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JOYAS UTENSILIO

Escarbador, escarbadientes, mondadientes, pajuela y baraja de escarbar

Inicio > Libro completo > Joyas utensilio: Escarbador, escarbadientes, mondadientes, pajuela y baraja de escarbar en Santibáñez de la Sierra

ESCARBADOR, ESCARBADIENTES, MONDADIENTES, PAJUELA Y BARAJA DE ESCARBAR


Estas cinco palabras: escarbador, escarbadientes, mondadientes, pajuela y baraja de escarbar (de términos tan descarados para ser joyas), tuvieron en la Sierra de Francia y Candelario una presencia documentada desde 1660, que eclosionó durante el siglo XVII y llegó hasta el año 1853, en el siglo XIX.


Convertidas en joyas-utensilio para la boca y para los oídos, sin dejar de ser amuletos, estas piezas (imposibles de imaginar hoy si no es como elemento de exclusiva y personal utilidad higiénica, como cepillo de dientes y como bastoncillo de los oídos), nos escandalizan por su evidente obscenidad de uso, en público y en sagrado, por muy camuflada que tuvieran su función, pendiendo de brazaleras, de las orejas, de hilos, vueltas y argollas para el cuello, o como extremos en los rosarios. Las clases llanas tuvieron que acostumbrarse a soportar cómo las elites, en evidente provocación, hacían alarde de bienestar y de posición social, real o aparente, llevándose a la boca semejante joya en forma de corazón, de trucha, de bastos de baraja y de pajuela; moda que, como suele, quedó posteriormente relegada y adoptaron los estratos inferiores556. Aún es posible ver hoy, en ámbitos socialmente residuales, aquel antiguo gesto, en forma heredada de tic, del palillo de dientes, paseado inútilmente en público por los labios de algún hombre de edad.


Durante los diez fértiles años que dediqué al estudio de la indumentaria serrana y candelaria, no me fue fácil percibir que el escarbador o escarbadientes encubría sus funciones bajo hechuras de joyas religiosas y amuletos. Durante años, estuve identificando el basto de la baraja como una medialuna doble, y en el escarbador en forma de corazón transverberado sólo veía el de santa Teresa, pero no su tan afilado remate, y es que se incluían ambas fórmulas en una sola pieza. En realidad, estas joyas-utensilio irrumpieron como manieristas juegos sociales bajo ingeniosas fórmulas que disimulaban su abierta utilidad como objetos para la salud y la higiene personal, en un tiempo nuevo en el que el cuerpo no era ya algo negativo (Martínez de Castrillo: 1557). Pasaban así por dijes, joyeles y joyas de carácter religioso, en facción de medallas. Las variantes más abundantes son cordiadas, también en figura de alfanje y como cañuto o pajuela. La voz más arcaica (y más amplia) es la de escarbador, con mayor vigencia en el tiempo, y la de escarbadientes y mondadientes las más modernas.


Figura 18
a) Escarbador-alfanje con empuñadura y filo lisos con piedra central y guarnición fitomorfa de labor fundida. Extremo inferior en higa. Asa cordiada. Plata seca. En brazalera de Vistas. Siglo XVIII (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto). b) Escarbador de plata de labor fundida con los extremos lisos y en el centro rosa de «a seis» con piedra central. Siglo XVIII (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto). c) Escarbador de plata en corazón de santa Teresa que traspasa el dardo del serafín. Cerco con pezuelos. Asa estriada y reasa. En brazalera de Vistas. Siglo XVIII (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto). d) Escarbador como corazón de santa Teresa. Plata ahumada y generosa labor a martillo de hojarascas, flores, frutos y dos cabezas fisgonas de serafines. El filo del escarbador, liso. En brazalera. Entre 1790 y 1820 (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto). e) Corazón de plata seca, labor calada y hechura recortada de una Inmaculada coronada, más dos dardos que lo atraviesan. Cerco de cordoncillo. Asa y reasa. En manojito de coral de Vistas. Mediados Siglo XVIII (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto).

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Paolo Piquereddu557 analiza la importancia de los amuletos en la cultura material y socio-religiosa sarda, destacando el uso del escarbadientes (spugliadentes), con una información espléndida de su evolución espacio-temporal y abundantes ilustraciones de esta joya-utensilio colgando de cadenillas de plata en variantes cordiadas, antropomorfas, zoomorfas y a ventaglio (conjunto en abanico formado por varios elementos que se abren o se cierran a merced), procedentes de diversas colecciones, públicas y privadas, que se han conservado por venir de antiguas mandas devocionales. Destaca este autor la profunda influencia ibérica en la Cerdeña del Cinquecento y cómo «los cirujanos españoles aconsejaban en sus manuales la utilización de artilugios de plata, vivamente recomendados para la higiene de dientes y encías». Añade Piquereddu cómo Francisco Martínez de Castrillo, dentista del Príncipe Carlos, hijo de Felipe II, recomendaba en 1557:


Utilizar un mondadientes de plata que se ha de tener siempre en casa y cuando vaya el barbero a hacer la barba se le dará, para que con el tal mondadientes quite la tova [sic por sarro]; en cuanto al mondadientes, tiene cuatro piezas que sirven para limpiar la dentadura, dos más anchos como pequeños escoplos y dos puntiagudos. Estos mondadientes eran fabricados por el platero Miguel Sánchez, en el Corral de La Copena, en Valladolid.


Las señas de este platero vallisoletano pueden ser una pista certera sobre la procedencia de los escarbadientes que llegaron como novedad a tierras salmantinas en esos años.


La situación de esta pieza en el traje de Vistas, tal y como se presenta hoy en las piezas-testigo conservadas, se localiza como «extremo» en alguna de las vueltas y brazaleras de plata y coral, a la altura del corazón, fácil de manejar con la mano derecha. Suele figurar documentalmente en vueltas y manojos de coral y gabanzas de plata en hilos y sartas. También en argollas, gargantillas y en rosarios en figura de pajuela alternando con cruces y medallas, formando parte de una brazalera y como apéndice de una trucha de plata. En algún caso se describen en estuche, aún sin estrenar, o como parte de unas arracadas para hurgarse los oídos. Prendido de un jubón de mujer, de una almilla e incluso como manda piadosa, adornando la tan venerada imagen de Nuestra Señora de Gracia en el convento franciscano de San Martín del Castañar.


El escarbador es de plata lisa o labrada, también ahumado, bañado o de plata sobredorada y en un caso en hechura de piedra. En media docena de documentos se presenta con guarnición de piedras de colores (una, dos, tres y hasta cinco), engastadas en forma de «mesilla», como si se tratara de una «tumbaga» central, o con «goteras» en los extremos. Su tamaño puede ser pequeño, mediano y grande y su precio oscila entre los 3 reales (en algunos ejemplos de los llamados «de corazón»); de 4, de 8, de 12 reales con cadena de plata, y de 16 reales los de tamaño grande y cadena de plata, en los escasos ejemplos que se tasan como pieza sola. En un mismo inventario, incluso en un mismo collar, puede haber alojados dos y hasta tres escarbadores. Esta pieza se cita colgando de una cadena de plata (sólo en un ejemplo es de latón), salvo cuando figura como extremo de rosario y de arracadas y casi siempre comparte espacio con medallas, relicarios y dijes; en un caso, atado a un cordoncillo. Está presente en inventarios de bienes, en enteros, cartas de pago, testamentos y dotes en el apartado de «alhaxas», o «al tiempo en que me casé».


Autoridades (1732) define el escarbadientes como «instrumento hecho de oro, plata u otro metal, delgado y algo corvo y puntiagudo para limpiar los dientes, que de ordinario se solía traher pendiente de alguna cadenita o listón delante del pecho. Modernamente se llama mondadientes». Mientras en este Diccionario el escarbadientes se ve ya pasado y en desuso (al menos en la Corte), estaba alcanzando su tiempo de esplendor en la Sierra, donde se fosiliza. Este término y su uso, tan explícito, fue cambiando hacia el más discreto de palillo, pajuela o mondadientes, ya sólo para limpiar, no para presumir de haber biencomido, o estar orando en la iglesia y empleándose en este desacertado menester. Sobre la vacilación o variedad del uso entre los términos escarbador y mondadientes hay un ejemplo bien explícito de pentimento en documento de San Martín del Castañar, año 1669: «un escarbador, digo un mondadientes de plata en forma de corazón»558. Seguramente se estaba diferenciando aquí el escarbadientes de lo que conocemos hoy como palillo y bastón de los oídos. Se autocensuró el tasador que estaba «cantando el inventario» o lo hizo el propio escribano.


Tirso de Molina, en Quien no cae no se levanta559, emplea las voces mondadientes y palillos en boca de Alberto, personaje que sale a escena con una caja llena de buhonerías mientras pregona


¿Compran peines […] mondadientes,
[…] sangre de drago en palillos?


En La Desordenada Codicia de los Bienes Ajenos, obra de Carlos García (1977 [1580]) y entre gentes de mal vivir y sin higiene, uno de los elementos innombrables es el mondadientes: «el peine, mondadientes, escovilla, lienço de narices, espexo y xaboncillo están desterrados deste lugar».


El palillo de dientes como elemento que da pie a lo jocoso y al juego de una doble intencionalidad, disparatada e hilarante, aparece en un pasaje de La Entretenida de Cervantes (1918: 5-11), donde un amante alcorzado y sin dientes le pide a una fregona que le procure un palillo de su ama de la que está enamorado, pagando por ello cuatro doblones. Se mezclan aquí lo jocoso, la sátira y el abuso con el controvertido tema de las reliquias. El amante «engastándole en oro se lo colgó al cuello, cual si fuera reliquia de algún santo» [gimiendo de hinojos ante ese palo seco]. Se trata de una parodia y topos contra la fe, que vence sobre la propia falsedad de la reliquia y puede llegar a hacerla milagrosa, como demuestra Correas en su tan acertado refrán: «Lo que sana es el palo de la barca»560.


La popularización hacia el 1600 de la codiciada fórmula del escarbadientes como joya viene a coincidir en el tiempo con la de la devoción al Corazón de Jesús, y también con la divulgación como reliquia de la llamada «Firma de la Santa Madre Teresa» y la estampa de su Transverberación, de la que dos de las joyas–testigo que fotografiamos y dibujamos parecen réplica.


LÁMINA XVI
Albercana de Vistas. Obsérvese el escarbador, en alfanje de la brazalera de la derecha, en cómoda ubicación para su uso. Siglo XVIII (c. 1975).

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Escarbador, escarbadientes, mondadientes, pajuela y baraja de escarbar en la documentación serrana y candelaria

SANTIBáñEZ DE LA SIERRA

     Siglo XIX. 1803


     En inventario de 1803, ante el escribano de Miranda se hizo tasación de «media onza de corales y un escarbador, en 15 reales»694.


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