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TESTIGOS POR SIGLOS

PATENA




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     Siglo XIX. 1803


     Solamente se registra un ejemplo albercano en el siglo XIX, inventario de 1803: «tres hilos de coral, menudos, con dos santiagos, un san Miguel, un san Antonio, y una patena de plata, que todo pesa un quarterón, en 80 reales»129.





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     Siglo XIX. 1832


     En el año 1832, al describir los bienes que aportó al matrimonio María Bejarano Campo, se hace constar una compensación en dinero: «por la falta de las Vistas de su patena, 145 reales»130. Determinante testimonio documental de cómo en estos años pareció todavía necesario a esa familia candelaria acreditar su estatus con la presencia y la herencia de la patena entre los bienes otorgados en Vistas, pues, aún habiendo pasado un tiempo y aunque ya ningún oribe las hiciera, se resarce el honor familiar de la novia en moneda con una cantidad considerada equivalente o al menos compensatoria.



CORAZóN DE LA NOVIA




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     Siglo XIX. 1803-1817


     El primer documento referente a esta joya en La Alberca del siglo XIX corresponde a un inventario del año 1803, en que se tasan «dos corazones, junto a tres evangelios, un azerique y una bolsa de monjas en 10 reales». Quizá todo ello proveniente del cercano convento de Zarzoso o al estilo de estas monjas Franciscas, de donde tantos recuerdos manuales, especialmente conventinos, quedan como piezas-testigo en las casas de esta serranía.


     En 1804 fue tasado «un corazón de plata ahumado en 60 reales»209.


     El último inventario sobre la joya-corazón es del año 1817, protocolizado ante el escribano de Cepeda, donde, entre otras prendas y joyas, se cita lacónicamente «una cruz de Alcarabaca, un escarbador y un corazón»210.


Lámina XI. b)
Tres variantes de corazones de novia albercanos. (Colección De los Hoyos Puerto).

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     Siglo XIX. 1804-1846


En 1804, y entre los bienes de María González Rico constan «unos relicarios, unos bolsillitos y corazones tasados en 15 reales», probable labor de monjas. En inventario de Antonio Bejarano Vallejera, se menciona en el año 1832 «un Relicario de Corazón en 10 reales». Finalmente, y entre los bienes que en el año 1846 aportaron al matrimonio Félix Eugenio Gradillas y su mujer, Cecilia Rico, se apreció «un corazón de oro en 35 reales».





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     Siglo XIX. 1860


     El único documento en que se localiza la joya-corazón en Casas del Conde corresponde a un inventario del año 1860 que dice: «un hilo con su corazón y unos pendientes»221. No deja claro el texto si el término pendientes debe entenderse aquí como joya de las orejas o se refiere a las almendrillas o extremos, generalmente cinco, guarneciendo el corazón de la novia.





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     Siglo XIX. 1804-1822


     En el XIX, además de los corazones pequeños de filigrana, se incrementan en Cepeda los corazones de seda y algún ejemplar de hechura povera en papel256, comúnmente conocidos como de labor de monjas, ya presentes en la centuria anterior; variantes cordiadas de relicario para utilizar sobre el pecho y también prendidos en alguna prenda interior como detente.


     En el año 1804, se citan «dos corazones encarnados» en el inventario de Francisca Gascón257.


     En 1805, figura en inventario de bienes de Baltasar Herrero, «un corazón de almendrillas grande»258.


     En la dote de Catalina González, año 1808, se describe «un relicario grande de corazón con almendrillas, en 80 reales»259. En inventario de Antonio Herrero se hace tasación, entre otras alhajas, de una «Berónica y corazón afiligranado con su bolsa, 24 reales»260. En inventario de Manuel Ciudad, año 1814, figura «un corazón afiligranado [junto a] un San Antonio y una Nuestra Señora de Atocha»261. «Una Berónica y un corazón afeligranado con su bolsa» se describe en inventario de Antonio Herrero del año 1816262. Por último, en la partida de bienes de María Sánchez Domínguez, difunta, año 1822, se menciona lacónicamente «un corazoncito», formando parte de un hilo de gavanzas con «un Santiago, dos carritos [arconciles] dos abellanas y un escarbadientes en 30 reales»263.


     Durante los siglos XVIII y XIX, Cepeda es una de las poblaciones donde los tasadores, al realizar los inventarios, comentan a veces y particularizan dónde aparecen guardadas las joyas, en este caso los corazones: en una bolsa de tela, en cajas y arcas, solos o con otras piezas sujetas por una argolla de plata, formando brazal o pendiendo de un listón. En el año 1709, Catalina Blanco custodiaba un corazón «en una caxita de pino». En inventario de 1709, se describe «una bolsita de braçal, un pedaçito de raso y una caxa de pino con una argolla de plata con un crucifixo, un corazón ahumado y cuatro bueltas de sartas». Algunas joyas de Ana Sánchez se guardaban «en una erradita como para sal, en que está la plata». En 1704, Francisco Sánchez tenía «bastantes piezas de plata en una caja grande», y en 1704, las joyas de Juan Gómez, herrador, estaban «en un arca de lazo». Antonio Herrero y Catalina Martín las custodiaban «en una caja de plata». Francisco de la Fuente, 1701, «en una bolsa de seda», y Francisco García, en el año 1704, tenía aseguradas unas joyas «en una argolla».





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     Siglo XIX. 1823


     Entre los bienes de Antonia Guinaldo, del Madroñal, ante el escribano de Cepeda, en 1823, se cita «un relicario con almendrillas, en 60 reales»265. Podría tratarse de un Corazón de novia por las almendrillas, exclusivo elemento de guarnición de esa joya.





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     Siglo XIX. 1812-1853


     Ya en el siglo XIX, figura en inventario de María Cerezo, año 1812, «un corazón de plata, sobredorado, en 50 reales y […] un corazón de plata con Christo, en 40», pieza que evidencia la fórmula del Corazón de la novia que incluye el crucificado, de hechura figurada y sin cruz, en el centro de esta pieza, como sucede con la patena271. En 1842, en la dote de Don Mariano de la Peña Aceves y María Joaquina Yvancos, se menciona entre otras alhajas, «una sortija con dos corazones, en 30 reales»272. Finalmente, en la dote que aportó al matrimonio Doña Concepción Martín de Prado en el año 1853, se tasa «un corazón de oro, en 18 reales»273.


     La expansión de la forma cordiada puede verse en estos dos siglos (XVIII y XIX), no sólo en la familia de las medallas y en la de los relicarios, también en las joyas de cerrar y trancar: broches, corchetes y hebillas. Igualmente, en las joyas de manos como sortijas y extremos. Por último, pequeños corazones calados colgando de los sobacos y del palo del crucifijo en los rosarios.


     En total, 14 ejemplares de corazón: 12 en el siglo XVIII y 2 en el XIX.





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     Siglo XIX. 1825-1860


     En la dote de esponsales de Leandra Moriente, año 1825, se tasó, entre otras joyas, «un corazón grande de plata con almenas, en 70 reales»292.


     En ese mismo año, 1825, en dote ante el escribano de Sequeros y entre otras alhajas y prendas entró «un corazón de plata sobredorado y feligranado, en 6 reales»293.


Lámina XIC
Corazoncito con cruz que va como extremo en hilo de oro. Reverso de la figura 14. b. (La Alberca. Colección Serrano Becerro).

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     Finalmente, en escritura ante el escribano de Casas del Conde y entre varias prendas figura, en el año 1860 «un hilo con su corazón y unos pendientes [valorado] en 200 reales»294. No es posible decidir en este texto si por pendientes debe entenderse la guarnición de elementos colgantes que bordean el cerco del Corazón de la novia, o se está incluyendo, además, unas arracadas.


Figura 14
a) Corazoncito de oro con el campo liso y rosa de filigrana en el medio, cercado con un cordoncillo angosto. Cepeda. Iglesia parroquial. Joyero de Nª Sª del Rosario. Siglo XVIII. b) Corazoncito de oro con hechura de Cristo en el enmedio y dos botoncitos de filigrana «a los sobacos». Alrededor, guarnición de caramullos y pezuelos. Remata con calabacilla de labor acanalada de recuerdo clasicista. Siglo XVIII (La Alberca. Colección Serrano Becerro).

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Figura 15
a) Corazón-joyel de vidrieras con grabados de santos embutidos. Plata dorada. Ventana lisa y cerco en abanicos de filigrana; asa y reasa. Siglo XVII. En esquilera de Davias (Mogarraz. Colección Calvo Cascón). b) Corazón de piedra y debajo un bordón de peregrino. Decora el canecillo de una casa albercana del Siglo XVI ¿Firma enamorada de un regalo dotal?. c) Medalla de corazón de filigrana calada con un Santiago Matamoros, de labor recortada y cerco de cordoncillo. Vieiras y bordones cruzados de peregrino. Plata seca. En manojito de coral de Vistas. Mediados del siglo XVIII (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto).

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     Siglo XIX. 1825


     En dote del año 1825, único ejemplar de joya-corazón documentado en este siglo en Sequeros, se tasa «un corazón de plata sobredorado y feligranado en 60 reales»321.





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     Siglo XIX. 1829-1841


     En carta de bienes dotales, año 1829, entre otras prendas y joyas se tasó «un agnusdei de Fernando VII con un retrato, en 3 reales y un broche grande de corazón en 30»323. El contenido de esta joya, una miniatura del rey, es claro y curioso ejemplo de cómo el término agnusdei, en su origen sinónimo de relicario con la figura del Cordero místico en hechura de cera o de otro material, es empleado en este documento, y en tantos otros de distintas épocas, sólo como genérico del continente. Así pues, vemos en este siglo agnus y joyas-relicario en facción de reloj que se convierten en portarretrato y guardapelo.


     En hijuela de Miguel Antonio Barrio, año 1831, se tasaron «unos broches de corazón [en] 46 reales»324.


     «Dos bolsas y un corazón de seda, en 5 reales» figuran en inventario de 1833325.


     En el año 1841 y por tercera vez, vuelven a citarse junto a «un par de broches grandes con caras aumadas, otros [broches] de corazón»326.


     En inventario de 1841 se describe «en un cordón, un corazón, caracol y cuerno en 2 reales»327.


     De los cinco documentos sobre las joyas-corazón en el Sotoserrano del siglo XIX, tres hacen referencia a la familia de las joyas conocidas como de «cerrar y trancar», broches cordiados que figuran aquí sueltos, probablemente para utilizar en anguarinas, capas y sereneros. En el cuarto texto el corazón, de seda y hechura casera o de los de Zarzoso, se emplea como «detente» y lleva embutidos en el «alma» evangelios u otras nóminas sagradas y reliquias. Por último, en el quinto documento, el corazón (quizá amoroso detalle de padrinos al cristianar), forma parte de un dijero de infantes y se acompaña de dos amuletos, caracol y cuerno, en ese ceñidor que los une.





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     Siglo XIX. 1800


     En el año 1800, se hizo inventario de los bienes de Antonio Sánchez Montero y entre ellos figuraba «un corazón de plata», junto a una santa, una verónica, un escarbador y una mano [higa sin especificar el material]337.


CORAZONES, HECHURAS Y FIRMAS DE LA MADRE TERESA




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     Siglo XIX. 1820


     «Un corazón de Santa Teresa en una caja de plata, 10 reales, y una trucha de plata en 8 reales» consta en inventario de Catalina Martín, año 1820362.


Figura 16A
Cepeda, año 1820. Inventario de Catalina Martín donde se cita, entre otras alhajas, “un corazón de Sta Teresa en una caja de plata, diez rs. (AHPS, Prot. 6023, f .90v).

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     Suman, en total, 11 piezas en Cepeda con la hechura de santa Teresa.


Lámina XII
Óleo de la Venerable sor María de Ágreda, autora de la Mística Ciudad de Dios. Los relicarios con su firma competían con los de santa Teresa. Siglos XVII-XVIII. Monasterio de Zarzoso.

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     Siglo XIX. 1826-1845


     «Una Santa Teresa en 6 reales» se menciona en inventario del año 1826368. En ese mismo año, «una Santa Teresa con un relicario de plata en 16 reales»369.


     En inventario del año 1829 figura «una Santa Teresa embutida en cartón y cristal por delante en 2 reales»; probablemente un pequeño escaparate o conventino, de labor de monjas370.


     En inventario de 1833 forman parte de una brazalera las piezas siguientes: «una Santa Theresa y caja de plata, un relicario grande con caja y cadena de lo mismo en 60 reales»371.


     Otra brazalera se cita en inventario de Marcelino Hernández, año 1845, en la que figuran «un Santo, una Santa Theresa y un San Antonio en 36 reales»372.


     En total, suman en esta población 7 piezas de santa Teresa.





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     Siglo XIX. 1825


     En dote del año 1825, se apreció «una Madre Teresa de plata lisa en 40 reales»380. Suman un total de 8 ejemplos documentados en San Martín del Castañar.


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