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JOYAS UTENSILIO

La trucha o pez

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LA TRUCHA O PEZ


La importancia que se da actualmente en la indumentaria tradicional serrana a la trucha o pez como joya-amuleto, ubicada en las brazaleras de las Vistas albercanas, en las ristras de esquileras del traje de Davias mogarreño802 y colgando del dijero en los ceñidores o fajeros de los niños, no se corresponde con la escasa cosecha recogida en la vasta documentación consultada, joya con una presencia tardía y corta, tan solo 77 años de vida, y siete documentos en sólo cinco poblaciones serranas. Podemos considerar como caso excepcional que se hayan conservado muchas más piezas-testigo que ejemplares documentados: 2 en Cepeda, la Alberca y en Monforte respectivamente, 1 en San Martín del Castañar y un número que no se determina en Miranda.


Las truchas de plata que han llegado a nosotros en la Sierra de Francia como piezas-testigo, formando parte en dijeros de niño y en brazaleras de Vistas, parecen incorporadas tardíamente, pues no tienen presencia documentada hasta el año 1765 en Cepeda, donde en el inventario de Santiago Martín se describe esta pieza, mitad trucha, mitad escarbador ¿formando una única pieza? y como extremo de «tres hilos de corales con seis carritos pequeños de plata sobredorada, cruz pequeña y encomienda y figura de pez con escarbador de plata»803.


El segundo ejemplo aparece ya en inventario albercano del año 1801, donde se justiprecia con una tasación muy subida un lote formado por «cuatro Santiagos grandes, tres pequeños, una joia de feligrana, una Nuestra Señora de Valdejimena, una Nuestra Señora del Pilar y una trucha en 200 reales»804.


Un año después y por razón que desconocemos, vuelve a repetirse en la Alberca el mismo cupo de joyas (ahora en el folio 94), con mínimas variaciones en el texto e idéntica tasación: «cuatro santiagos grandes y dos pequeños, una joia de feligrana, una Nuestra Señora de Valdejimena, una trucha y Pilar, todo en 200 reales»805.


En Cepeda, año 1820, en inventario de Catalina Martín se cita escuetamente «una trucha de plata [tasada] en 8 reales»806.


En dote de San Martín del Castañar se justipreció en el año 1825, «una trucha con su cadenilla, todo de plata en 30 reales»807.


En inventario de 1830, se tasaron en Monforte de la Sierra «dos truchas muy pequeñitas en 4 reales»808.


Figura 20
a) Trucha de plata de ocho articulaciones onduladas simulando escamas, y ojos de azabache. En brazalera de Vistas. Siglos XVIII-XIX (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto). b) Trucha de plata con siete articulaciones lisas y dentadas. En brazalera de Vistas. Siglos XVIII-XIX (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto). c) Trucha de plata de seis órdenes articulados de corte recto y labores incisas simulando escamas. Aletas rameadas y ojos de cristal. En brazalera de Vistas. Siglos XVIII-XIX (La Alberca. Colección Serrano Becerro). d) Trucha de plata con doce articulaciones que componen cabeza, tronco y cola, a manera de cortapisas onduladas. Aletas y cola con labores incisas y ojos de piedras encarnadas. En esquilera de Davias. Siglos XVIII-XIX (Mogarraz. Colección Calvo Cascón).

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Por último, en Miranda del Castañar, año de 1842, en la dote de don Mariano de la Peña Aceves y María Joaquina Yvancos, fueron tasados, sin determinar cuántos, «unos pececitos de plata en 20 reales»809.


En el primero de los documentos de Cepeda aparece, aunque no de manera evidente, la doble función de las truchas o peces articulados que las mujeres cuelgan de las brazaleras o esquileras, a veces como higiénico utensilio (escarbadientes) exhibido en público y en sagrado y siempre como críptico símbolo de Cristo y también de la virginidad. Esta joya con figura de pez sigue manteniendo en el sustrato cultural cristiano el poder apotropaico de su primitivo significado y logo catacumbal con la cifra de cinco letras del anagrama sagrado «JHS» («IJCÍS») en griego: «Jesucristo, Hijo de Dios Salvador». La trucha como elemento de protección está tanto o más presente en el ceñidor de los infantes que en la mujer, por su estructura articulada en varios órdenes cuyo movimiento, se cree, acelera el lenguaje de los niños, «para que se les suelte la lengua». La trucha, además, llegó a servir como camuflada fórmula de alfiletero, regalo tradicional del novio a la novia en Candelario y en la Sierra de Francia en los días señalados en que era obligado regalar.


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