> SELECT * FROM textos WHERE capitulo like '%Capítulo 5%' and posicion like 'Posición 318'

JOYAS UTENSILIO

El abanico o abanillo

Inicio > Libro completo > Joyas utensilio: El abanico o abanillo en Sequeros

EL ABANICO O ABANILLO


«Venían las hermosas damas con sayas enteras de raso blanco, con muchos botones de diamantes que hacían hermosos visos, verdugados y abanicos». Habla Lope de Vega figuradamente en Desengaños amorosos (1928: 336) aludiendo a los pliegues de las sayas formando abanicos o volantes.


Tirso, en el acto I de Quien no cae no se levanta (1958: 875) presenta al personaje de Alberto, buhonero, voceando abanicos y mondadientes, entre otras mercancías:


Compran peines, alfileres,
papeles de carmesí;
orejeras, gargantillas,
pebetes finos, pastillas,
estoraque, menjuí,
polvos para blanquear dientes,
caraña, copas, anine,
pasta, aceite de canela,
abanicos…?


El abanico, símbolo de estatus, vida regalada y sin quehaceres, podría ser considerado contrapunto de las tijeras y la rueca, emblemas del trabajo y de la hacendosidad en la mujer. Los rescoldos de pasados esplendores mirandeños y el saberse sus habitantes hegemónicos durante siglos sobre una mayoría de poblaciones de esta serranía de Francia dio lugar (a la hora de dejar constancia de las características que marcaban lo peculiar), a señalar el abanico como distintivo de la mujer mirandeña.


Uno de mis primeros recuerdos como morador durante diez años en Miranda del Castañar, en los 70, es el de la informante Francisca Hernández, cariñosamente conocida como la «tía Chata», quien, casi como carta de presentación, me recitó, a la puerta de su casa, el siguiente dictado tópico sobre esta villa y los pueblos circunvecinos:


En Sequeros, botoneros,
En Mogarraz, la fanfarria,
En el Soto, los ñispereros,
En Madroña, los “papúos”, 696
En Monforte, los mortereros,
en Herguijuela, las castañas,
en Cepeda, las buenas muchachas, 697
en Miranda, el abanio [y añadía a continuación]: porque, diz que, somos muy señoras” 698:


En los Siglos de Oro, el abanico venía a representar el mundo femenino del señorío en la alta burguesía, la nobleza y la propia realeza en ejemplos velazqueños como el de la llamada Dama del abanico (Londres. Wallace Collection), que alterna el símbolo perpetuo de la religiosidad femenina, con su rosario en la mano izquierda y el abanico en la derecha, en gesto galante de vida social (sin entrar en el lenguaje críptico que esta prenda de mano tuvo). El abanico fue también pieza de niñez en los retratos de la infanta Margarita (c.1653. Viena. Kunsthistorisches Museum y Madrid. Casa de Alba), donde los infantes en su indumentaria representan ser lo que serán de mayores. Pero no sólo en las ciudades, también tuvo presencia el abanico en estas poblaciones salmantinas donde, por otra parte, la moda sólo tardaba unos diez años en llegar desde la Corte a los más apartados lugares del país. Un número nada desdeñable de ejemplos se registran en inventarios, testamentos y cartas dotales pertenecientes principalmente a familias hidalgas, cargos de concejo y administradores del Conde de Miranda.


Mancho Duque (2011-2012: 79-122) analiza la palabra ventalle a propósito del verso sanjuanista, «el ventalle de cedros aire daba», y distingue dos variantes: el pequeño o abanico, para denotar dignidad o linaje, y el ventalle grande para refrigerar las estancias de las casas:


Desde mi punto de vista personal –totalmente subjetivo, por tanto–, la imagen visual del abanico, la que contemplan los enamorados tendidos, desde una perspectiva horizontal, corresponde a la variante grande, la tradicional, la más conservadora. El ventalle de San Juan estaría desplegado entre un techo cósmico. –la bóveda celeste tachonada de estrellas, en la plenitud de la noche dichosa–, y el suelo del aposento terrestre –el huerto cerrado y protegido por el muro almenado, en cuya superficie, tapizada de flores, relumbran las azucenas. Según esto, los cedros se erigen en las varillas verticales en tensión ascendente, observados necesariamente desde abajo hacia arriba– […]. La imagen, además de su belleza sensorial, estremecedora en el plano humano, aproxima lo trascendente a lo inmanente gracias al hálito o aliento del Espíritu Santo, en forma de suave soplo de brisa que, como hacían los galanes áureos con relación a las damas requeridas de amores o cortejadas, mece el follaje: una imagen de descensus, de acercamiento de la divinidad por amor, hasta los umbrales de la unión mística con el hombre.


El místico de Fontiveros, en la imagen de los cedros convertidos en ventalle para dar aire placentero al alma enamorada y al Amado, mecaniza la Naturaleza como artilugio de abanico cósmico. A más se atrevió Fernando de Rojas, que humanizó, por boca de Melibea en su huerto, el airoso vaivén de los árboles: «Escucha los altos cipreses cómo se dan la paz, unos con otros». Digo más; los sacralizó y ritualizó imaginándolos clérigos celebrantes de una misa solemne en el momento del pax tecum. Fue en el punto terrible en que Calisto, verdadero halcón en ese jardín, iba a dar «a la caza alcance» (Cea 2012b: 54-55).


El Abanico en la documentación serrana y candelaria


El documento más antiguo sobre el uso del abanico en la Sierra de Francia corresponde a la villa de San Martín del Castañar en 1673, el resto, entre los siglos XVIII y XIX, está repartido en seis poblaciones: 2 en Cepeda, 3 en Sequeros, 6 en Mogarraz, 7 ejemplares en Candelario, 9 en San Martín y 16 en Miranda del Castañar, que es la población con mayor número de abanicos documentados, haciendo honor y como refrendando el dictado tópico: «En Miranda el abanico»699. Los 43 ejemplos documentados sobre el abanico en la Sierra de Francia y Candelario pueden ayudar al mayor conocimiento de este accesorio de manos en estas comarcas salmantinas.


El abanico o abanillo en la documentación serrana y candelaria

SEQUEROS

     Siglo XVIII. 1733-1764


     En Sequeros un mismo abanico aparece registrado dos veces con una diferencia de treinta años. Primero en las capitulaciones de Francisco Berrocal Montero y Margarita Sánchez Palomino, año 1733, donde figura «un avanico fino de tafetán en 10 reales»719. Después, en el inventario de Agustina González, viuda del mismo Francisco Berrocal, en 1764, al año de la muerte de este escribano, se mencionan, entre otros bienes, «dos abanicos viejos»720 (uno de ellos sería el descrito más arriba).


     A lo largo de estos años, hemos visto citados abanicos de seda y abanicos finos de tafetán; de seda y hueso; con varillas de plata y otros dorados; abanicos de diferentes colores, grandes, del uso (sic por ordinarios o comunes), nuevos, mediados, más que mediados y viejos (que son las clasificaciones sobre el estado de conservación). Abanicos buenos y de «todas clases». Casi siempre se mencionan dos ejemplares en cada inventario y, en los casos más espléndidos, seis y hasta siete. Los abanicos de calidad ordinaria se aprecian entre 4 y 6 reales la pieza. Los de calidad entrefina o fina, entre 10 y 12 reales por unidad, y los de calidad extraordinaria pueden oscilar entre los 50 y los 60 reales en el siglo XVIII, alcanzando en el XIX los 80 reales.


     En varias fotografías de aparato que conservamos de parejas, grupos, o señoras solas, de Candelario, Mogarraz y la Alberca, entre los años 15 y hasta mediados de los 30 del pasado siglo, la mujer aparece con el abanico como joya utensilio de manos y también, alternando la sombrilla con el abanico, elementos representativos de lo luminoso, cálido y alegre. Estas escenas se contraponen a aquellas donde la mujer recatada y piadosa se muestra con el misal y el rosario, o hacendosa con la rueca y las labores de costura y el bordado, eterno estereotipo femenino de la mujer de provecho, en su casa o a la puerta de ella.


El libro multimedia
Contacto