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JOYAS UTENSILIO

Reloj y espejo de faltriquera y otras variantes

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RELOJ Y ESPEJO DE FALTRIQUERA Y OTRAS VARIANTES


El contrapunto del abanico con sus equivalencias sociales, elitistas y minoritarias, lo marcaría en el hombre el reloj, joya-utensilio731 igualmente de mujer.


Señora, estos que se van,
Si en tu casa los recoges
Muchas cosas te darán,
Porque amantes y relojes
No se estiman si no dan.732


Lope en estos versos de su obra, La mejor enamorada la Magdalena (1916:435), alude al refrán que dice: «El reloj y el galán siempre dan», recogido también por Correas, quien, a su vez, comenta: «es refrán de enamorados». Fue alhaja de tantos personajes que tuvieron por oficio la ausencia de todo trabajo, midiendo el tiempo solamente por el placer de recrearse en la holganza.


Julián Gállego, en su capítulo Interpretación simbólica del objeto real (1972:263-266) y en particular sobre el reloj, comenta muy acertadamente:


Según la ambivalencia habitual, existe un sentido alegórico oculto bajo el interés del objeto material, ese lindo instrumento de precisión que Velázquez coloca con cuidado sobre el terciopelo carmesí de la mesa de su Majestad. Aquí nos percatamos de que una misma cosa (el reloj) puede expresar, sea sentidos distintos (fugacidad de la vida, rectitud y ejemplaridad de la conducta, buen gobierno), sea sentidos mezclados, sea sencillamente la clase social de quien lo posee. Todavía en nuestro siglo un reloj es un signo de riqueza en ciertos países, como un espejo.


Figura 19
Relicario ovalado de reloj y labores incisas con las cifras de Jesús y María. Asa como «corona» y trampantojo de reloj en alma de relicario. Plata seca. En dijero. Siglo XVIII (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto.

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Reloj y espejo de faltriquera y otras variantes en la documentación serrana y candelaria

SAN MARTíN DEL CASTAñAR

     Siglo XVII. 1674


     El ejemplo más antiguo de reloj como joya-utensilio en la Sierra de Francia, año 1674, corresponde a San Martín, villa casi siempre adelantada a la novedad y las modas, y está documentado en inventario de Juan Sánchez de María, carpintero de oficio, si bien en este caso se trata de un reloj de sol portátil: «Un relox de sol con su caxa de castaño en una bolsa de Badana»750. Podría así su dueño ponderar mejor el tiempo dedicado a cada encargo, en su taller o fuera de él.


     Vemos que de los ejemplos registrados en la Sierra de Francia y Candelario, seis se especifican como «de faltriquera o faldiquera», apreciados en 30, 60, 80 y 700 reales respectivamente; otros dos son relojes de sol portátiles (uno de latón y el otro de estaño), y existe además la variante denominada «de campanita», quizá de mesa o mesilla, apreciada en 40 reales. Dos de los relojes pertenecen a clérigos prebendados, uno de ellos canónigo albercano en Ávila y el otro beneficiado en Miranda; dos, a escribanos, uno más a cirujano y al menos otro, a un arriero, descendiente del choricero de Candelario, Pedro Rico, inmortalizado por Bayeu. La presencia en estas comarcas salmantinas de esta pieza es tardía, escasa y propia de minorías elitistas, salvo en el caso del carpintero de San Martín.


     Que se denomine de faltriquera y no de bolsillo, de chaleco, o de chaqueta hace pensar en una joya de preferente adscripción femenina; quizá no tanto por quedar guardada en faltriquera sino porque se colocaba a su altura, colgando de la cadena del ceñidor. Dos ejemplos de los de faltriquera, el más visible con armación esmaltada, se muestran sobre el sayo o guardainfante de María Teresa de España, de mano de Velázquez751. Según Julián Gállego (1990:406-408) «por uno de estos retratos de la infanta, acaso una réplica de taller de nuestro pintor, cuyo objeto era conocer las facciones de la posible novia de un soberano, se pagaron tan sólo cincuenta reales»; bastante menos del precio en que fueron tasados algunos de los seis relojes de faltriquera que documentamos aquí.


     El reloj de cadena o leontina, de uso indistinto, suele prenderse de un ojal o aujal del chaleco en el hombre, mientras en la mujer esta cadena da la vuelta al cuello y cae sobre el pecho; también puede colgar del ceñidor. Posteriormente, y por extensión, se dice de cualquier cadena de reloj y de abanico. El reloj con leontina abunda en fotografías de aparato del siglo XIX y primera mitad del XX.


     En lo que en los Siglos de Oro se conocía como «el dibuxo» o «hacer el dibuxo», subgénero literario para describir de manera idealizada e hiperbólica los rasgos de la mujer desde la cabeza hasta los pies, se utiliza el símil del reloj y la manera, acompasada, en los andares:


     

Son tus pies dos relojes,
Que cuando andas
Ni se atrasan un punto
Ni se adelantan752.


     Actualmente los andares de las modelos para desfilar en pasarela, diríamos tan reivindicativos y caballunos, irían poco acordes con los del topos clásico de la femineidad ideal, suaves y acompasados como relojes753.


     Para concluir este capítulo, conviene tener en cuenta una variante de joya-relicario en hechura y guarnición de reloj, generalmente de plata, sacralizada en los siglos XVIII y XIX con las cifras de «JHS» y «MARÍA», grabadas en una o en las dos portezuelas y conteniendo en su interior, tras las vidrieras, imágenes santas, o reliquias. Salvo la maquinaria, estas joyas-utensilio mantienen los elementos de un reloj de bolsillo o de faltriquera: asa, cebolleta o corona y la tarabilla para cerrar. De esta variante de reloj a lo divino, moda eclosionada en el Siglo de Las Luces, quedan piezas-testigo en la Sierra de Francia.


     Dos deliciosos ejemplos de reloj a lo divino, de pormenorizada descripción, aunque quizá como variante de mesa y no de faltriquera, se encuentran en la Testamentaría de Isabel la Católica:


     

Vn rrelox de oro pequeño de aguja, que tiene de la vna parte a nuestro Señor con la cruz a cuestas, con una rropa de rosicler, e de la otra parte, nuestra Señora de la Piedad, que pesó tres ochauas de ley de 16 quilates de hechura vn ducado. Otro tal rrilojico de oro, que tiene de la vna parte la salutación [sic por Anunciación o Embaxada del ángel] e al derredor vn cayrel de oro tirado, esmaltado de blanco e rrosicler, que pesó tres ochauas e vn tomín de ley de 20 quilates. Apreçiose la hechura en vn castellano. Este rrilojico se vendió a Garçilaso de la Vega (De la Torre 1968: 21)


LAMINA XXI
Reloj-relicario compartiendo brazalera con otras variantes, escarbadientes, firmeza, cruz de Oviedo, medallas, truchas, etc. (c. 1975) (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto).

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