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JOYAS UTENSILIO

Cascabel y cascabelera

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CASCABEL Y CASCABELERA


Lo que quedó expuesto y planteado en el pasaje introductorio del capítulo precedente sobre la Esquilita o Campanilla, vale, en parte, también para este.


Hemos documentado 34 ejemplos bajo las siguientes voces y variantes: cascabel pequeño o cascabelito (7 ejemplos) y cascabelera (4 ejemplos), pieza que consta de varios cascabeles unidos por sus correspondientes cinchos, formando uno o dos órdenes, un vástago o mango, que en algún caso, y si es de uso infantil, remata en trompetilla (como el bello caballo alado/cascabelera de la colección albercana De los Hoyos Puerto; plata, siglos XVI-XVII)865, o en un chupador más una cadenilla que cuelga del ceñidor.


La cascabelera, además de su propia fórmula escueta en el traje femenino de Davias, adopta otras, zoomorfas, más atractivas para el de infantes: en hechura de león, de salamanquesa, de concha ciprea y de caballo fantástico.


Figura 23
a) Cascabelera de plata con diez cascabeles en dos órdenes y labor recortada; vástago de motivos anillados y asa redonda. En esquilera de Davias. Siglos XVII-XVIII (Mogarraz. Colección Calvo Cascón). b) Cascabelera larga de plata con 20 cascabeles distribuidos en tres pabellones de labor recortada; manilla de cuatro órdenes con sus volutas y asa. En esquilera de Davias. Siglos XVII-XVIII (Mogarraz. Colección Calvo Criado). c) Cascabelera de plata, en abanico de nueve piernitas de filigrana con otros tantos cascabeles como goteras. Asa y reasa. Siglos XVIII-XIX. La Alberca. Dijero del Niño Jesús de las Candelas.

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Figura 24
a) Cascabelera-salamanquesa de plata con tres cascabelitos en boca, cola y en una de las patas (Madrid. Museo del Pueblo Español, hoy del Traje). Sierra de Francia. b) Cascabelera-león pasante con boquilla para sonar y cuatro cascabelitos. La cola sirve de asa para la cadena que lo sujeta al fajerito (Madrid. Museo del Pueblo Español, hoy Museo del Traje).

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Si, por el contrario, pende de brazalera o esquilera, es joya de mujer (un sólo caso documentado). Se conservan dos cascabeleras en ejemplares albercanos: el mencionado en colección particular y el perteneciente al dijero del Niño Jesús que se coloca en brazos de la Virgen en la festividad de la Candelaria; el resto de piezas-testigo pervive en Mogarraz.


Figura 25
a) Caballo fantástico con jinete. Oro, esmeraldas y perlas berruecas. Siglo XVI (Londres British Museum). b) Caballo escamado con dos aletas en las orejas y cola en flor de lis. 1593 (Pere Iuan Bastons, Llibre de Passanties). c) Caballo alado de plata con boquilla en la parte posterior para hacerlo sonar, más siete cascabeles a manera de goteras. Siglos XVI-XVII (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto).

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Para uso exclusivo de la mujer existe una variante de cascabel, de tamaño mediano y grande, que llega a alcanzar un peso de una onza y media quarta, de plata seca, plata bañada, ahumada o sobredorada en hechura que se menciona en cinco ocasiones; labrada, sin pormenorizar el tipo de labor; en un documento se destaca también su grosor. En esta variante, el cascabel es pieza de las «de poner las mujeres al cuello» como extremo único de una argolla, o de un listón de seda; sólo en dos ocasiones se acompaña de una cruz y de dos imágenes (¿medallas o relicarios?) de «Franzia». Que sepamos, ni en Cepeda, la villa con mayor número de ejemplos documentados, ni en ninguna otra población serrana quedan piezas-testigo.


LÁMINA XXV
Caballo alado-trompetilla-cascabelera. Siglo XVI-XVII (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto). Fotografía de José Manuel Castaño Blanco.

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Una cascabelera semejante a la nuestra (fig. 23/a) aparece en el retrato realizado por Velázquez al príncipe Baltasar Carlos, c.1631 (Boston. Museum of Fine Arts, Henry Lillie Pierce Fund.). En deliciosa composición, se muestra el príncipe, seguro en su papel, con la mano izquierda empuñando, quizá, el sable que oculta la lazada de su banda de seda, de color avinado, y en la otra, la bengala. Mientras, la pelirroja enana que le acompaña, esquiva y recelosa, protege del príncipe sus dos tesoros: la tentadora manzana, quizá poma de oler y, sobre todo, su enarbolada cascabelera de plata (casi como cetro) de dieciseis cascabeles con sus cinchos. Lleva al cuello un hilo de azabaches facetados que dejan entrever el cabezón de la camisa. Viste manteo floreado y sayuelo de color achocolatado con diminuta botonadura, quizá de piedras venturinas, que cierra las dos porteras y, matando las costuras, una guarnición de vivos a juego con el color de la banda del príncipe y con el centillón de pedrería que le cruza el pecho. Las hombreras con sus molinos y las mangas in corporadas dejan asomar las bocamangas, vueltas y translúcidas, de la camisa. La gorguera es de seda arenada con ribete dorado, y la mandila, de la misma fábrica y color, lleva en su campo una delicada labor acuchillada en siete bandas que lo recorren de arriba abajo, más un encaje de hilo de oro, acastañuelado, alrededor866.


Lámina XXVA
Príncipe Baltasar Carlos con bufón (Velázque.z c.1631. En Boston. Museum of Fine Arts, Henry Lillie Pierce Fund).

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Lámina XXVB
Detalle de bufona que acompaña al príncipe Baltasar Carlos, mostrando en su mano derecha una cascabelera de plata semejante a la que presentamos en la figura 23. A. (Velázquez. c.1631. En Boston. Museum of Fine Arts, Henry Lillie Pierce Fund).

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Cascabel y cascabelera en la documentación serrana y candelaria

CEPEDA

     Siglo XVII. 1662-1698


     En inventario de Antonio Ahumado se describe, en el año 1662, «un cascabel de plata viejo, quebrado y una abellana vieja de plata y una perita de plata nueva y una piedra engarçada en plata»869. Concisa y certeramente reconoce el tasador estas cuatro piezas –cascabel, avellana, perilla y piedra– que tienen la plata como esencia, envoltorio y guarnición, pero sobre todo como elemento común y unificador. Tres alhajas de plata y una cuarta de piedra con guarnición de plata; de una de ellas se da su quebrado estado de conservación. Esta piedra de virtud, si por su color era de las conocidas como de leche, favorecía la buena lactancia del niño; si de sangre, se suponía con el don de librar de males puerperales a la recién parida. Si finalmente esa piedra poseía ambos colores, se creía contenedora de esas dos propiedades y era denominada de lechisangre. No se especifica en el documento si estas piezas figuraban como extremos en hilo, vuelta, gargantilla, argolla, dijero o brazalera; probablemente estaban sueltas y descabaladas y, por ello, no puso precio en este lote el tasador. No acertamos a saber aquí si valoró la avellana por los años y perdonaba su vejez por ser de plata, como la perita, que era nueva, o si aquel cascabel viejo quedaba en chatarra por quebrado ¿Por qué criterio se rigió el tasador en el inventario de Antonio Aumado para omitir el precio en ese lote? ¿Las joyas debían subir o bajar de valor por nuevas, o por antiguas? ¿Se confundía entonces (como ahora) lo antiguo con lo viejo?


     

Cascabel de plata viejo,
vieja avellana de plata,
perita de plata nueva
y piedra en plata engastada.


     En inventario de Pedro Blanco del año 1665, consta «un cascabel de plata labrado, despegado; pesa una onça»870. En escasas ocasiones se proporciona el estado técnico de una pieza que formaría parte de una vuelta o de una argolla. En este caso, quizá estuvieran separadas el asa y la reasa, o había fallado la soldadura del cordoncillo central entre los dos medios cascos que conforman el cascabel.


     En dote de 1666, son descritas «treçe gabanças medianas y menudas, siete pieças de plata, seis lisas, la otra labrada como cascabel»871.


     En inventario de Bartolomé Xil, año 1686, se enumera «un cascabel grande de plata»872.


     En la dote de Catarina Sánchez que casó con Francisco Guinaldo en 1690, entraron, entre otros bienes y alhajas, «un cascabel ahumado y dos perillas pequeñas de plata [¿de oler?]»873.


     En testamento de Marcos Xil, año 1690, se deja en manda «un cascabel de plata labrado que pesó una onça y media quarta»874.


     En 1691, se describe en inventario de Marcos Hernández Montero «un Cascabel de Plata labrado y listón colorado, traído [sic por usado]»875. Hace hincapie el tasador en el uso, bastante maltratado, del listón del que cuelga la pieza.


     Lo mismo sucede en el inventario de Francisco Sánchez, año 1680, donde figura «un cascabel de plata usado, con su listón»876.


     «Un cascabel de plata aumado» entra en inventario de Juan Sánchez, año 1698877.


     Siglo XVIII. 1703-1764


     En la dote de Marcos González con Catalina Ahumada, viuda, año 1703, figura un abundante número de joyas y alhajas, entre ellas «un cascavel labrado de plata»878.


     En inventario de Juan Blanco, en 1704, es descrito «un cascavel de plata mediano con dos imágenes pequeñas de plata de Nuestra Señora de Francia», probablemente medallas de las llamadas de «resplandor o espineras»879.


     En 1704, se cita en inventario de Juan González, Herrador, «un cascabel de plata mediano»880.


     En inventario de Ana González, año 1705, se tasó «un cascavel, que pesará [el valor de] 4 reales de vellón». Por el tiempo del verbo empleado aquí conocemos que el tasador estaba calculando el peso de la pieza al tacto en el hueco de la mano881.


     En testamento de Ana Martín figura, en 1706, «un cascavel de plata, mediano»882.


     En inventario de Andrés Sánchez, en ese mismo año 1706, se enumeran «una piedra y un cascavel» como extremos de un hilo, compuesto además por «dos carros de plata, quatro abollones de plata, doze corales medianos [y] una piedra [¿de las denominadas de leche o de lechisangre?]»883.


     De nuevo en 1706, se describe «un cascabel de plata mediano» en inventario de Pablo Martín884.


     En el testamento de María [ilegible el apellido], año 1710, se cita «un cascabel de plata, grueso, aumado»885.


     En 1710, en testamento de Antonio Martín, figura un «Cascabel aumado de plata»886.


     En el inventario de Pedro Blanco, año 1710, consta «un cascabel aumado de plata» 886b.


     En las partixas de Andrés ¿Maestro?, en 1711, se tasó «un cascabel de plata aumado en 15 reales»887.


     En 1741, inventario de María Blanco, se menciona «un cascabel grande»888.


     «Un cascabel de plata» entra, entre otras alhajas, en inventario de Ana Domínguez, año 1764889.


     De nuevo en 1764, se menciona «un cascabel de plata» en inventario de Theresa Martín890.


     Siglo XIX. 1814-1845.


     En testamento de Ysabel Elices, otorgado ante el escribano de Miranda en el año 1814, se tasaron «un cascabelito de plata y un chupón de cristal en 20 reales»891.


     En inventario de Antonio y María Gascón se tasó, en 1845, «una cascabelera de plata en 40 reales»892.


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