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JOYAS SAGRADAS

Corazón de la novia

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EL CORAZÓN DE LA NOVIA Y OTRAS VARIANTES: DE RELICARIO, DE FILIGRANA, DE LABOR DE MONXA, DE BROCHE


La presencia de la joya-corazón con sus diversas acepciones y variantes formales, especialmente la que conocemos hoy como Corazón de la novia, está documentada en 12 poblaciones serranas y en la de Candelario con 195 documentos, entre los años 1671 y 1853: La Alberca, Candelario, Casas del Conde, Cepeda, Garcibuey, Miranda del Castañar, Monforte de la Sierra, San Martín del Castañar, Santibáñez de la Sierra, Sequeros, Sotoserrano, Valero y Villanueva del Conde; siendo Cepeda, con 67 ejemplos y 155 años de uso, la población donde más larga e intensamente floreció y pervivió el llamado Corazón de la novia. Que sepamos, esta destacada joya ha permanecido como pieza-testigo en La Alberca y Mogarraz en el traje de Vistas o Davias.


El Corazón de la Novia no aparece en los documentos con su denominación explícita, pero sí con las características y elementos por los que lo podemos identificar. Se trata de una pieza de buen tamaño en hechura de oro, plata ahumada o también plata seca y acero, con dos láminas cordiadas, ligeramente abombadas, que componen el campo o el dentro. Presentan por el anverso o cara un crucifijo sin cruz y, por el reverso o espalda, una efigie de Nuestra Señora, ambas medallas, de hechura figurada y recortada. Alrededor y llenando todo el campo, labores de filigrana con motivos de rosas y botoncillos. Las dos láminas se enmarcan por una ventana lisa con cerco de holletes y guarnición alrededor con motivos en espolones o almenas (tres, cuatro, cinco, siete y hasta nueve) de labor a martillo en las piezas más antiguas, y abanicos de filigrana calada en los ejemplares de los siglos XVIII y XIX, más las correspondientes goteras que de ellos cuelgan en forma de higas, pequeños corazones, cruces, palomas, jarrillas, cabezas de serafines, almendrillas y mediaslunas; elementos denominados genéricamente pendientes o remates.


Lámina IVD
Vistas y ventioseno o desposorios y luto: entre el amor y la muerte en la Alberca.

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Lámina V
Albercana y Corazón de la novia. Detalle (c. 1975).
Albercana y Corazón de la novia. Detalle (c. 1975).

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Los corazones de novia, por su tamaño, se describen en los inventarios como «medianos, bastante grandes y grandes», en oposición al hilo de cuello, que es como aparece en las variantes candelarias, con sus almenas y pendientes. No se indica que el corazón de la novia vaya ubicado necesariamente donde y como lo vemos ahora en el traje de Vistas (independiente de las grandes vueltas de plata y coral), colgando de un listoncillo de seda, generalmente de color asalmonado y a la altura del corazón. En algunas fotografías antiguas, el Corazón de la novia aparece dispuesto con mayor libertad, como extremo de las vueltas, o incluso formando parte de los brazales o brazaleras173.


El Corazón de la novia, según nuestros informantes, era regalo obligado del padre a su hija en los desposorios. El corazón de oro, como pieza muy codiciada por la novia, es idea de la que da expresivo testimonio Cervantes, en Pedro de Urdemalas, por boca de su personaje Clemente ([1615]1977: f. 196r, versos 61-70 y f. 200v, versos 495-497):


Del padre el rico caudal
el mío pobre desprecia
por no ser al suyo igual,
y entiendo que solo precia
el de Lloriente y Pascual,
que son ricos, y es razón
que se lleve el corazón
tras sí de cualquier mujer,
no el querer, sino el tener
del oro la posesión […]
que el gusto del corazón
consiste en la posesión,
mucho más que en la esperanza.


También expresaba esta joya la valía de la novia como corazón de oro y tesoro que se lleva el novio, quien correspondía, a su vez, con el arca de bodas, a veces labrada de su propia mano y con motivos de corazones traspasados y leyendas como: «VIVA MI DVEÑA», «SOY DE FULANA». También las bocallaves de estas arcas de novia adoptan con frecuencia formas cordiadas. La cerradura simboliza a la mujer y la llave al esposo, como viene a demostrar la leyenda que recorre el pañuelo de la cabeza o garvín masculino, de seda talaverana y rosas treboladas bordadas en él, conservado en colección de Mogarraz, recorrido por los cuatro lados con los nombres de los contrayentes y la siguiente leyenda bordada:


Entre los bienes y paños que Martín Blanco el Moço, vecino de Sotoserrano, dio y donó como Galas de bodas en el año 1599, «tasaron un arca, que el dicho Martín Blanco llevó y dio a su mujer en quatro reales; yten tasaron los fieles tasadores las vistas y paños de vodas que llevó [al matrimonio] en 16.000 maravedís»174. Otro ejemplo documentado sobre este tipo de arca nupcial salió a la venta en almoneda, de nuevo en Sotoserrano, en el año 1646: «le tasaron el arca grande de los vestidos en 2.000 maravedís»175.


Lámina VI
Garvín de seda talaverana bordado con motivos de rosas treboladas y leyenda amatoria que lo recorre. (Mogarraz. Colección particular). AITIENES MICO/RAZON / ANBERRLO / CONE/ SALLAVE /I/ BERÁS QE/DENTRO/DÉL SÓLO/TV/ PERSONA CABE. VIVA LORENZO CASCÓN PVERTO. LO/ HIZO TERESA CASCÓN DE CASCÓN.
Garvín de seda talaverana bordado con motivos de rosas treboladas y leyenda amatoria que lo recorre

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Lámina VII
Atacadera o extremo de ceñidor masculino en figura de llave de plata. Siglos XVII-XVIII (Mogarraz. Colección particular).
Atacadera o extremo de ceñidor masculino en figura de llave de plata

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Como acabamos de ver, estos motivos de corazones, de tan abundante tradición en la joyería salmantina en general, y serrana y candelaria en particular, no tienen menor presencia en piezas del mobiliario y ajuar, conocidas hoy como arte pastoril y, sobre todo, en labores bordadas176. En el inventario por muerte del licenciado Juan Gómez Calama, año 1682, se describen, entre otras joyas, prendas, ropas y lobas de clérigo, «tres almohadas de corazones de caparrosa»177.


Se ha querido dar a los pendientes o goteras que cuelgan del Corazón de la novia, cuando son cinco, un carácter apotropaico y la posibilidad de que, embutidos en el alma abombada de esta joya, se contengan textos santos. De ser así, esta pieza de la familia de las medallas se convertiría, además, en relicario y talismán. En la Testamentaría de Isabel la Católica se describe «un corazón de oro, hueco por dentro para tener reliquias, y en ‘el medio’ las cinco plagas [sic por llagas] y un engaste vazío en que estuvo una esmeralda y una gotera con una perla grande; quebrada la asilla»178.


El corazón, emblema universal del amor y la pasión, se concibe en iconografía como un espacio al que se acoge uno de los amantes, mientras el otro lo recibe.


Lámina VIII
Cenojiles de seda con leyenda de enamorados. Siglo XVIII. (Mogarraz. Colección particular).
Cenojiles de seda con leyenda de enamorados

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La devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, de auge universal durante los siglos XVIII, XIX y primera mitad del XX, no aparece documentada, ni en estas joyas de la indumentaria serrana y candelaria, ni en la decoración advocacional doméstica (Cea 1983: 213-288). Iconografías como la de Gertrudis la Magna hicieron del corazón la casa (oiké) del amado con el siguiente letrero en ella: «SI ME PIERDO BUSCADME EN EL CORAZÓN DE GERTRUDIS». Los entrometidos dedos del incrédulo (e impuntual) Tomás tomaron por morada la sagrada herida del costado del Maestro. Como enseguida veremos, no se quedó atrás el dardo de fuego penetrando el corazón de Teresa, que le iba como arrancando las entrañas de dolor y placer mientras entraba.


Hasta las cenojiles con que ataban las medias calzas a las pantorrillas los mozos serranos sirvieron como empresa de enamorados para vocear a los cuatro vientos la felicidad, en este caso conyugal, con el siguiente lema tejido a mitades en letras arenadas sobre campo verde: «EN EL LECHO DEL AMOR – SOLO PUEDES DESCANSAR».


Lámina IX
Felicitación con texto de amor filial bordado en seda lasa con motivos de corazones y llave. 1853. (Miranda del Castañar. Colección particular).
Felicitación con texto de amor filial bordado en seda lasa con motivos de corazones y llave

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El corazón y la llave no fueron símbolos exclusivos de enamorados, novios o esposos, también se expresó con ellos el amor filial. En el siguiente recordatorio casero se representa un corazón del que cuelga una llave, las iniciales de un hijo a los lados, un óvalo florido de corazones rosados y azules bordados en seda lasa y, al dorso, la dedicatoria que dice: «Esta targeta la bordó Eugenia Miguel y se la regaló a su ijo Luissito Rodrígez, para que felicitara los días a su papa. Hoy día de la fecha Madrid, 1º de Enero de 1853».


La ingente acumulación, en los herrajes de los puentes, de candados cerrados para siempre y la llave en el fondo del agua, es hoy, entre jóvenes, la nueva imagen del amor, o de la pasión.


En estas comarcas salmantinas de Candelario y Sierra de Francia, los relicarios con hechura de corazón se van a llenar con devociones diversas y de variadas fórmulas, lisas o de filigrana, entre ellas la del transverberado de Teresa de Ávila, utilizando a veces el dardo del serafín como camuflado escarbadientes. Queda así, a la vez, convertida esta pieza devocional en desconcertante joya-utensilio, insólita desde nuestra perspectiva cultural de hoy.


Otra tipología denominada joyel, a veces en silueta de corazón, grande o pequeño y hechura lisa, o afiligranada, figura en hilos de coral junto a otras piezas de plata: «corazón pequeñito de filigrana con piedra azul»179. Los corazones pueden formar parte de la familia de los relicarios si contienen elementos de carácter sagrado embutidos bajo las vidrieras: «verónica en un joielito a figura de corazón»180.


Lámina X
Corazones de filigrana. Detalle de uno de los libros de «recetas para platiar» de los oribes Rosellón. Siglo XIX (Mogarraz).
Corazones de filigrana

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La mujer, novia o esposa, mora en el corazón del hombre, joyel del alma, según afortunada expresión de Tirso de Molina en La joya de las montañas (1958), cuando afirma por boca del Conde


Logro de mis esperanzas,
serás mi bien; mas es cierto,
me voy con tristeza tanta
que aunque dentro el corazón
te llevo ¡joyel del alma!,
temo; ¡ay de mí!, perderos.


Tirso de Molina. La joya de las montañas (1958)


Tirso demuestra ser perfecto conocedor del léxico de los plateros y lo utiliza certeramente en su doble sentido, técnico y moral a un tiempo; términos como joyel, corazón, el dentro, el alma. Este significado del corazón como eje del alma se emplea también en sentido físico para indicar el punto central de simetría entre dos lados. Así sucede en este inventario candelario de 1708, cuando se describe «una faxa de buriel con el coraçón de la lista, verde y encarnada, tasada en 27 reales»181. Queda así esa guarnición listada en el puro eje o centro.


Aún se dice en la Sierra de Francia, cuando las puntas del pañuelo de manila caen desigualadas sobre el manteo de la mujer, que están desmentidas, desdecidas o no cabales182.


Lope de Vega, en La vitoria de la honra (1930: 418), alude también a la joya-corazón y refiere al dicho popular, «dar corazones de oro en bandeja de plata», cuando afirma


Negociarás, si en plato de plata, das
Ciertos corazones de oro.


Se pondera, en evidente juego de palabras, la magnanimidad de alguien «con corazón de oro».


Pequeños corazones-joyel con sus vidrieras aparecen en los documentos formulados de manera genérica, a mitades entre joya y relicario y casi siempre bajo la denominación de la figura o icono que estas piezas acogen embutidas en su interior. Imágenes de la Verónica, Soledad, o Lignumcruzis nombrando el todo por la parte: «un niño en cruzis y tres piedras de cristal, el niño en cruzis está en un corazoncito de plata». Inventario de Cepeda, año 1748; «Cuatro hilos de corales con una verónica de corazón» Cepeda, inventario de María Pérez en 1778183.


Abunda en los documentos un tipo de relicarios conocidos como corazones de monxas; las más de las veces de hechura cordiada y otras en forma de garniel o esquero de peregrino, de bolsita o de escapulario, denominados también bolsas de corazón. Piezas de procedencia, si no exclusiva, sí predominantemente conventual (en esta comarca serrana el monasterio de monjas Franciscas del Zarzoso, fundación del siglo XV). Suelen estar labradas en seda y guarnición povera de platilla y perlas falsas, con materiales a veces aprovechados de paramentos litúrgicos sobrantes. Estos corazones alojan en su interior reliquias, nóminas sagradas y evangelios. «Una bolsa bordada, de reliquias, sin ellas» se halló en el inventario de María Rubia, de Sequeros, en 1699184. «Un volso de echar [sic] reliquias, bordado de flores y fondo blanco» se menciona entre otros bienes del inventario de Joachín Rodríguez, también en Sequeros, año 1742185. En el de Juan Vizente Sánchez, de Sotoserrano, año 1797, figura «una bolsa de evangelios de seda [tasada] en 5 reales»186. Las piezas-testigo más sobresalientes que se conservaban en la Sierra corresponden a dos babadores del Niño Jesús de Nuestra Señora del Rosario, en la parroquial de Cepeda (desgraciadamente desaparecidos en un incendio en el año 2019, de los que conservamos testimonio fotográfico).


Sabemos que este tipo de piezas, con muchos ejemplos de raso y brocatel de seda, no siempre iban colgando de collares y brazaleras, a veces se prendían de la ropa interior o remudo (en almillas y justillos), no como joyas de ostentación, sino como objetos protectores de devoción. «Un justillo de monfor, mediado, con dos corazones de seda [de colores] verde y encarnado» se cita en Cepeda, año 1781, en el inventario de Manuel Sánchez Sánchez187. En Sequeros, año 1774, en inventario de Mathías Prieto, se describe «una almilla para mujer de escarlatina, que tiene al brazal un corazoncito de plata, todo [apreciado] en 18 reales»188.


LÁMINA XI
Babador con corazones y garnieles-relicario de seda, de labor de monjas. Destaca un relicario bordado con el retrato de la Madre Ágreda. Joyero de Nª Sª del Rosario. Siglos XVII al XIX Cepeda (incendiado en 2019).

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Junto a los corazones de oro, plata y seda, se conservan otras piezas-testigo en hechura de cristal, azabache, acero y piedra, probablemente dijes, con guarniciones de plata y otros metales. Además de formar parte en hilos de oro, sartas, vueltas y brazaleras, los corazones aparecen también en argollas, en forma de corchetes abrochando sereneros y anguarinas, como extremos de rosarios y atados en argollas, cintas y conclusiones de seda, en caso de que no tuvieran una ubicación ya establecida y para que no se dispersaran.


«Entrar en mi corazón»; «te llevo en el corazón»; «se me parte el corazón»; «me traspasó el corazón» o «ahí tienes mi corazón» son expresiones que figuran como lema o leyenda en ejemplos de joyería e indumentaria, en muebles y también en tozas: símbolos y metáforas de posesión, entrega, placer, dolor y, sobre todo, amor.


Conocemos el lugar que ocupan estas joyas en el cuerpo de la mujer, pero no ha sido fácil hallar ejemplos que documenten el lugar cotidiano en que se guardan. Normalmente, los grupos de joyas que forman parte de dijeros, collares, vueltas y brazaleras tienen su espacio en las arcas de la ropa, en cajas de madera y botes de metal según se especifica en los documentos: «cajita de madera para meter corales»; «una caxa de pino y [en ella] una argolla de plata»; «en una caja de plata»; «en una caja grande»; «en una caja china para tabaco, buena, un corazoncito de plata»; «una herradita en que están dichas alhajas»;


Conocemos el lugar que ocupan estas joyas en el cuerpo de la mujer, pero no ha sido fácil hallar ejemplos que documenten el lugar cotidiano en que se guardan. Normalmente, los grupos de joyas que forman parte de dijeros, collares, vueltas y brazaleras tienen su espacio en las arcas de la ropa, en cajas de madera y botes de metal según se especifica en los documentos: «cajita de madera para meter corales»; «una caxa de pino y [en ella] una argolla de plata»; «en una caja de plata»; «en una caja grande»; «en una caja china para tabaco, buena, un corazoncito de plata»; «una herradita en que están dichas alhajas»; «erradita como para sal en que está la plata»; «un corazón grande y una bolsa que lo cubre»; «un palmero con ocho relicarios»; «en un votito de ojalata, una cruz de oro»; «una verónica en su bolsa»; «una bolsita de brazal». El ejemplo de mayor interés y más pormenorizado se muestra en inventario de San Martín del Castañar, año 1673189: «cajita larga de una terzia y dos dedos de ancho, fabricada en las Yndias con diferentes pinturas, y en ella dos onzas y cinco adarmes de corales menudos». Las joyas del uso cotidiano descansaban por la noche en alguna mesita de alcoba, e incluso algunas dormirían con su dueña. Así se dice: «los corales que traigo puestos al pescuezo»; «los corales que traigo a cada día», o «las gabanzas de coral que traigo puestas de contino».


Muestra Cervantes, en un pasaje de Pedro de Urdemalas ([1615]1977: 648), cómo una de las señales de marginalidad para identificar al gitano, en este caso hacer pasar a una niña por gitana, es tenerle puestas las joyas (o algunas joyas) de cada día; siempre las mismas. Dice el texto cervantino: «Haz criar la niña y no le quites las joyas; como gitana se críe, sin hacerla sabidora, aunque crezca, de quién es». Esa marca diferenciadora de las joyas, que en vida nunca se separan del cuerpo, es característica que podríamos hacer extensiva a las serranas, las pocas que aún quedan con hilo de oro al cuello, o a las zamoranas de Aliste, el suyo de coral.


Por las características descritas del Corazón de la novia, sólo podemos asegurar su presencia documentada en 30 ejemplos: 11 en Cepeda (de 1691 a 1808); 10 ejemplos en La Alberca (de 1732 a 1765); 2 en Miranda del Castañar (de 1710 a 1771); 2 en Sequeros (de 1687 a 1704); 2 en San Martín del Castañar (de 1825 a 1860); 1 en Monforte de la Sierra (en 1800); 1 en Madroñal (año 1823); 1 en las Casas del Conde (en 1860). Esta joya comprende, pues, 169 años de vida documentada, entre 1691 y 1860.


Elementos y voces con que se conoce entre los plateros y en los documentos el Corazón de la novia


1) El santo, el dentro, el enmedio o campo, que lleva clavado en el centro un crucifijo sin cruz por la cara principal y, por la espalda, una Nuestra Señora, ambas medallas de hechura recortada. Alrededor, guarnición de rosas, flores o botones de filigrana, a veces con un total horror vacui.


2) Forma o armación, que sujeta toda la estructura.


3) Holletes y grecas que refuerzan la armación y sirven, a la vez, de guarnición, casi siempre en forma acordonada.


4) Abanicos, castillos o almenas, generalmente cinco u ocho elementos, que bordean la armación y se unen a ella por soldadura; el abanico cimero remata con el asa y reasa, más un listón de seda asalmonada que sujeta la pieza dejándola a la altura del corazón. Predominan los motivos de labor calada en figuras conocidas como piernitas, y otros en forma de C entrelazada en crestería.


5) Pendientes, extremos, remates, goteras o encomiendas con tres elementos: asa, cadena, y pendiente con las siguientes figuras: medialuna, paloma, corazón, almendrillas, flor y jarrilla; variantes con su extremo, a veces, en forma de higa, más o menos explícita.


Figura 8
Elementos del corazón de la novia.

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Figura 9
a) Corazón sobredorado de novia con hechura de Crucifijo (sin cruz) y Nª Sª, medallas de labor recortada más tres botones de filigrana. Cerco de holletes y seis almenas de hechura antigua, la cimera con su asa y reasa; las cinco restantes, con goteras en figuras de paloma. Siglos XVII-XVIII (La Alberca. Colección Serrano Becerro). b) Corazón de novia con el campo liso. En el enmedio un Crucifijo (sin cruz), por el lado principal, y por el espaldar, una Nª Sª, ambas medallas de figura recortada. Como guarnición tres botones de filigrana. Cerco de holletes y almenas de hechura antigua en figura de paloma. Siglos XVII-XVIII (Mogarraz. Colección Calvo Cascón).

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Figura 10
a) Corazón de novia con cruz y sus rayos de filigrana, más cinco crucecitas en el campo. Ventana dentada, cerco liso y alrededor seis almenas de abanicos y caramullos. Como remates, cinco corazoncitos de labor calada. Plata sobredorada. Siglos XVII-XVIII (La Aberca. Colección De los Hoyos Puerto). b) Corazón de novia, muy labrado, con hechura de Cristo y Nª Sª, medallas de hechura recortada más siete rosas con sus piernitas y pezuelos de filigrana llenando el campo. Cerco de holletes y ocho almenas de hechura antigua, cinco con goteras en almendrillas e higas rematando. Siglos XVIIXVIII (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto).

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Figura 11
Corazón de novia sobredorado con el crucifijo por la cara y, por la espalda, un Santiago sedente, ambas medallas de hechura recortada. Cerco de holletes y ocho almenas de labor a martillo, cinco de ellas con goteras de almendrillas de labor antigua e higas en los extremos. Siglos XVII-XVIII. La Alberca. Joyero de Nª Sª de la Asunción.

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Figura 12
Corazón sobredorado de novia, con Cristo y Nª Sª en el dentro y siete botones de rosas de filigrana llenando el campo. Ventana acordonada, y ocho almenas de labor antigua a martillo cercándola; de cinco cuelgan goteras en almendrilla con sus higas. Siglos XVII-XVIII (La Alberca. Colección De los Hoyos Puerto). b) Corazón de novia, de plata sobredorada y guarnición de rosas de filigrana. En la lámina principal, crucifijo (sin cruz), y una Nª Sª en la de la espalda, ambas medallas de hechura recortada. Cerco de holletes y abanicos. Como extremos, ocho cabezas de serafines y mediaslunas con sus higas. Siglos XVI-XVIII (La Alberca. Colección Puerto Pascual).

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Corazón de la novia en la documentación serrana y candelaria

CEPEDA

     Siglo XVII. 1671-1694


     Con 41 ejemplos inventariados entre 1671 y 1822, Cepeda es la población donde más presencia documental tuvieron los corazones-joya y particularmente el corazón de la novia, conocido en esta villa como corazón de almendrillas222. Que sepamos, no queda constancia de ninguna pieza-testigo conservada.


     En inventario de Macías Sánchez, año 1671, se enumera «un joyel coraçón de plata aumado»223. Como capricho y curiosidad se describe en el inventario de Ana Domínguez en 1682 «una piedra engastada en plata como corazón y un güeso engastonado en plata pequeñito»224. En el de Marcos Hernández, Maestro, año 1691, figura «un corazón grande de plata, ahumado, con tres remates y una bolsa que lo cubre»225.


     «Un corazón mui labrado, todo de plata, ahumado con cinco encomiendas pendientes» se detalla en el inventario de Juan Sánchez de Tomé, año 1694226.


     Siglo XVIII. 1701-1798


     En el año 1701 en el inventario de Catalina Martín227 figura «un corazón de raso», corazón que sale a relucir de nuevo al año siguiente, vendido por el precio de un real y medio, en este caso ya en almoneda post mortem.


     En ese mismo año 1701, en inventario de Francisco Sánchez de la Fuente, «en una caja grande con lo siguiente», se enumeran «un corazoncito de seda y una bolsa de seda [junto a] un corazón de plata aumada […], que todo pesó tres onças y una quarta»228. De nuevo en inventario de 1701 se toma cuenta «un corazón de plata sobredorada que pesó tres onças menos una quarta»229.


     En inventario de Juan Sánchez, año 1703, se mencionan, entre otros bienes «14 onças y media de plata labrada con unas gavanças, anusdei, abollones y coraçón»230.


     En este siglo, en 24 documentos de los años 1701, 1704-1706, 1708-1710, 1735, 1740, 1747, 1770, 1778, 1780, 1782, 1798 y 1799 se describen otros tantos ejemplos de corazones, prácticamente iguales en su inespecífica descripción: «un corazón aumado; «un corazón aumado de plata»; «un corazón sobredorado»; «un corazón de plata sobredorada», «un corazonito de plata», «un corazón también de plata». De alguno se dice «que es pequeño»; uno de ellos fue tasado en 30 reales y otro en 50231. Estos corazones de pequeño o mediano tamaño son relicarios232 de una o de dos vidrieras para embutir en ellas reliquias que prácticamente aquí no se especifican, salvo algunos ejemplos de agnusdei, verónica y lignumcruzis (popularmente niño en cruzis)233, pero sobre todo suelen contener diversas advocaciones de santos pintados sobre papel, naipe, vitelo y cobre o sobre el propio cristal (Cea 1999).


     En testamento de Francisco Sánchez de la Fuente, año 1701, se menciona «un corazón de plata sobredorada que pesó tres onzas menos una quarta»234. En el año 1704 y entre los bienes que pertenecieron a Catalina Sánchez se hace inventario, entre otras alhajas, de un «corazón de plata sobredorada grande»235.


     En el año 1705 se hace constar «un corazón en una argolla con otras piezas» en el inventario de Francisco García, y un «corazón sobredorado que pesó quatro onças», en el mismo año, en el de Juan Pérez236.


     En el de Ana Barrio, también en 1705, «un corazón aumado en una argolla» con otras piezas237. En 1706, María Phelipe deja en manda testamentaria «un corazón de plata sobredorada grande»238.


     En el año 1706 se describe «un coraçón de plata aumado [que pesó] dos onças y medio» en inventario de Antonio Sánchez239. «Un coraçón de plata aumada grande», en ese mismo año, en el de Francisco Andrés de Nicolás240.


     En la dote a Antonio Conde, año 1708, figura en una argolla con varias piezas, entre ellas sortijas y tumbagas, «un coraçón de plata aumada grande»241. En este mismo año, en inventario de Blas Gil, otro «coraçón de plata aumada grande»242.


     La dote de Miguel Hernández, en 1708, nos ofrece una de las descripciones documentadas más pormenorizadas sobre las características (que tanto se agradecen) del corazón de la novia, labor, identificación iconográfica y tamaño, aunque haya pasado por alto las goteras o almendrillas: «un coraçón de plata sobredorada, mediano, con unos botones de filigrana en él y una echura de un Christo [por una de las caras, la principal]»243.


     En inventario de Sebastián Martín, Viexo, año 1710, se tasa entre otras varias alhajas y joyas «una argolla de plata con quatro corales, dos abollones, un crucifixo, un coraçón, unas arracadas de plata, ahumado [en] 10 onças»244. Desde esta fecha no vuelven a documentarse estas piezas hasta el año 1742, en que, en inventario de Manuela Phelipe, cinco años después de su testamento, se cita «un corazón de buelta con sus almendrillas»245. Aquí queda especificada (como en la argolla y el listón) la ubicación de la pieza, en este caso en una de las llamadas en la Sierra, vueltas (chica, mediana y grande), que son los collares grandes que han quedado fosilizados como piezas-testigo en el traje de Vistas.


     En inventario de María Blanco, año 1743, se menciona «un corazón aumado con almendrillas»246. Entre las joyas que se nombran en 1764 en el inventario de Theresa Martín está «un corazón grande con sus almendrillas de plata haumada [más] tres hilos y un corazón de plata»247. «Un corazón mediano» consta en 1764 en el inventario de Ana Domínguez248. En el de Catalina Sánchez, al año siguiente, «un corazón con almendrillas aumadas, grande de plata»249. En inventario de María Pérez, año 1778, se describen cuatro hilos de corales «con una verónica de corazón»250; esto es, un santo Rostro o cara Divina, generalmente pintada sobre pan de oro, embutida aquí en armación de hechura cordiada. En el inventario de Manuel Sánchez Hernández, año 1781, se describe «un justillo de Monfor, mediado [sic por «a medio uso»], encarnado con dos corazones de seda, verde y encarnado […], más tres hilos de corales con ocho dijes de plata y un corazón»251. En inventario de Domingo Gascón, año 1782, se cita «un corazón grande de plata»252.


Figura 12B
Inventario de bienes de Cepeda, año 1764, del que destacamos “un Corazón Grande con sus Almendrillas de plata haumada” [sic] y “tres hilos de corales con un corazón de plata”. (AHPS, Prot.6008, f.214).

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     «Un corazón grande de plata ahumado con almendrillas, en un listón viejo, con dos piedras blancas con remates de plata», forma parte, en 1788, de los bienes de Catalina Gómez253. En el inventario de Tomasa Blanco, año 1789, se describen «dos hilos de corales pequeños con nueve almendrillas de plata y un corazón de plata». ¿Hemos de suponer que estas almendrillas forman parte de la guarnición como extremos de este corazón?254.


     Finalmente, en el inventario de Isabel Gómez, año 1798, se describen con detalle: «un corazón grande afeligranado con hilo plateado […], una Santa Teresa con flores, hermosa, y un corazón de Santa Teresa grande»255, con cuyo testimonio concluye en este siglo la rica lista de Corazones de Novia y toman presencia los de santa Teresa (y su culto).


     Siglo XIX. 1804-1822


     En el XIX, además de los corazones pequeños de filigrana, se incrementan en Cepeda los corazones de seda y algún ejemplar de hechura povera en papel256, comúnmente conocidos como de labor de monjas, ya presentes en la centuria anterior; variantes cordiadas de relicario para utilizar sobre el pecho y también prendidos en alguna prenda interior como detente.


     En el año 1804, se citan «dos corazones encarnados» en el inventario de Francisca Gascón257.


     En 1805, figura en inventario de bienes de Baltasar Herrero, «un corazón de almendrillas grande»258.


     En la dote de Catalina González, año 1808, se describe «un relicario grande de corazón con almendrillas, en 80 reales»259. En inventario de Antonio Herrero se hace tasación, entre otras alhajas, de una «Berónica y corazón afiligranado con su bolsa, 24 reales»260. En inventario de Manuel Ciudad, año 1814, figura «un corazón afiligranado [junto a] un San Antonio y una Nuestra Señora de Atocha»261. «Una Berónica y un corazón afeligranado con su bolsa» se describe en inventario de Antonio Herrero del año 1816262. Por último, en la partida de bienes de María Sánchez Domínguez, difunta, año 1822, se menciona lacónicamente «un corazoncito», formando parte de un hilo de gavanzas con «un Santiago, dos carritos [arconciles] dos abellanas y un escarbadientes en 30 reales»263.


     Durante los siglos XVIII y XIX, Cepeda es una de las poblaciones donde los tasadores, al realizar los inventarios, comentan a veces y particularizan dónde aparecen guardadas las joyas, en este caso los corazones: en una bolsa de tela, en cajas y arcas, solos o con otras piezas sujetas por una argolla de plata, formando brazal o pendiendo de un listón. En el año 1709, Catalina Blanco custodiaba un corazón «en una caxita de pino». En inventario de 1709, se describe «una bolsita de braçal, un pedaçito de raso y una caxa de pino con una argolla de plata con un crucifixo, un corazón ahumado y cuatro bueltas de sartas». Algunas joyas de Ana Sánchez se guardaban «en una erradita como para sal, en que está la plata». En 1704, Francisco Sánchez tenía «bastantes piezas de plata en una caja grande», y en 1704, las joyas de Juan Gómez, herrador, estaban «en un arca de lazo». Antonio Herrero y Catalina Martín las custodiaban «en una caja de plata». Francisco de la Fuente, 1701, «en una bolsa de seda», y Francisco García, en el año 1704, tenía aseguradas unas joyas «en una argolla».


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