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JOYAS UTENSILIO

Joyas utensilio

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Joyas utensilio


En el papel otorgado en la indumentaria a las joyas-utensilio entran en juego todos los sentidos: la vista, el gusto, el oído, el olfato y el tacto. Joyas para la boca o con qué comer: cuchara y tenedor, conocidos coloquialmente como el macho y la hembra, y joyas para beber: bernegal, barquillo, tembladera. Joyas higiénicas y provocadoras, propias de clases bien alimentadas, para limpiarse los dientes o hurgarse las orejas: escarbador o escarbadientes, pajuelas y palo de la baraja. Joyas que preservan del sol y de la lluvia, joyas para aliviar del calor y aparentar señorío: sombrilla, paraguas, abanico. Joyas para mirarse, medir el tiempo y la hermosura del rostro: el reloj de bolsillo y el espexo de faltriquera. Joyas de cortar, coser y bordar y joyas como apoyo y defensa: alfileteros tijeras, navajas, bastones y cañas. Joyas de infantes para favorecer el lenguaje soplando y joyas que suenan entreteniendo y son localizadoras: chupadores, trompetillas, cascabeles y cascabeleras, esquilitas y campanillas; también la trucha; algunas son, además, amuleto contra el mal. Joyas para bien oler o de olor: pomas, peritas, cañoncitos, calabacillas, tortugas y bellotas. Joyas, en fin, que son prendas para los sentidos en un mundo de imagen y apariencia.


La documentación conservada sobre algunas joyas-utensilio es, en unos casos, abundante o, al menos, suficiente para la reconstrucción de sus formas y elementos; en otros, es tan escasa que sólo sirve de contraste y complemento con las piezas conservadas en otras comarcas. Los resultados compensan el esfuerzo de ofrecer una visión general sobre la Sierra de Francia y Candelario y, a la vez, la riqueza, particularidades (y también la novedad) que aporta cada una de las poblaciones. Cepeda conserva la documentación más rica y abundante sobre las joyas-utensilio, especialmente el bernegal y el escarbador, sobresaliendo como villa abierta a la moda. Destaca también en este sentido Villanueva del Conde, donde florece sobre los demás lugares el escarbadientes. Sorprende, en cambio, la escasez de alguna de estas joyas en los inventarios de La Alberca que, con Mogarraz, es la población donde han sobrevivido la mayoría de las joyas-testigo que presentamos aquí. Hemos de lamentar algunas llamativas carencias documentales, como sucede con Mogarraz, por la pérdida de sus archivos notariales392.


Las joyas–utensilio que se incorporan más tardíamente al traje de Davias, o Vistas, como el escarbadientes o la trucha, encuentran en ellas su mejor valedor y dibujan con nitidez el perfil de las clases media y alta: escribanos, prebendados clérigos, funcionarios del concejo, administradores de la nobleza y también nobles, que son quienes más aparecen con estas piezas. Nos preguntamos si estas joyas se llevaban de contino prendidas o ceñidas a los trajes, o sólo excepcionalmente, con ocasión de viajes, convites y celebraciones señaladas. En algunos documentos, estas alhajas se describen custodiadas «en un arca de lomo con su llave, con cabida de cinco fanegas»; «en un bote de hojalata»; «en un cofre que está junto a las lacenas»; «en un cofre que está detrás de la puerta de la sala principal»; «en un cajoncito»; «en un escritorio grande de cinco cajones».


Por lo que queda atestiguado en la documentación, eran generalmente varones, nombrados por el alcalde ordinario, los encargados de tasar, justipreciar e inventariar. Ellos describen las piezas como conocedores expertos, por más que en los topoi literarios se dibujen las joyas como «cosa de mujeres» y sean los hombres quienes las ceben con ellas para doblegar su voluntad, según afirma Cervantes. Los inventarios de bienes y alhajas se llevan a cabo en presencia del escribano, que pone por escrito lo oído ante dos tasadores; en algún caso coinciden varios tasadores con el oficio de tejedores y organistas393. Personas que deben ser imparciales, peritas y de la mayor confianza, actuando en presencia de la viuda, del viudo, los hijos u otra persona de la casa donde tiene lugar el inventario y tasación.


Figura 16B
Aceptación y fórmula de tasadores y contadores en inventario albercano ante el escribano Félix Valbuena. La Alberca, 15 de Mayo de 1687.

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Las joyas en general y estas en particular –salvo en piezas excepcionales por su calidad y precio, en cuyo caso se habla de «galas y demás alhajas»–, van acompañadas a veces en su descripción por expresiones generalizantes que las encasillan, denominaciones que pueden desconcertar al lector. Un relicario, o un bernegal aparecen tantas veces mencionados como frioleras, menudencias, enredos, cositas, dijes, piezas o joyas, alajas de poner, cositas de monjas o, simplemente, diferentes extremos.


De entre las casi cuarenta poblaciones que componen la comarca de la Sierra de Francia, además de Candelario, tan solo dieciséis proporcionan datos sobre las joyas-utensilio, desde la segunda mitad del siglo XVI hasta la mitad del XIX. Aportan documentación las poblaciones siguientes: La Alberca, Arroyomuerto (hoy San Miguel de Robledo), El Cabaco, Candelario, Las Casas del Conde, Cepeda, Garcibuey, Miranda del Castañar, Mogarraz, Monforte de la Sierra, San Esteban de la Sierra, San Martín del Castañar, Santibáñez de la Sierra, Sequeros, Sotoserrano y Villanueva del Conde.


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