, «un agnusdei de tablero», en el inventario de Manuela Phelipe142.


     En inventario del año 1770 y formando parte de cinco hilos de corales, figuran como piezas «un escarbadientes con su cadena, un Cristo de Burgos, un Santiago y un librito de plata»143. Si descartamos el Librito de las Reglas de san Benito, muy apreciado por la fórmula de la cruz como imprecación contra el demonio, sólo podemos pensar en un tablero.


     En el inventario de Catalina Sánchez figura en 1773 «un tablero de plata [formando parte de catorze gabanzas medianas, dos carros y cuatro abellanas, todo de plata labrada]»144.


     En testamento de María Alonso Sánchez, año 1790, vuelve a mencionarse «un librito de plata»145. De nuevo en 1790, ahora en inventario de Julián Hernández, «una verónica de plata y un librito de tres verónicas»146.


     Un total de 8 ejemplos marcan la vida documentada del tablero en Cepeda147 entre 1671 y 1775 con 119 años de existencia local.





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     Siglo XVIII. 1742-1779


     En el inventario de Joachín Rodríguez, figura «un tablero de plata con una Paloma», año 1742148, más «cinco hilos de corales y un tablerillo de plata», en el de Agustín de Anaya, año de 1746149.


     En 1747 constan «tres tableros de plata, 12 reales» en el inventario de Pedro Joseph de Huerta150.


     El inventario de Francisca Gascón registra en el año 1750: «una joia de plata de tablero dorada y afeligranada»151.


     «Una joya de tablero sobredorada [tasada en] 20 reales» figura en el inventario de Mariana Garzía, año 1758152.


     Entre los bienes de Joseph Huerta consta, en 1775, «un tablero con Santa Lucía [apreciado] en 8 reales»153.


     Finalmente, en documento de 1779, entre otras alhajas y joyas de Miguel Sánchez Palomino se enumeran «dos hilos de corales delgados, dos escarbadientes, una medalla buena y un tablerito, todo de plata, que pesó [en conjunto] 5 onzas [y se tasó en] 12 reales»154.





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     Siglo XVIII. 1773-1793


     El tablero es una alhaja escasa en fase de desaparición entre los siglos XVII y XVIII, salvo en Sequeros, donde, como se ha visto, parece que tiende a fosilizar, y también en Villanueva del Conde, cuyo primer ejemplar, ya tardío, pertenece al inventario de Ana Felipe en 1773: «un tabladito de echura de plata»155. En esta población sigue encargándose esta pieza en 1793, según el inventario de Rita Marcos, donde se menciona «un tablero con piedras nuevo»156.


     

Los tableros como manda sagrada en Miranda del Castañar (1633-1678), San Esteban de la Sierra (1759) y San Martín del Castañar (1759)


     En varios ejemplos de la Sierra el tablero forma parte, con otras joyas, del ajuar de las imágenes sagradas.


     Así, en el testamento del matrimonio formado por Francisco Domínguez y Francisca Gutiérrez, vecinos de Miranda del Castañar y testadores ante el escribano de Cepeda en el año 1655, se documentan tres mandas de joyas a imágenes mirandeñas: la del Rosario y las dos de la Virgen de la Cuesta (la vieja o aparecida y la nueva). Se demuestra aquí la tradición de dejar en herencia a las imágenes sagradas no sólo bienes raíces, también ropas y joyas. Queda patente, además, la costumbre de utilizar en los distintos rituales de culto dos imágenes con una misma advocación: La Virgen aparecida, la antigua, de pequeñas dimensiones y sagrada, que no se mueve de su territorio de gracia ni para las procesiones, y la llamada grande, la que se saca en procesión, «mejor moza», que en el caso de Miranda no se conserva:


Figura 5. a)
“Inventario de Francisco Domínguez y Francisca Gutiérrez, vecinos de Miranda del Castañar, ante el escribano de Mogarraz, donde figura por primera vez un tablerito. Véase nota 157”.

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Año 1655 (Inventario de Francisco Domínguez y Francisca Gutiérrez, vecinos de Miranda ante el notario de Cepeda). “Ytem mando yo, la dicha francisca, un gilo de gabanzas con seis piezas de plata, quatro abellanas e dos alcorciles, a nuestra señora de la questa de la dcha villa de miranda, “la aparecida”, y así mesmo con su tablerito de plata de quatro esquinas […]; y si yo, la dchª francisca gutiérrez, durante mis días o de dcho mi marido, tuviésemos necesidad de vender el dcho gilo, y después de nuestros días no lo aya, por lo aber bendido para nuestras neçesidás [sic], no se pueda pedir dcho gilo a nadie; yten mando yo, la dcha frcª guttiérrez, un agnusdey de plata ajumado con bedrieras y un rosario de açabache que yo tengo, a nuestra señora del rrosario de la dcha villa de Miranda; yten mando yo un gilo de gabanças con sus piedras de cristal, que yo tengo a nuestra señora de la Cuesta, “la grande”, pª que le pongan a las muñecas, que así es mi voluntad” 157.


     Vemos, pues, la reutilización de joyas «en manda» a imágenes vestideras y, además, su expresada reubicación, en las muñecas de la Virgen, las que primero había lucido al cuello la donante.


     Un tiempo antes, en 1633, se dice en otro testamento mirandeño: «Item, mando unas avellanas doradas y otros dos hilos ahumados a la imagen de nuestra señora, la pequeña, a la hermita de Nuestra Señora de la Questa»158.


     En 1671 nos ofrece esa villa condal el último y segundo ejemplar de tablero en el testamento de María Domínguez: «un tablerito de plata aumada con seis gabanças»159.


     En el testamento albercano de María Lozano, año 1747, se dice: «Mando a Manuel Gómez Sancho, mi esposo y marido, todas las alaxas de plata y oro que me dio a el tiempo del matrimonio, excepto una joia de filigrana de plata aumada, que estta se la mando a nuestra señora de la asumpzión, pattrona y titular de la Parrochial destte Lugar, y otra joia pequeña aumada que ttengo, se la mando a nuestra señora de maxadas viejas»160. Ya en 1728 se habían ofrecido unas Vistas a esa advocación vestidera: «…las vistas, sin el joiel, se las mando a Nuestra Señora, la asunpzión»161.


     En el año 1759 y entre los bienes de la imagen de Nuestra Señora del Rosario, en San Esteban de la Sierra, se mencionan «dos agnusdei de plata, zaumados, grandes, con espolones, una Santa Theresa en un tablero de plata zaumado, de cuatro esquinas, un coral engastonado en plata, más los dijes del Niño Jesús»162.


     De nuevo en 1759, formando parte del ajuar de una Virgen del Rosario, figura la Santa de Ávila ocupando, de nuevo, un tablero, esta vez en San Martín del Castañar. «Una Santa Theresa en un tablero de plata zaumado, de quatro esquinas»163.


     En total, 26 ejemplares del tablero y 156 años de vida documental.


     Apenas sobreviven piezas-testigo del tablero en la Sierra de Francia, tan sólo conocemos dos ejemplares en el dijero del Niño Jesús de La Alberca; son, en cambio, abundantes en comarcas de la provincia de León.


CORAZóN DE LA NOVIA




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     Siglo XVIII. 1732-1781


     En 1732, en inventario matrimonial sin especificar, figura un «corazón aumado con sus almenas, en 55 reales de vellón»192. En este mismo año en el inventario de Antonio Gómez Sancho se describe «un corazón aumado antiguo con cinco almenas, todo de plata […] más otro corazón, más pequeño, con su caja y cinco almenas»; ¡dos corazones de novia en una misma casa o colección!193. Un año después, en 1733, figura entre los bienes que aportó al matrimonio Manuel Santiago un «corazón de plata ahumada con tres pendientes, que pesa cuatro onzas y media, en 64 reales de vellón»194.


     En el año 1738 se cita en inventario «un corazón de plata aumado»195. De nuevo, «un corazón aumado» figura entre los bienes que aportó al matrimonio Manuel González en 1740196.


     «Un corazón aumado antiguo» se menciona en inventario de 1744197. En este mismo año se incluye en inventario matrimonial «un corazón de plata [de] tres onzas [de peso]»198.


     Vemos cómo María Pasqual devuelve por testamento de 1744 a Juan García, «mi marido, todas las galas y demás alajas de plata [entre las que se incluiría el corazón de la novia], corales, colonias, joias y demás menudencias que dicho mi marido me dio al tiempo del matrimonio»199.


     En inventario de 1745 se describe «un corazón aumado con tres pendientes, en 60 reales»200. En ese mismo año figura en testamento de María Saldaña ante el escribano de Cepeda «un corazón de plata sobredorado que tiene un lino en crucis con una vidriera»201.


     Entre los bienes que en 1755 aportaron al matrimonio Juan Manuel Mangas y Ana Pies se describe «un corazón aumado de plata con sus pendientes de plata, bastante grande, 70 reales y una colonia antigua doble, 7 reales»202. «Un vernio de vistas y un corazón de plata aumado con cuatro almenitas, en que entran los corales que ordinariamente he traydo a cada día» constan en inventario de 1755203.


     Entre los bienes matrimoniales e inventario de galas que Juan de Hoyos dio en el año 1758 a Theresa González, su segunda mujer, reza «un corazón de plata aumado con sus pendientes, 50 reales de vellón»204.


     Un corazón aumado con unos pendientes de plata, grande» se menciona en un testamento del año 1762205.


     En inventario de Theresa Martín, año 1764, se cita «un corazón grande con sus almendrillas de plata aumada, y un corazón de plata»206.


     En el de Catalina Sánchez, año 1765, se describe «un corazón con almendrillas aumadas, grande de plata»207.


     En el año 1781 aparece inventariado «un corazón de plata afeligranado, su peso quatro onzas, 88 reales»208.


Figura 12A
La Alberca, año 1758. Inventario de las “Galas” que Juan de los Hoyos otorgó a su mujer, Teresa González. (AHPS. Prot.6112, ff. 11 y ss): “Saya, bernio y sayuelo en 270 reales de vellón. Rosario de corales en 70 rs. Vuelta de gavanzas de plata y una santa Teresa [probable relicario], 200 rs de vellón. Manojo de corales con su joyelito, 40 rs. Imagen de Nª Sª del Camino con marco de plata,20 rs. Corazón de plata aumado con sus pendientes, 50 rs de vellón. Pendientes de plata y tres anillos ahumados, 20 rs, de vellón. Unos ceñideros, unas colonias y su apretador [de sayas y manteos], 24 rs de vellón”.

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     Siglo XVIII. 1712-1796


     El documento candelario más antiguo donde se recoge la joya-corazón corresponde al año 1712: «corazón de plata seca de tres onças, 40 reales; [más] otro corazón de plata seca»211. En ese mismo año, figura «un corazón de plata» en el testamento de María Garzía212.


     En inventario de Miguel Matheos, año 1728, se describen entre otros bienes «dos Soledades y un corazón de ¿Augarmea?, en 2 reales y un corazón de feligrana, en 4 reales»213.


     «Un coraçón de plata saumada en 40 reales» se tasó en inventario de 1731214.


     En inventario de Pedro Garzía Batanero, año 1748, fue tasado un «corazoncito de plata en 6 reales»215.


     Francisco Obexero en su testamento de 1775 dejó mandado «un corazoncito de plata en 5 reales y 16 maravedíes»216.


     En inventario de 1779, se tasó «una Berónica en un joyelito a figura de corazón en 1 real, y un joyel de plata viejo, a modo de corazón en 11 reales»217.217.


     En inventario de Francisco Vexarano, año 1781, consta «una feligranita de las de corazón, en 9 reales»218, descripción que revela la moda de corazones de hechura pequeña y afiligranada que hubo por esos años.


     «Un corazoncito engastado en plata, en 15 reales» se menciona en inventario de Juan Bejarano219. En el de Ana González Rico, año 1796, se tasaron «dos corazones y dos relica-rios pequeños en 6 reales [más] unos Ebangelios y un corazón en 2 reales»220.





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     Siglo XVIII. 1701-1798


     En el año 1701 en el inventario de Catalina Martín227 figura «un corazón de raso», corazón que sale a relucir de nuevo al año siguiente, vendido por el precio de un real y medio, en este caso ya en almoneda post mortem.


     En ese mismo año 1701, en inventario de Francisco Sánchez de la Fuente, «en una caja grande con lo siguiente», se enumeran «un corazoncito de seda y una bolsa de seda [junto a] un corazón de plata aumada […], que todo pesó tres onças y una quarta»228. De nuevo en inventario de 1701 se toma cuenta «un corazón de plata sobredorada que pesó tres onças menos una quarta»229.


     En inventario de Juan Sánchez, año 1703, se mencionan, entre otros bienes «14 onças y media de plata labrada con unas gavanças, anusdei, abollones y coraçón»230.


     En este siglo, en 24 documentos de los años 1701, 1704-1706, 1708-1710, 1735, 1740, 1747, 1770, 1778, 1780, 1782, 1798 y 1799 se describen otros tantos ejemplos de corazones, prácticamente iguales en su inespecífica descripción: «un corazón aumado; «un corazón aumado de plata»; «un corazón sobredorado»; «un corazón de plata sobredorada», «un corazonito de plata», «un corazón también de plata». De alguno se dice «que es pequeño»; uno de ellos fue tasado en 30 reales y otro en 50231. Estos corazones de pequeño o mediano tamaño son relicarios232 de una o de dos vidrieras para embutir en ellas reliquias que prácticamente aquí no se especifican, salvo algunos ejemplos de agnusdei, verónica y lignumcruzis (popularmente niño en cruzis)233, pero sobre todo suelen contener diversas advocaciones de santos pintados sobre papel, naipe, vitelo y cobre o sobre el propio cristal (Cea 1999).


     En testamento de Francisco Sánchez de la Fuente, año 1701, se menciona «un corazón de plata sobredorada que pesó tres onzas menos una quarta»234. En el año 1704 y entre los bienes que pertenecieron a Catalina Sánchez se hace inventario, entre otras alhajas, de un «corazón de plata sobredorada grande»235.


     En el año 1705 se hace constar «un corazón en una argolla con otras piezas» en el inventario de Francisco García, y un «corazón sobredorado que pesó quatro onças», en el mismo año, en el de Juan Pérez236.


     En el de Ana Barrio, también en 1705, «un corazón aumado en una argolla» con otras piezas237. En 1706, María Phelipe deja en manda testamentaria «un corazón de plata sobredorada grande»238.


     En el año 1706 se describe «un coraçón de plata aumado [que pesó] dos onças y medio» en inventario de Antonio Sánchez239. «Un coraçón de plata aumada grande», en ese mismo año, en el de Francisco Andrés de Nicolás240.


     En la dote a Antonio Conde, año 1708, figura en una argolla con varias piezas, entre ellas sortijas y tumbagas, «un coraçón de plata aumada grande»241. En este mismo año, en inventario de Blas Gil, otro «coraçón de plata aumada grande»242.


     La dote de Miguel Hernández, en 1708, nos ofrece una de las descripciones documentadas más pormenorizadas sobre las características (que tanto se agradecen) del corazón de la novia, labor, identificación iconográfica y tamaño, aunque haya pasado por alto las goteras o almendrillas: «un coraçón de plata sobredorada, mediano, con unos botones de filigrana en él y una echura de un Christo [por una de las caras, la principal]»243.


     En inventario de Sebastián Martín, Viexo, año 1710, se tasa entre otras varias alhajas y joyas «una argolla de plata con quatro corales, dos abollones, un crucifixo, un coraçón, unas arracadas de plata, ahumado [en] 10 onças»244. Desde esta fecha no vuelven a documentarse estas piezas hasta el año 1742, en que, en inventario de Manuela Phelipe, cinco años después de su testamento, se cita «un corazón de buelta con sus almendrillas»245. Aquí queda especificada (como en la argolla y el listón) la ubicación de la pieza, en este caso en una de las llamadas en la Sierra, vueltas (chica, mediana y grande), que son los collares grandes que han quedado fosilizados como piezas-testigo en el traje de Vistas.


     En inventario de María Blanco, año 1743, se menciona «un corazón aumado con almendrillas»246. Entre las joyas que se nombran en 1764 en el inventario de Theresa Martín está «un corazón grande con sus almendrillas de plata haumada [más] tres hilos y un corazón de plata»247. «Un corazón mediano» consta en 1764 en el inventario de Ana Domínguez248. En el de Catalina Sánchez, al año siguiente, «un corazón con almendrillas aumadas, grande de plata»249. En inventario de María Pérez, año 1778, se describen cuatro hilos de corales «con una verónica de corazón»250; esto es, un santo Rostro o cara Divina, generalmente pintada sobre pan de oro, embutida aquí en armación de hechura cordiada. En el inventario de Manuel Sánchez Hernández, año 1781, se describe «un justillo de Monfor, mediado [sic por «a medio uso»], encarnado con dos corazones de seda, verde y encarnado […], más tres hilos de corales con ocho dijes de plata y un corazón»251. En inventario de Domingo Gascón, año 1782, se cita «un corazón grande de plata»252.


Figura 12B
Inventario de bienes de Cepeda, año 1764, del que destacamos “un Corazón Grande con sus Almendrillas de plata haumada” [sic] y “tres hilos de corales con un corazón de plata”. (AHPS, Prot.6008, f.214).

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     «Un corazón grande de plata ahumado con almendrillas, en un listón viejo, con dos piedras blancas con remates de plata», forma parte, en 1788, de los bienes de Catalina Gómez253. En el inventario de Tomasa Blanco, año 1789, se describen «dos hilos de corales pequeños con nueve almendrillas de plata y un corazón de plata». ¿Hemos de suponer que estas almendrillas forman parte de la guarnición como extremos de este corazón?254.


     Finalmente, en el inventario de Isabel Gómez, año 1798, se describen con detalle: «un corazón grande afeligranado con hilo plateado […], una Santa Teresa con flores, hermosa, y un corazón de Santa Teresa grande»255, con cuyo testimonio concluye en este siglo la rica lista de Corazones de Novia y toman presencia los de santa Teresa (y su culto).





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     Siglo XVIII. 1776


     El único ejemplar de corazón documentado en Garcibuey figura en el inventario de bienes de Ana Andrés en 1776, ante el escribano de Miranda, entre cuyas pertenencias figuran «dos Agnus Deis y un corazón de plata»264.





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     Siglo XVIII. 1710-1771


     Cinco testimonios documentales avalan la presencia del Corazón de la novia en Miranda del Castañar. El primero de ellos en inventario de Ysabel Rodríguez Cascón, descrito en 1710 como relicario y con las características del Corazón de novia: «un anus dei de plata aumada con cinco pendientes de plata»266.


     El segundo de ellos, en 1727, corresponde al inventario de Juan Hernández Zenzual: «un corazón de plata aumada»267. El tercero es un inventario de 1749 donde, en un conjunto de frioleras y piezas de plata, se menciona «un manojo de corales con cinco ilos, siete corazones pequeños, un cordón de San Blas y una camándula y un corazón de piedra»268. En 1772, se cita «un corazón de plata, en 6 reales», perteneciente al inventario de Manuel Nieto269.


     En inventario de Bernardo Hernández de Soto, año 1771, figura un «relicario con un Jesús con cerco y almenas de plata».270





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     Siglos XVIII y XIX. 1756-1833


     Monforte aporta cuatro ejemplares de corazón en este siglo. El primero de ellos, en inventario de 1756: «un corazón pequeño de echura de oro», y un año después, en 1757, «dos corazones de plata»274. En 1765 «un corazón y corales»275.


     En el año 1800 se describe en inventario «un corazón mediano con cuatro almendrillas de plata aumada»276.


     En inventario de 1825 constan «unos vroches de corazón, de plata, en 28 reales»277. De nuevo en inventario de este mismo año se tasa una «mantilla y vroches de corazón, de plata en 40 reales»278.


     En inventario de 1833 se tasan, entre otras alhajas, «un manojo grande de corales gruesos con dieciocho estremos de plata [que no se describen], tres joyas y dos corazones, en 120 reales»279.


Figura 13
Corchete en hechura de corazón de plata, perteneciente a mantita de Vistas. Procede de Mogarraz, segunda mitad del siglo XVIII (La Alberca. Colección Serrano Becerro).

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     Siglo XVIII. 1704-1732


     Entre las diversas variantes en hechura de corazón que se documentan en San Martín del Castañar, tiene también su presencia esta familia de joyas en el ajuar de las imágenes de devoción, tanto en las vestideras como en las llamadas de gracia, o en su talla (Cea 1992). En el inventario de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, año 1759, y entre otras piezas, se describe como joya votiva, probablemente colgando como exvoto en las paredes de su camarín, «un corazón de plata zaumada con marco y un clavo»282.


     En el año 1704, consta en el inventario del Licenciado Don Pedro de Reina y Frías, Alcalde Mayor de esta villa de San Martín, «un corazoncito engastonado en plata dorado, y corazón engastonado en azero»283.


     Año 1704: «un corazoncito de seda con cruzita de lignum cruzis»284. En 1706, figura en inventario «un corazoncito de plata aumado como agnus con su cordonzito alrededor»285. En 1722: «tres corazoncitos de monxa»286. De nuevo figura en inventario de 1724 «una bolsa bordada de monxas más tres corazoncitos de monxa y cinco higas de seda» (quizá obra y labor del convento de Zarzoso)287. También se describe en inventario de 1725 «un corazón de monxas guarnezido con plata, con sus listoncillos berdes, uno tiene sus piedrecitas de aljófar falso»288. Otro «corazoncito de monjas» figura en inventario de Bernardo Velasco de León, año 1736289. En una cajita que contenía 14 piezas se hallaron «agnus dei, quadritos y corazones de Monjas, un corazón de azero con asilla y un ojo de Christal engarzado en metal, más una coronilla dominicana [sic por versión corta del rosario, la de cinco dieces]»290. Finalmente, citamos una variante de relicario, en inventario perteneciente a los bienes de Juan Alonso de Gabriel, año 1732: «un corazón de plata con vidrieras»291.





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     Siglo XVIII. 1761


     En esta población serrana el único documento sobre la joya-corazón corresponde al Inventario de Nuestra Señora del Rosario, en la mayordomía del año 1761, donde constan en el ajuar de esta advocación «siete ylos de corales, cada uno de más de media vara de largo. Dos tocas de gasa, la una vieja, con sus encajes ambas. Un rosario de barro cocido, labrado, con su borlita de seda y otros dos ordinarios, cinco cintas turquesas de varios colores y un corazoncito pequeño»295. Una vez más, se demuestra el uso (por compra directa o por manda votiva) de alhajas de mujer en el culto a las imágenes sagradas, entre ellas un pequeño corazón, joya de moda en esos años.





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     Siglo XVIII. 1700-1777


     En inventario de 1700 se registra «una imaxen pequeña de la Soledad en un corazón con vidriera»298.


     En el año 1704, en el inventario de Juana de Güerta se hace constar «un corazón de plata aumado con sus estremos pendientes, del mesmo xénero»299. En 1707, «un corazonzito de oro»300.


     Hasta cuatro tipos de corazones se enumeran en inventario de Pedro Gonzáles, año 1730: «Un corazón con el zerco de plata […]; un corazoncito aumado pequeño y otro afiligranado pequeño, otro con el zerco de plata, también pequeño […] y unos corales y gabanzas, que todo pesó una libra algo corrida»301.


     En las capitulaciones matrimoniales de Francisco Berrocal Montero y Margarita Sánchez Palomino, año 1733, figura entre otros bienes «una caja [¿con un?] corazón de plata en 22 reales»302.


     En el inventario de Francisca Anaya de Lorenzo, año 1736, fue tasado «un corazón de azabache guarnezido con Plata, en 30 reales»303.


     En la dote que en 1736 dio en casamiento Joseph de Borxa a Santos de Fría, «él de Sequeros y ella de Fuente de la Peña [le entrega entre otras donas y joyas] un corazón con reliquias de Santos en tela de seda, forrado en damasco y guarnecido de hilo de plata, que le dio Doña Manuela Ortiz, religiosa de Zarzoso»304.Se demuestra aquí documentalmente la procedencia de este género de corazones-relicario que venimos atribuyendo en otros ejemplos a este venerable monasterio serrano, de tanta influencia en la comarca305. Con este género de corazones-relicario de arte povera y con los populares conventinos (escaparates a lo divino), de los que se conservan aún deliciosas piezas-testigo en Cepeda, La Alberca y Mogarraz, devolvían favores a sus benefactores estas monjas Franciscas.


     En inventario de Santiago Martín, año 1738, figuran «tres onzas de corales en que entra un anuzdeýto [sic] de corazón que está pendiente dellos con el cerco de plata»306.


     En 1739, constan en inventario de Francisco Sánchez de Tapia «dos hilos de corales con un corazón de plata en 13 reales, y el corazón, 6 reales»307.


     En inventario de Joachín Rodríguez, año 1742, se menciona «un corazoncito de plata con vidrieras, un corazón de plata y dos corazoncitos vordados y un volso de echar reliquias bordado de flores y fondo blanco y dos Dechados»308.


     En inventario de Mathías Prieto, año 1744, se tasa «una almilla de mujer de escarlatín, que tiene del brazal un corazoncito de plata, todo en 8 reales»309. A veces, a través de documentos tan desveladores como éste, descubrimos el uso de pequeñas joyas en una prenda de remudo, una almilla de mujer, cosidas a un brazal310.


     «Una joya de corazón sobredorada, en 15 reales» se registra en el inventario de Mariano Garzía Rubio, año 1758311.


     En la dote de Ysavel Sánchez, entre otros bienes y alhajas, se tasaron en 1761 «tres corazones de monjas con platilla en 8 reales»312. Se confirma aquí claramente la denominación de esta variante de corazón.


     «Un corazón de plata en 21 reales», en común con «dos medallas de Franzia [de la Peña de]», se cita en el inventario de Miguel Rodríguez, año 1763313.


     En inventario de Josepha Sánchez Montero y formando parte de tres hilos, consta «un corazón pequeño de plata», año 1763314.


     En inventario de Mathías Prieto, año 1774 y entre otras alhajas, se describe «un almilla para mujer de escarlatín, que tiene al brazal un corazoncito de plata, todo en 18 reales»315.


     «Dos corazones de plata, el uno de echura de oro», junto a otras piezas, se citan en inventario del, año 1775316, y en el de Cecilia Anaya, «una cinta y corazón de seda en 4 reales, año 1776»317. En ese mismo año, 1776, figuran en el inventario de Úrsula Muñoz «unos dijitos de niño, dos anillos y un corazoncito de filigrana»318.


     En el año 1777 en inventario de Pedro Regalado Garzía, se mencionan «dos corazones de seda, más tres corazones de seda» (probablemente estas joyas no se encontraron en la misma gaveta y por eso el tasador cantó las piezas al escribano en dos tiempos, seguidos pero distintos319.


     Como en Cepeda, también en Sequeros recogen los tasadores en algunos inventarios, además de las piezas, los espacios en que se guardan, curiosidad que tanto se agradece, dejando desvelados ocultos pormenores que enriquecen aspectos, casi siempre ocultos, de la vida cotidiana, en este caso la apañada reutilización de pequeños y entrañables enseres. Así, el inventario de Margarita Sánchez Maldonado nos describe «una caja de china para tabaco, buena, y en ella un relicario mediano de oro, un anillo de plata, tres cintas de seda y un escapulario del Carmen», año 1774320.





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     Siglo XVIII. 1777


     En Sotoserrano, año 1777, los tres únicos ejemplares de joya-corazón son variantes que figuran en el inventario del cirujano. En una «caja para meter corales [tasada] en 17 maravedíes», se hallaron «dos onzas de corales, ocho botones y tres sortijas y corazón en 30 reales, más un corazón de cristal con la guarnizión de plata y reliquias dentro, 8 reales [más] corazón de plata afiligranado, otros 8 reales»322.





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     Siglo XVIII. 1737


     En la villa de Valero, inventario de Nuestra Señora del Rosario de 1737, se halló, entre otras alhajas y joyas, «un corazonito con reliquia», único testimonio de corazón-joya en esta villa328.





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     Siglo XVIII. 1769-1794


     En inventario de 1769, en los tres casos siguientes se cita «un corazoncito de plata afeligranada»329.


     En 1772, se menciona en inventario «un corazonzito pequeño»330.


     En 1782, figuran en inventario de Teresa Prieto «seis ylos de corales con Nuestra Señora del Sagrario, corazón, crucifijo y escarbador»331.


     En escrituras de Villanueva ante el escribano de Miranda, año 1788, se tasó, entre otras alhajas y joyas «un corazón con bidriera de plata y una cruz de piedra, una encomienda de plata y medalla de plata, en 28 reales»332.


     En inventario de Francisco de Ynés, año 1788, fue tasado «un corazoncito de plata en 12 reales»333.


     En el año 1789, le fueron tasados a Manuela Sánchez Maldonado «cuatro corazoncitos de plata en 12 reales»334.


     En el año 1793, figura en inventario de Rita Marcos «Un corazón de filigrana»335.


     Por último, en 1794 figura en inventario «un agnus pequeño de corazón, en 5 reales»336.


CORAZONES, HECHURAS Y FIRMAS DE LA MADRE TERESA




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     Siglo XVIII. 1728-1764


     La población de La Alberca tiene proclamada como segunda patrona a santa Teresa, en cuya iglesia parroquial comparte retablo con Nuestra Señora de Majadas Viejas en el de santa Ana, que figura como principal en el testero del lado del evangelio.


     En inventario de 1728, se describe «una echura de santa Teresa engastonada en plata»342.


     «Una Santa Madre, echura de plata con joiel antiguo» se registra en 1732, en inventario de Antonio Gómez Sancho343.


     En inventario del año 1733, se describe «un cofrito encarnado con una Santa Madre Teresa»344.


     En inventario de 1744, «una Santa Madre engastonada en plata»345. El mismo texto aparece en inventario de 1747346.


     En inventario de Fernando Luis de Belasco en 1744, advertimos un pentimento del tasador, o tasadora que, al abrir la caja de un relicario, confundió el característico «fecho» para las hechuras de la Madre Teresa con otro de un san Juan: «una Santa Madre Teresa, digo una hechura de San Juan con su caja de plata», lo que explica el conocimiento de las características formales y la abundancia de esta pieza devocional347.


     En inventario de 1747, se cita «una Santa Madre engastonada en plata»348.


     En 1753, figura en inventario albercano, «una Santa Madre Teresa con marco de plata y una encomienda»349.


     En el inventario de galas que en 1758 dio Juan de los Hoyos a dicha Teresa González, su segunda mujer, se describe «una Santa Theresa que vale dozienttos reales de vellón, que pertenece a una vuelta de gavanzas con sus avellanas y plata»350.


     «Una Santa Theresa» se enumera en inventario de Sebastián Sánchez, año 1764351.





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     Siglo XVIII. 1703-1798


     En 1703, figura en la dote de Marcos González con Catalina Ahumada, viuda, «un relicarcito de forma de Santa Theresa, de peltre en el engarce»353.


     En 1711, en las Partixas de Andrés Moro entró «Una Santa Theresa en soledad, 1 real»354. Por soledad debe entenderse aquí que el relicario en que estaba embutida la imágen o lámina tenía la otra vidriera vacía, o que la santa no se acompañaba de ningún atributo: crucifijo, paloma, ni libro abierto, como mujer que sabe leer y, además, imparte enseñanzas.


     «Una Santa Theresa con la caja de plata» figura en 1718, en inventario de la mujer de Francisco Casado355.


     «Un agnusdei de plata de Santa Theresa» es citado en inventario de Antonio Conde, año 1759356.


     En el de Ana Belasco de 1762, se cita «un anusdei pequeñito con un Christo de Burgos, todo de plata»357. Una vez más, vemos cómo en este tiempo el término agnus o agnusdei no indicaba la iconografía del Cordero Místico. Era ya sólo sinónimo de relicario.


     En inventario de Sebastián Sánchez, año 1764, figura entre otras joyas «una Santa Theresa con cerco de plata»358.


     Una «Santa Theresa con vidriera» se cita en el año 1773, en inventario de María Fuentes359.


     En inventario de Sebastián González, año 1789, se describe «un hilo de gavanzas con [las medallas] de Francia y Santa Theresa de plata»360.


     En el de Ysabel Gómez, año 1798, se menciona «una Santa Theresa con flores, hermosa, y un corazón de Santa Theresa, grande». Permítaseme resaltar en este documento el interés humano y antropológico sobre la percepción –admirativa– de la persona que estaba haciendo inventario y cantando al escribano cada pieza que veían sus manos, aquí una santa Teresa con flores, hermosa y grande ¡!. La emoción intrusa alteró por unos instantes la objetiva profesionalidad de quien tasaba en ese momento. El escribano, dando fe de lo que estaba oyendo, nos regala como presente aquella momentánea (y expresiva) vivencia del pasado361.





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     Siglo XVIII. 1771


     En 1715, se describe en el inventario de Don Francisco Díez de Ledesma «una firma de la Madre Juana de Jesús-María, guarnezida de feligrana de oro con unas piedrecitas»363.


     En el inventario de Don Rodrigo Alfonso de Moreta, figura en 1771 «una firma de Santa Theresa en cerco de oro afeligranado, en 250 reales de vellón»364.


     En el inventario del Licenciado Don Eduardo Delgado San Román, de ese mismo año, constan «unos dixes de plata que se componen de campanilla, una mano de texo, una Santa Theresa, una cruz de alcarabaca y un chupón, todo con su cadena de lo mismo»365. Constan, pues, 2 piezas de santa Teresa y una de la madre Juana de Jesús-María de Ágreda.





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     Siglo XVIII. 1782-1789


     En la dote de Catalina Reyes Hernández, año 1782, se tasó, entre otros bienes y alhajas, «una Santa Teresa grande de plata»366.


     En inventario de Francisco Hernández de Tomé Hernández, año 1789, entra «relicario grande de Santa Teresa»367.





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     Siglo XVIII. 1700-1742


     En testamento de María Curta González, año 1700, se citan «dos Madres Teresas engarzadas en plata»375.


     «Un Agnus de plata grande ahumado, por un lado un Santo Domingo y por el otro una Santa Madre Teresa engastonada en una caja de plata», se describe en inventario de 1704376.


     En inventario del año 1725, consta «una Santa Madre en una caxita de pino»377. En 1742, otro «Agnus de raios y en él, embutida, la imagen de San Joseph y Santa Teresa, está esmaltado y es de oro»; lástima que no se estime su precio378 (en el año 1717, un «Agnus con dos láminas, una del Salvador y otra de Nuestra Señora [se llegó a tasar en esta misma villa] en 200 reales»)379.





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     Siglo XVIII. 1704-1774


     En documento de otorgamiento del año 1704, se dice: «Dejo a mi hermana una Santa Teresa engastonada en plata, que tiene»383.


     En el inventario de Pedro Sánchez en 1705, se describe «una cruz con el zerco de plata, a modo de los zercos en que se engastona la imagen de Santa Teresa» (la cursiva es mía). Este texto indica el nacimiento de una novedosa variante en la hechura y guarnición de los relicarios creada para la Santa de Ávila y Alba. A partir de su temprana canonización, en 1622, el éxito devocional debió de estimular a los oribes salmantinos a conseguir también el éxito comercial con una fórmula especial y diferenciadora, como reclamo en sus escaparates que multiplicara las ventas de lo que entendemos hoy como souvenir conmemorativo.


     Desgraciadamente, no conocemos ningúna joya-testigo de santa Teresa de la que, por las características singulares en su cerco, podamos decir «ésta es».


     En inventario de Domingo Rodríguez de Juan, año 1709, se cita «una Santa Teresa con el zerco de plata»384.


     En inventario de Antonio de Soria, consta en 1730 «una Santa Teresa engastonada en plata»385. «Otro relicario de plata, de Santa Teresa», figura en inventario de 1748386. «Un relicario de oro, grande, con una imagen Pintada en cristal [fue tasado] en 160 reales», en el año 1761 387.


     En 1737, en inventario de Ana Asensio figura «una Santa Teresa con cerco de plata en 54 reales»388.


     Finalmente, en 1774, en inventario de María Maíllo consta «un relicario con una Santa Teresa […] y el relicario es de cosa de monjas»389.


     En la documentación de Sequeros figuran un total de 8 piezas con diversas hechuras de santa Teresa.





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     Siglo XVIII. 1791-1794


     Una medalla y un relicario son las dos piezas que documentan el culto a santa Teresa a través de la joyería serrana en Villanueva del Conde.


     En el año 1791, el inventario de bienes de Juan Ruano registra, entre otras alhajas y joyas, «siete ylos con zinco piezas de plata, que son: dos Nuestras Señoras, dos encomiendas y una Santa Teresa y [la] palomita [sic por su Espíritu Santo en forma de Palomita] y una cruz, y zinco hilos de corales más interiores; todo pesó 7 onzas [y se tasó] en 105 reales»390.


     En 1794, en inventario de Manuel Sánchez Cerezo, se tasó «una reliquia de Santa Teresa en 2 reales»391.


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