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JOYAS UTENSILIO

La poma de oler

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     LA POMA DE OLER


     Con escasos ejemplos documentados y tardíos, aunque muy útiles para testimoniar la presencia de esta tipología de joyas en ámbitos geográficos rurales y su permanencia, tan dilatada en ellos durante un período que abarca los siglos XVII, XVIII y XIX, se despacha en la Sierra la información registrada sobre la que denominamos joya de oler. Recibe aquí los nombres de poma de oler, bellota, perita, avellana, cañoncito y calabacilla, en hechuras de plata, plata bañada y azabache, con guarnición de perlas o aljófares; piezas siempre exquisitas y de probada tradición entre la realeza y la nobleza, calificadas a veces por los tasadores dentro de la familia de los amuletos o dijes.


     El Diccionario de Autoridades trae y describe, de manera pormenorizada, la joya de oler, bajo la voz bellota en su segunda acepción:


     

Bellota […] por semejanza se llama la que se hace de marfil o huesso para llenarla de bálsamo, u de otros ingredientes aromáticos mui selectos para confortar la cabeza y prevenirse de los malos y hediondos olores, la qual en la parte superior tiene unos agujeritos, a fin de que por ellos se perciba el buen olor: y para que no se exhale se le pone su cubierta o tapa, la qual se fija mediante las tuercas con que está labrada, y ansí cerrada se trahe en la faldriquera.


     También define Autoridades la voz poma de oler, como variante de esta joya en tercera acepción, que dice: «Una pieza buena de plata u de oro, llena de agujeros, dentro de la qual se suelen traher algunas confecciones olorosas y medicinales». Esta definición parece basada en la de Covarrubias: «Vale [dice] mançana y tómase por una pieça labrada, redonda, de oro o plata, agujerada, dentro de la quál se suelen traer olores y cosas contra la peste»899. Añade además Covarrubias la explícita forma «redonda», que se omite en Autoridades. Por «peste» debemos entender aquí el mal olor, el olor pestilente y de desaseo en el cuerpo humano.


     La poma de perfumes ha producido en la Sierra de Francia hermosas joyas–testigo, al menos cinco, que recogimos en colecciones de Mogarraz y la Alberca, alojadas en brazaleras y esquileras de trajes de Vistas o Davias. Tres de ellas tienen forma esférica, lisa, calada y de filigrana con pezuelos, como pequeños incensarios litúrgicos900; otra es de hechura esquinada, y la quinta, en deliciosa fórmula de tortuga, con trepanadas labores para transparentar mejor el olor. Nuestras informantes de Mogarraz y la Alberca nos explicaron que estas joyas funcionaban embutiendo en el alma una estopita empapada en perfume, por eso, al menos una parte de la hechura, solía ser de filigrana calada. La poma de oler, de plata sobredorada y labor de pezuelos en sus dos medios cascos, que el príncipe Felipe Próspero (1659. Velázquez. Viena, Kunsthistoriches Museum) parece señalarnos tácitamente en su ceñidor, es fiel representación de las piezas-testigo conservadas en Mogarraz, en las colecciones Calvo Cascón y Calvo Criado. Lo mismo podemos decir de la poma que pende del dijero de la Infanta María (1607), en ese mismo museo, y del de la Infanta Ana (1602), obras de Pantoja de la Cruz, esta última en el madrileño monasterio de las Descalzas Reales.


     La colección de la reina Isabel de Castilla presenta en su inventario-almoneda curiosas variantes de esta joya de oler: en hechura de tonelito y cañoncito, de manzana o poma, de berza, de bellota, a manera de jaula triangular de verduras, en facción de linterna o fanal; en forma de granada con león cimero rematando; en facción de seis gajos u ochavos con caras embutidas en ellos, más el hombre y la mujer, que se mostraban al abrirse la joya. También, en traza de pebetes, hojas de trébol y en eses. Algunos de estos ejemplares reales se describen como de hechura de oro y con labores de esmaltes; a cincel; de red o de filigrana; engastonados; de forma acucharada y otros, llanos (lisos). Como elementos, aparecen aldabas, cadenillas, tapador de dientecito, asa o asas, aguja, garabatos y cinta. Consta que algunos de estos perfumadores colgando del ceñidor, en argollas de llevar al cuello o prendidos del sayuelo de la Reina Católica, contenían ámbar y algalia.


Figura 26
a) Poma de oler en hechura de bollagra compuesta por dos medios cascos lisos y asa con su cadenilla. Plata seca. En esquilera de Davias. Siglos XVI-XVII (Mogarraz. Colección Calvo Cascón). b) Bollagra de oler de plata sobredorada y medios cascos de siete costillas, sembrados de pezuelos. Asa plana. En esquilera de Davias. Siglo XVII (Mogarraz. Colección Calvo Cascón). c) Poma de oler de plata sobredorada y labor de filigrana, rematando los dos medios cascos en cordoncillo. En esquilera de Davias. Siglos XVII-XVIII (Mogarraz. Colección Calvo Criado). d) Poma de oler en hechura de tortuga con roseta de ocho pétalos sobre su caparazón, que es la portezuela para introducir la estopilla perfumada. Alrededor, ribete de cordoncillo. Plata seca y labores de filigrana calada. Siglo XVIII (Mogarraz. Colección Calvo Cascón). e) Joya de oler esquinada con cinco entrecalles que encierran una rosa trebolada en cruz griega. Alrededor ocho botoncillos forman una cruz y sus rayos. Plata ahumada. Siglo XVIII. (Mogarraz. Colección Calvo Cascón).

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     Priscilla Müller recoge y analiza en los Libros de Pasantías901 un variado repertorio de dibujos para examen de maestría, entre los años 1523 y 1581, en hechura de poma, bolsoncico, calabacilla, almaxarrica, jarrilla, tonelejo, piña y cantarilla. Estos modelos barceloneses y otros, de plateros establecidos en la Corte, en Sevilla y en otras ciudades, se difundieron luego por los lugares más apartados de la Península y pasaron también a América.


     Afortunadamente, la perilla, la calabacilla, el cañoncito y la poma están representadas en los documentos que presentamos aquí, además de la tortuga, pieza-testigo de la colección Calvo Cascón de Mogarraz.


Lámina XXVI
Esquileras de Mogarraz donde están presentes, entre otras piezas, las pomas de oler.

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     Constan, pues, en total 7 piezas: 3 corresponden a Cepeda, 3 a Miranda del Castañar y 1 a San Martín del Castañar, en un periodo de 221 años de existencia documentada. La escasez documental de estas piezas en nada mengua la importancia de estas joyas «de oler», que han pasado desapercibidas hasta ahora entre la arbolada belleza de los trajes de Vistas y Davias.


     ¿Por qué no decimos espejo de mirarse, cuchara de comer, bernegal de beber y sí poma o bellota de oler?


     Realmente estas fórmulas de perfumadores están materializando, según la hechura que presentan, el tránsito de una función primaria, la de comer esos frutos, a otra secundaria, la de utilizarlos figuradamente y sólo para oler (y deslumbrar con ellos).


     Este fenómeno tiene un entrañable y hermoso paralelo a lo divino en el romance de El Ciego y la Virgen o La fe del ciego, donde los personajes que componen la Trinidad Terrena (María, San José y el Niño), responden a los estímulos de diferente manera.


     En las ocho variantes de este romance son co-protagonistas la naranja, o la manzana, según las versiones de las ocho variables que presentamos:
Versión 1ª: Miranda del Castañar, recitada por Adela Novoa, de 79 años, en octubre de 1973.
2ª: Garcibuey, versión recitada por Encarnación Andrés, de 71 años, en mayo de 1979. 3ª: La Alberca, versión recitada por Francisca Becerro, de 62 años, en mayo de 1979.
4ª: San Esteban de la Sierra, versión recitada por Emilio Rosingana, de 100 años, en marzo de 1979.
5ª: San Esteban de la Sierra, versión recitada por Consolación Labrador, de 82 años, marzo de 1979.
6ª: La Alberca, versión recitada por Marcelina Hernández, de 80 años y su hermana Magdalena, de 76, en abril de 1986.
7ª: Los Santos, versión recitada por una mujer que no dio nombre ni edad (unos 60 años), en febrero de 1979.
8ª: Grijota (Palencia), versión aprendida de mi padre, quien la recibió, cuando niño, de su abuela paterna, Eladia Godón (c. 1915).


     

Como recordatorio del romance completo ofrecemos la versión 4ª:

Camina la Virgen pura, camina para Belén
con su niñito en los brazos pidiéndole de beber:
–No pidas agua, mi vida, no pidas agua, mi bien,
que vienen los ríos turbios y no se puede beber.
Allá arriba hay una huerta que ricas manzanas tiene,
el hombre que las guardara será ciego que no viere.
–Dame, ciego, una manzana para este niño comiere–.
El ciego le contestó: –Coja las que ella quisiere–.
La Virgen, tan cortesana, sólo le ha cogido tres:
una le ha dado pa el niño, otra para San José, y otra se quedó con ella para la Virgen oler.
Mordió el niño la manzana y el ciego principió a ver907:
–¿Quién ha sido esta señora que me ha hecho tanto bien?
Será la reina del cielo y su esposo San José.


     Pasaje Primero: la Virgen pide sólo una pieza de fruta al hortelano
Versión 1ª: – «Ciego, dame una naranja para mi niño beber» –.
Versión 2ª: – «Dame, ciego, una manzana para mi niño comer» –
Versión 3ª: – «Ciego, dame una naranja para mi niño comer» –.
Versión 4ª: – «Dame, ciego, una manzana para este niño comiere» –.
Versiones 5ª y 6ª: – «Ciego, dame una manzana para mi niño comer» –.
Versión 7ª: – «¡Si una naranja me diera pa este niño entretener!» –.
Versión 8ª: – «Ciego, dame una naranja para el niño entretener»–


     Pasaje Segundo: el ciego otorga licencia a María
Versión 1ª: – «Entre la señora y coja las que haga [sic] menester –. La Virgen, como era humilde, no cogió na más que tres».
Versión 2ª: – «Entre usté, señora, coja usté las que usté quiera–. La señora, tan humilde, na más que cogió que tres».
Versión 3ª: «Las ramas altas y bajas se le humillan a los pies. La Virgen, como era humilde, solamente cortó tres».
Versión 4ª: «El ciego le contestó: –Coja las que ella quisiere–. La Virgen, tan cortesana, sólo le ha cogido tres».
Versión 5ª: – «Entre, señora, en el huerto y coja las que quisiere–. La Virgen, por ser humilde, tan sólo ha cogido tres».
Versión 6ª: – «Coja usté, la mi señora, coja usté las que quisier–. La Virgen, como era corta [sic por tímida, vergonzosa, discreta], nada más cortó que tres».
Versión 7ª: – «¡Ay, señora, sí señora, coja usté ya las que quiera!–. La Virgen, como era Virgen, no cogió más que tres».
Versión 8ª: – «Entre, señora, en el huerto, coja las que ha menester–. Cortaba de una en una, florecían de tres en tres».


     Pasaje Tercero: las dos primeras frutas

     «Una cogió para el Niño» [sabemos con qué interés de necesidad: la de saciarle o, en el ejemplo de menor primariedad, entretenerle].


     «Otra para San José» [no se dice con qué fin, pero sabemos que la Virgen era «bien repartida», compartiendo cortésmente el alimento]. Queda, a su vez, perfilada la personalidad de san José, en el arte y la literatura, como personaje segundón, sin carácter, casi desinteresado y con poco papel. En aquellos tiempos él debiera haberle pedido la fruta al hortelano ciego y no María, que era mujer. Posiblemente, José la comería a escondidas, o se la dio más tarde a María. Será santa Teresa quien reivindique para él la categoría que merece, como padre putativo de Cristo, a quien la santa encomienda el patronazgo y cuidado de sus fundaciones.


     Pasaje Cuarto: la tercera fruta
Versiones 1ª y 2ª: «Otra le quedó en sus manos…».
Versión 3ª: «y otra le quedó en la mano…». La segunda vez que Francisca Becerro la recitó, en los años 90, cambió por: «otra la dejó en sus manos…». Intención premeditada de María.
Versión 4ª: «y otra se quedó con ella…».
Versión 5ª: «y otra ha quedado en sus brazos…». Versión 6ª: «otra se quedó en sus manos…».
Versión 8ª: «Otra se quedó con ella para la Virgen oler». La Virgen sólo utiliza su propia pieza de fruta para olerla, que es por lo que traemos el ejemplo aquí. Una pieza de comer para oler. Con delicado gesto de secundariedad y teniendo muy presente la peyorativa simbología de la manzana (fruta prohibida y tentadora del Paraíso), María, la nueva Eva, única que se libró de la desgracia y la culpa universal, no podía morder la manzana (en algunos textos figura, en lugar de la manzana, «la devedada pera»). Convertía así la Virgen esa fruta en una joya-utensilio, en una poma de oler.


     El anónimo autor de este romance y quienes fueron recreando sus variantes tuvieron bien en cuenta no poner en boca de María el «maladado fruto»908.


     En el siguiente pasaje de La Pícara Justina (1977: 685), encontramos un buen ejemplo del porqué de la poma de oler en un ambiente de hampa mandilandingo, desastrado y sucio:


     

[…] Pesado no lo era poco; oloroso tampoco lo era, que de ordinario traía
una poma porque no le oliese mal una fuente [sic por foco o punto corporal
fétido], y le duró la poma hasta que un día la jugó al treinta y uno, más
no por eso dejó de oler, que como quedó pobre, olía a pícaro a cien pasos,
que todo es olor, o bien o mal.


     En el mundo bajo y primario del hampa y de la picaresca, el olor, el olfato, es mensaje y sentido muy principal: olor de lejos a la Justicia para huir de ella; agudeza de olor para conocer quién tiene cosas que robar; olerse el macho y la hembra… Diríase que cada profesión emana su personal olor. En este contexto literario, la poma de oler es un guiño sarcástico del mundo primario contra el mundo secundario, hedonista y de buenas costumbres, o mejor: de fragancias que ensordezcan los malos olores. La máxima universal con que concluye este pasaje de La Pícara Justina, de «que en esta vida todo es olor, o bien o mal», nos despierta la conciencia de ese sentido del olfato, casi ya tan sólo animal, y el recuerdo de la función de esta refinada joya-utensilio para matar el hedor, en contraste con el actual emporio de la cosmética (la koláqueia clásica) y de las grandes firmas de perfumes.


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